Un muerte de Núñez de Prado
En el número de ese diario correspondiente al sábado 1 de diciembre, un amable comunicante afirma, en contra de mi opinión, que las causas de la muerte del general Núñez del Prado están perfectamente determinadas y apoya su certidumbre en sendas citas de Hugh Thomas, Zugazagoitia y Jackson, todos los cuales aseguran que fue «fusilado». Es un acto de fe en la autoridad de estos autores tan ingenuo como injustificado.El que Jackson sostenga algo no ofrece suficiente garantía de que sea cierto, y con frecuencia es causa para dudar razonablemente de ello. El profesor norteamericano habla normalmente de oídas y rara vez apoya sus «certidumbres» en. la roca firme de las pruebas de convicción. En temas similares al que nos ocupa, y en las páginas inmediatamente anterior y posterior, asegura que fueron fusilados los generales Gómez Morato y Molero, cuando es bien sabido que ambos fallecieron de muerte natural en Valencia y Barcelona, respectivamente, años después de finalizada la guerra.
Thomas, mejor informado, también se equivoca con frecuencia y Zugazagoitia, fuente que merece el máximo respeto, tampoco es infalible, y mucho menos cuando habla de lo que ocurría en zona nacional, que, por la fecha en que escribió, sólo podía conocer por referencias.
Ninguno de ellos se atreve, sin embargo, a establecer cómo, cuándo y dónde murió el general Núñez del Prado, y no lo hacen porque no lo saben. Ni ellos ni ningún otro de los que han escrito hasta la fecha. Sus pasos por Madrid, desde que se conoció la sublevación de Africa hasta su marcha a Zaragoza, los ha relatado minuciosamente Juan Simeón Vidarte. Los que dio en Zaragoza, Guillermo Cabanellas. Ambos -con errores de mayor o menor importancia, como el del tipo de avión en que viajó, nombres de los que le acompañaron, etcétera- nos han dado las mejores versiones conocidas de los hechos, que se completan con los relatos de los aviadores republicanos Lacalle e Hidalgo de Cisneros, pero ninguno de ellos puede tampoco decirnos nada de lo que aconteció al general después del 20 de julio.
María Teresa Suero analiza estos hechos en un espléndido trabajo publicado en el número de febrero de 1978 de Nueva Historia, con el título «Un misterio por aclarar: la muerte de Núñez del Prado», y llega a la misma conclusión que yo, que he estudiado a fondo la suerte de todos los generales en activo en 1936 y he establecido, de manera definitiva-, la que corrieron los generales Gómez Morato, Molero, Villa Abrille, López Viota, Mena y algún otro de los que los autores citados y muchos otros de tanto prestigio y difusión como ellos dieron por fusilados o por condenados a muerte y que fallecieron de muerte natural, algunos después de alcanzar notable longevidad.
Núñez del Prado desapareció sin dejar rastro y la certidumbre de su muerte no aclara las circunstancias en que se produjo. Este mismo hecho parece descartar el fusilamiento, que siempre deja tras de sí el sumario. que lo precedió y determinó la sentencia, pero nada puede afirmarse, a pesar de las citas de Jackson, que estaba presente y no me rectificó; de Thomas, que no lo hubiera hecho, y de Zugazagoitia, que tampoco lo hubiera podido hacer de haber vivido, pero que desgraciadamente fue una víctima más de las muchas que causó nuestra guerra.
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