Pilar Bayona, una inmensa lección
Hace unos años, Zaragoza dedicaba tres calles a sus más grandes pianistas: Pilar Bayona, Luis Galve y Eduardo del Pueyo. Pilar, con más de ochenta años, continuaba en activo. Era la decana de los pianistas aragoneses con vuelo universal y su biografía había sido un ininterrumpido servicio a la música de su tiempo y a la música de España. Se ha repetido, porque e cierto, que siguió el ejemplo de gran Ricardo Viñes. Lo saben bien os compositores españoles cuya obras encontraban siempre abierto el piano de Pilar Bayona. Lo sabe también el público, los viejo melómanos de Zaragoza sobre todo, que conocieron un día, gracia a Pilar, los nuevos modos de la música europea.
Un espíritu joven
Sin el menor gesto virtuosista avergonzada casi ante los aplauso que tantas veces escuchara, sencilla, aguda, dotada de un especia buen humor y de un espíritu permanentemente joven, el mismo que la llevó al centro de la vida intelectual y artística de su ciudad para hacer grupo con BuñuelGarcía Abrines, con Figuera y Gavin, con Seral y Bayod. Pilar, que había estudiado inicialmente cor los Sirvent, se hizo, en realidad, a sí misma: en la soledad de su estudio en el trabajo de la enseñanza, en sus viajes por el extranjero. Se hizo, sobre todo, escuchando la voz de su sensibilidad, el mandato de una naturaleza artística que, a cada paso, le decía: por aquí, así, de esta manera. Intérprete de la obra entera de Falla, de Esplá, de Rodrigo de los compositores del grupo de la República, alternaba la música de su país con recitales monográficos: Chopin, Beethoven, Debussy, Ravel. Hasta el día mismo de su muerte, en accidente, Pilar dictaba sus lecciones en Zaragoza o en el Conservatorio Sarasate, de Pamplona, al que la llevó Fernando Remacha.
Babelia
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