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Reportaje:

Crisis de confianza en la República Federal de Alemania

Europa se dispone a traspasar el umbral de los años ochenta. Una década en la que las dificultades no se puede decir que escaseen. Desde los graves problemas energéticos -poco petróleo y cada vez más caro, oposición a la energía nuclear- a los escollos en la construcción comunitaria, pasando por la crisis de confianza en los sistemas de poder establecidos. Todo ello abre algunos y serios interrogantes sobre el porvenir de este industrializado viejo continente. La presente serie de reportajes, elaborada por los corresponsales de EL PAIS, examina la situación de los principales países europeos en la antesala de una improbable década prodigiosa, en la que muy pronto vamos adentrarnos.

El 55% de las mujeres de la República Federal de Alemania (RFA) y el 35% de los hombres, buscan habitualmente una anticipación de su futuro en los horóscopos de diarios y revistas. Según los sondeos de opinión, esta tendencia evasiva hacia lo arcano parece llamada a crecer en los próximos meses. Precisamente en coincidencia con lacampaña electoral, y eso que la gran mayoría de los alemanes no siente amenazado su status -alto, mediano o bajo-, en función de que suban al poder los conserva dores democristianos y desciendan de él los socialdemócratas, o de que éstos continúen al frente de los destinos nacionales.Como todo pueblo tradicional, el alemán es, en gran medida supersticioso y determinista. El destino es una constante de s u his toria. Acomodarse a él significa sobrevivir y hasta progresar. Helga Movak, pietisa germano-oriental, transplantada a la RFA, sintetiza así la actitud de muchos alemanes ante el capítulo más dramático de la historia de este país: «Si ganamos la guerra, entonces ... » «Cómo ganaremos la guerra en el caso de que ... » «Si hubiésemos ganado la guerra, entonces ... »

Este «realismo» del alemán medio hace que sea respetuoso con lo convencional. Basta colocar delante del nombre el honroso título de «doctor», que incluso comparte la esposa del laureado, aunque no esté titulada, para que se abran puertas principales y se inclinen cabezas. Este respeto a ultranza, por lo tradicional, es una pesadilla para las minorías intelectuales progresivas que, por otra parte, no han acabado de renunciar a lo convencional. En un reciente sondeo del programa Mosaik de la segunda cadena de la televisión federal, todos, menos un entrevistado, dijeron que resultaba ridículo, imposible, absurdo, etcétera, el amor entre dos septuagenarios. La única excepción de la encuesta era un animado pretendiente que estaba a punto de casarse con una jubilada de 72 años.

Un excelente conocedor del alma alemana, el corresponsal del periódico parisino Le Figaro, Jean-Paul Picaper, ha publicado estos días un artículo en la revista Politische Meinung, con el título Salvada los alemanes. En él califica a éstos como «hipocondríacos sociales», por su «falta de complacencia en sí mismos». El alemán se enorgullece del nivel económico alcanzado por su país. Pero sólo baja la guardia, en cuanto ciudadano privado, cuando puede contrastar el bienestar que disfruta en la RFA y el status inferior que observa en los países de afluencia turística, al sur de los Alpes.

Capacidad de autocrítica

La «falta de complacencia» de los alemanes, según la interpretación de Picaper, enlaza con la capacidad autocrítica, que también es característica de un sector del pueblo alemán. En los últimos tiempos, el alemán medio se ha visto enfrentado a un fenómeno de revisión socio-histórica -que ha producido un verdadero shock en un amplio sector.

Casi de la noche a la mañana se ha convencido de que aquí, en la RFA, como en todas las partes del mundo, cabe una revisión del pasado histórico y de las características fiacionales actuales. Se ha convencido de que, por ejemplo, también en la RFA se pierden horas de trabajo (un 10% al año) con una justificación personal dudosa, e incluso que la calidad incontrovertible de la gran tecnología nacional ha decrecido sensiblemente en función del consumo. De los 1.341 productos examinados por la fundación Warentest, de Berlín, durante 1978, solamente 77 merecieron los honores de «producto de calidad».

¿Existen pobres en la RFA? Ciertamente, la mendicidad desapareció como fenómeno hace tiempo de este país, pero el límite de la pobreza es una barrera franqueable para muchos ciudadanos de la segunda potencia económica de Occidente: solamente un 5% de las mujeres que trabajan en la RFA -y lo hacen 9,5 millones- cobra más de ochocientos marcos mensuales (poco más de 30.000 pesetas). El nivel óptimo intermedio, dentro del sector de las «familias trabajadoras cualificadas» corresponde a un sueldo de 2.458 marcos (cerca de 94.500 pesetas) mensuales netos, en el caso de que en esta familia tipo trabajen el padre y la madre, y haya dos hijos en edad escolar. Bien administrada esta cantidad -y esto no es fácil si se cuenta con que un paquete de cigarrillos cuesta tres marcos y el capítulo de «tabaco y bebidas» se limita en la distribución tipo a noventa marcos mensuales- todavía pueden quedar libres hasta 247 marcos (9.300 pesetas).

Con los ahorros de dos meses, el alemán medio puede comprar un televisor en blanco y negro. Pero de cara a los próximos años, el trabajador no las tiene aquí todas consigo. Si en 1979 de cada au mento de salario por valor de cien marcos sólo quedaron 40,14 efectivos, en 1983 sólo percibirá en efectivo 33,03. Los impuestos del trabajo y de la Iglesia se llevarán la «parte del león», en total 45,02 marcos. En 1965, la proporción era inversa.

Mil novecientos ochenta se presenta difícil para los alemanes. Los expertos dicen que, por primera vez en catorce años, el volumen gastado por aquéllos en vacaciones, más el total girado al extranjero por los trabajadores no alemanes y el monto de las importaciones, supera en 7.000 millones de marcos a los ingresos por exportación de productos alemanes. La inflación que crece, y la posibilidad de una nueva revaluación del marco, obligarán, sin duda, a nuevas medidas de ahorro para compen sar el alza de los precios (cerca del 6% anual) y una prevista mesura en las alzas salariales. ¿Qué ocurrirá cuando las promesas electorales den paso a las realidades que pue da acometer el nuevo Gobierno que se constituya en el otoño próximo?

Los ciudadanos preguntan al futuro

Los sociólogos hablan de una crisis de confianza entre el pueblo alemán. Según el publicista y teólogo Heinz Zalirrit, no es menor la desconfianza respecto de la energía nuclear, la administración de Justicia o la escuela, que la que lleva un 60% de los ciudadanos de éste país a resistirse por todos los medios a ingresar en un centro hospitalario.

Pero la sociedad alemana crece sobre sí misma, y este otoño se ha producido ya repetidamente el extraño fenómeno de sentar en el banquillo de los acusados a una serie de «brujos con bata blanca», como irrespetuosamente titulaba hace poco un semanario.

Los políticos también quieren devolver a los ciudadanos la confianza perdida en los órganos del poder, y dicen estar dispuestos a clarificar lo que de oscuro hay en los últimos escándalos públicos. La divisa pre electoral es recuperar, a toda costa, la confianza ciudadana, más mermada de lo que parece si se tiene.en cuenta que en las últimas elecciones municipales se ha registrado un mínimo de apenas el 50% de participación del censo. Para ello, se ofrece al consumidor «regalos» tales como dos reducciones de precios en un año en el uso de los servicios telefónicos, a cambio de encarecer relativamente poco el franqueo de las cartas.

Otro tanto ocurre con la gasolina, que en algunas regiones ha vuelto a rebasar en sentido descendente la fatídica barrera del marco por litro de «super». Esto ha animado a los usuarios hasta tal punto que sólo en el mes de septiembre 2.600.000 alemanes compraron, generalmente a plazos, un coche nuevo. En estos momentos circulan por las calles y carretera de la RFA unos diecinueve millones de automóviles de turismo.

El coche y la vivienda propia

Las facilidades crediticias para la adquisición de un coche o de un piso (esto ha hecho posible que tres de cada diez alemanes tenga automóvil, y que el 80% de ellos disponga de vivienda propia) han dado paso a un encarecimiento progresivo en el mantenimiento de ambos. Tanto que un coche modesto viene a consumir, sólo en mantenimiento, 450 marcos mensuales ( 17.000 pesetas).

En cuanto a la vivienda, los costes de modernización hicieron que por lo menos 25.000 alemanes optasen el pasado año por abandonar su casa y declararse «sin techo». A duras penas resisten en inmuebles semirruinosos, según el sociólogo profesor Laszlo Vskovics, más de medio millón de ciudadanos federales.

La situación es especialmente dramática en el mundo estudiantil, colonias de trabajadores extranjeros, familias con varios hijos y jubilados. Algunas universidades han montado campamentos con tiendas de lona para acoger este curso a estudiantes carentes de medios (el presupuesto medio de un universitario alemán es de 690 marcos al mes). El 59% de las familias con cuatro hijos, y el 49% con tres, viven en pisos absolutamente insuficientes. Y esto en plena regresión en el capítulo de edificaciones.

El Neue Ruhr Zeitung comentaba esta semana que ha terminado ya la aspiración generalizada hace dos años a la propiedad de un chalé en el campo, además de la vivienda habitual: « La nueva penuria de viviendas», añadía, «es para muchos una sorpresa desagradable, sobre todo si se cuenta con que cada año desaparecen del mapa 1.200.000 viviendas.» Y no se hable ya de los alquileres, exclama el periódico de la cuenca minera: «Incluso a la hora de alquilar una vivienda social se piden, como mínimo, ocho marcos por metro cuadrado. En cuanto a condiciones sanitarias, baste como dato indicativo que un 9% de las viviendas existentes en el land de Baden-Wuerttemberg, la tercera región alemana en número de habitantes, o carecían en 1978 de servicios higiénicos, o éstos se encontraban fuera del inmueble, en régimen «colectivo».

Precios agrícolas

Aunque las amas de casa alemanas ponen el grito en el cielo al comprobar que la bolsa de la compra sube paulatinamente, cabe tener en cuenta que el encarecimiento de la alimentación en la RFA no lo es tanto, si se analizan las condiciones en que este país importa productos naturales. En la temporada naranjera que comienza ahora, los cítricos españoles de la mejor calidad se ofrecerán al consumidor alemán, por término medio, a 1,10 marcos el kilo (41pesetas).

La clave de tal misterio es muy compleja. Tanto como que la RFA, en plena curva ascendente de encarecimiento, ha logrado, según el ministro de Agricultura de Bonn, reducir en 1.000 millones de marcos el precio de las importaciones de productos agrícolas procedentes del tercer mundo, incrementando al tiempo, sensiblemente, el volumen importado. Para contento de los ciudadanos de este país, el otoño se ha iniciado con un descenso en los precios de la carne y de las hortalizas, hasta tal punto que en la gran potencia industrial que es la RFA, y quizá por eso, todavía es posible comprar una lechuga por cincuenta céntimos de marco.

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