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La naranja erótica

Las naranjas de Luis Berlanga no son exactamente la naranja mecánica y cinematográfica, sino más bien las naranjas eróticas y millerianas de Las naranjas de Hieronimus Bosch, con su sonrisa vertical y su entrega frutal al machismo del minipimer. (Para algunas feministas, Luis, amor, los hombres no somos más que un minipimer de fabricar orgasmos mediocres: y generalmente un minipimer estropeado.)Luis Berlanga y María Jesús me mandan todos los años una caja de naranjas de su Levante en calma/guerra autonomista. Manuel Vicent me manda todos los años (realmente se los envía a mi señora) un cajón de pomelos que son como un embalaje de metáforas barrocas de las que usa Manolo en su prosa, porque Manolo es el anarquista coronado de pomelos. El Levante anarco y pirómano me puebla la casa, el portal belenizado, con las frutas de los amigos, que son como la prosa en relieve de Miró metida en un cajón.

Pero el otro día vino un paquete grande y raro. Se lo dije a Pepe Blanco, el motorista:

-Usted lo abre, Pepe, y si volamos, volamos juntos. y si hay material, se lleva usted un mazapán para sus niñas.

Corrimos el proceloso albur y era fabada asturiana de mis amigos de La Voz de Asturias, más el mazapán para las niñas de Pepe. Dina Cosson me envía botellas y Lucio, el sabio buhonero del Rastro, una colección de periódicos de postguerra, toda de páginas amarillas por el tiempo, no como estas que nos honran y acogen aquí a columnistas, teólogos, heterodoxos, anunciantes y penenes. Las naranjas de Luis Berlanga (que espero los pomelos, Manuel) son lo más luminoso y aceptable de la inaceptable cordialidad universal y prenavideña. Son una banasta de senos de oro cortados a la deidad plural, mediterránea y pagana, y la sonrisa vertical de la naranja, cuando la abro, me resulta más panteísta y erotizante que los senos/naranjas o lúteos/pomelos de La sonrisa vertical, colección libertina de Luis/Tusquets, aunque comprendo que Luis, con sus libros y premios, está enviando cajones, camiones, vagones de fruta prohibida a los miles de lectores. El y otros, pero él mejor que nadie, han hecho la gran siembra de sexo y libertad, de semillas de mujer, en una España de secarral ascético, pero me parece (y este es el delicado matiz sociológico /costumbrista que quisiera deslindar ahora) que la movida pornoerótica está llegando a la quietud, en España, ya que la democracia ha avanzado por esa vía más que por ninguna otra, quizá porque era la menos peligrosa, y la sonrisa vertical no inquieta ya ni a los verticalistas incapaces de sonreír.

O sea, que no se puede seguir aplazando la democracia total mediante la entrega a crédito de democracia sexual en cómodos plazos, porque el español ha aprendido al fin, machadianamente, a elegir, entre las voces de sirena, una, entre los cuerpos, uno. El sexo, como tregua que la democracia se conceda sí misma, está a punto de caducar. La sonrisa vertical ya apenas hace sonreír (aunque la colección de ese título sea buena) a la izquierda aislada, a la derecha indignada ni al trabajador hibernado en la urna sociopatronal del Estatuto.

Acabo de ver en la noche catalana a Agata Lys y a Pawloski, el gran travestí argentino. El naranjal vallisoletano y compacto de Agata aburre más bien al personal. (Cristo, un domador, domestica al máximo sex-symbol de la transición, Bárbara Rey, y la retira.) Pawloski, ingenio tránsfuga, apátrida, exiliado y lúcido, enciende el espectáculo. Sólo la inteligencia ilumina los cuerpos como sólo el sol dora las naranjas.

He visto, asimismo, en Barcelona de noche, el esperpento expresionista, travestí y canalla de unos hombres que hacen de mujeres, que a su vez hacen de hombres. Hemos rizado el rizo de la democracia festiva, de la democracia sexual y de la democracia pactada. Ahora el país necesita, sencillamente, democracia. Comprendo que eso ya no es cosa tuya, Luis, y gracias por las naranjas y su sonrisa vertical, que me recuerda -ay- otras sonrisas.

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