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La DC italiana parece dispuesta a aceptar a los comunistas en el Gobierno

Juan Arias

El recrudecimiento del terrorismo, que se está convirtiendo en Italia en una auténtica guerrilla, y la amenaza de una crisis económíca sin precedentes en la história de la primera Repú blica italiana, podría desembocar ya en las próximas semanas en un hecho político importante: la entrada de los comunistas en un Gobierno de solidaridad nacional. Ayer se comentaba abiertamente entre los observadores políticos de la capital. «Esta vez se ha llegado a la encrucijada: o los comunistas entran al Gobierno o se va de nuevo a las urnas.»

La izquierda unida ha pedido la caída del actual Gobierno tripartito de Francesco Cossiga. La izquierda quiere que caiga antes del congreso de la Democracia Cristiana, que se celebrará a finales de enero. Se afirma que la situación es muy grave y que no se puede esperar. En el Partido Socialista (PS) ha estallado la guerra. Todos los grupos de la izquierda del PS han obligado al secretario Bettino Craxi, cuya mayoría se estaba tambaleando, a pedir también la caída del Gobierno y a declarar que no se podrá formar ningún Gobierno nuevo sin los comunistas, aunque se sabe que Craxi hubiese preferido un Gobierno a cinco, apoyado externamente por los comunistas y, con la jefatura del Gobierno en manos socialistas.Los comunistas esta vez deben estar seguros de que la Democracia Cristiana, aunque no lo ha dicho formalmente, está dispuesta a dar el paso abriendo la puerta del Gobierno a los comunistas. Lo deben estar porque aquí radica la única explicación del discurso, pronunciado por sorpresa, del secretario general, Enrico Berlinguer, en Turín, ciudad asediada por el terrorismo de masa, en el que afirmó que los comunistas entrarán al Gobierno, pero sólo si se trata de un Gobierno donde el partido pueda tener el peso real de la fuerza que representan en el país. Por tanto, no contentarían con el «regalo» de uno o dos ministerios, quizá los más ingratos, y que podrían comprometerle y «quemarles» ante la opinión pública.

"Cumbres secretas"

Lo cierto es que en estos días los democristianos han empezado casi masívamente a admitir que la situación del país es tan grave que será necesario ir pensando en un Gobierno de «unidad nacional». Cierto que los democristianos siguen diciendo públicamente que un Gobierno de este tipo no supone automáticamente que los comunistas deban dirigir algún Ministerio. Pero, al parecer, en secreto -dentro de la Democracia Cristiana- se está llegando a la conclusión de que tia llegado el momento de «dar el salto».EL PAÍS ha podido conocer el resultado de una serie de «cumbres secretas» celebradas por los principales líderes democristianos, que han tratado abiertamente de este problema. En esas reuniones se ha dicho que, puesto que el Partido Socialista está profundamente dividido y la mitad no acepta ningún tipo de nuevo centro-izquierda y la situación del país se está deteriorando vertiginosamente, se podría ya justificar ante los electores un Gobierno con los comunistas.

«Mejor», se dijo, «es que los metamos nosotros, antes de que lleguen ellos al poder en un momento de crisis general de orden público y de la economía. »

Se dijo también que «los comunistas en la oposición es la peor solución para la Democracia Cristiana», y que si entran en el Gobierno llamados por ellos se le podría después pedir al electorado más votos para «controlar a los comunistas en el Gobierno». Por otra parte, se mantuvo también que «el Partido Comunista en el Gobierno no tendría más remedio que ayudarnos en la represión, y contribuir a una política de austeridad económica que lo hará impopular».

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En estas reuniones «secretas» fue abordado también la distribución de los cargos ministeriales en la nueva situación: el Gobierno estaría presidido por Piccoli o Andreotti, y Galloni iría a la secretaría del partido. Hay incluso quien dijo con cierto cinismo: «El único modo para poder seguir asegurándonos el poder, es pedirles a los comunistas que nos ayuden de verdad a salir de la situación de emergencia.» Y añadió que esta era, en definitiva, la estrategia de Moro: dar siempre hacia adelante los pasos suficientes para poder seguir manteniendo en pie la hegemonía del partido.

Asesinato neofascista

Mientras tanto, un joven de veinticuatro años fue muerto ayer por cuatro terroristas neofascistas, que le confundieron «con un abogado que había denunciado a algunos camaradas», según confesaron a la policía los agresores, detenidos inmediatamente después del delito.Los asesinos dijeron que sólo querían «herirle en las piemas», pero las características del atentado, según los investigadores, son los de una fría ejecución y no una simple «advertencia».

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