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El presupuesto de Abril

Fernando Abril Martorell ha despejado, entre el martes y la madrugada del sábado, cualquier duda sobre quién dirige la economía española, incluida la previsión presupuestaria. El gran marco del Presupuesto -con independencia de otras cuestiones técnicas- no es otro que el programa económico del Gobierno, apadrinado por el propio vicepresidente, y a ese marco se ha tratado de ajustar, con la máxima rigidez, el conjunto de decisiones presupuestarias.Alberto Oliart ha mantenido casi en solitario un maratón de negativas a las pretensiones de la oposición, como portavoz centrista en los debates. Enrique Tierno subrayó este papel, ingrato y esforzado, con un cultismo amable, al hablar de que Oliart sostenía una «monogigantomaquia», frente al conjunto parlamentario de la oposición. Esta lucha contra el gigante, ha sido, la mayoría de las veces, distendida y comedida. Y sólo en muy contadas ocasiones surgió el cruce de lanzadas verbales, y hasta algún puñetazo en el escaño, para subrayar la firmeza de algunas negativas.

El ministro de Hacienda, Jaime García Añoveros, ha permanecido cuatro días atado al banco, en ejercicio de su obligación y como responsable inmediato de los Presupuestos. Ha intervenido, fundamentalmente, para aclarar, puntualizar posiciones, sugerir propósitos gubernamentales a corto o medio plazo en determinados temas o para hacer análisis que arrancaban de atrás y trataban de ofrecer coherencia en la línea económica del Gabinete, en las varias ocasiones que fue puesta en duda.

Los grandes temas -aquellos en que la oposición ha puesto más calor y más empeño- han sido reclamados casi en exclusividad por Fernando Abril, que ha impartido doctrina desde el escaño y sobre la tribuna de oradores a lo largo de los cuatro días de debate.

Los avales que pretendía el PSOE para operaciones de crédito en el exterior -y que consiguió gracias al absentismo centrista-, las subvenciones para liquidar deudas de los ayuntamientos, la operación para responder a toda una tarde de negativas gubernamentales frente a pretensiones socialistas para el funcionariado y que concluyó con una maniobra de distracción al aceptar la congelación de sueldos a los ex ministros -auténtico chocolate del loro en la inmensidad presupuestaria- son otras tantas ocasiones en las que Abril ha asumido el protagonismo de la respuesta o la iniciativa de la maniobra. Y a mayor fragor en las filas de la izquierda, mayor extensión en sus ccintestaciones y en sus explicaciones.

Las más de las veces, Abril adoptó un cierto aire didáctico y hasta paternal, tratando de convencer sobre la imposibilidad de aceptar las pretensiones y tintando con pesimismo admonitorio los próximos trancos del proceso económico. Sólo Felipe González le ha replicado en una ocasión que él no compartía ese pesimismo. Lo cierto es que no dijo por qué.

A última hora de la, mañana del jueves, los bancos centristas entraron en erupción. El PSOE acaba de conseguir avales para operaciones de crédito en el mercado exterior. La desazón fue manifiesta e incluso algunos responsables del partido no supieron contener gestos desabridos y descompuestos. Abril se levantó para felicitar, con significativos matices, al vencedor: «El profesor Tierno», que había defendido la enmienda en nombre de su partido y para advertir que habráfirmeza por parte del Gobierno a la hora de regular y concretar esos avales.

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El tono general de las sesiones puede calificarse de distendido. Landelino Lavilla ha presidido la Cámara con la minuciosidad y la precisión que le es habitual. Ha advertido de silencio en bastantes ocasiones, pero esta es una pretensión presidencial que se estrella con el zascandileo impenitente en los escaños de UCD. Impenitente, aunque no sin castigo: tres enmiendas que la oposición ha colado a base, simplemente, de aguantar sentada en sus escaños, en ejercicio del más elemental deber parlamentario.

Hay un dato último que subraya la posición del vicepresidente económico: el silencio casi absoluto de los ministros. Sólo en contadísimas ocasiones, y nunca para temas fundamentales, han tomado la palabra los responsables de los departamentos. Ni han hablado -como si el tema no fuese con ellos- ni han querido hablar cuando se les ha pedido: como José Pedro Pérez Llorca, que llegó a marcharse del Congreso antes de defender unas previsiones para los funcionarios que no deben coincidir con sus criterios en el ya cercano proyecto de ley que regularizará la función pública.

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