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Tribuna:SPLEEN DE MADRID
Tribuna
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Los paraísos artificiales

Ludmilo la Ludmila se lo monta de camellear popper y chulear carrozas. María se lo monta de loquear en los loqueríos y camellear adrenalina. Afriquita se lo monta de flipar anfetas y meterle whisky y Mozart al dormodor.El mundo madrileño de la droga es una teoría juvenil de paraísos artificiales que no necesariamente giran en torno de Golden, un mundo hostil donde los picos importan más que los quesos, las inyecciones de heroína más que los besos homo-heterosexuales y la música salvaje y andrógina de Patti Smith -Haciendo pis en el río- importa más que nada.

Ludmilo la-Ludmila va de puto quevedesco y camello estudiantil; María va de amores diurnos, de homoamores, y Afriquita va de suicidio lento y donar su calavera a un poeta novísimo-veneciano (gracias, Villena, por tus bellos envíos).

-El popper pone el corazón a cien, a doscientos, y se siente correr la sangre por las venas.

El popper se lo dan a aspirar a los enfermos con el corazón parado, para que reaccionen, pero cuando uno, una, tiene el corazón joven y violento, el popper flipa total, crea una angustia que ya no es la existencialista de Sartre -qué ingenuo, monsieur, con sus angustias metafísicas- y llena de la voluptuosidad de la muerte el pecho leve de las muchachas en flor de marihuana o de magnolio. El popper.

Las hay, les hay que van con el frasquito de popper por la vida, y se meten a aspirarlo en los portales y los urinarios. El popper sale en El baile de las locas, de Copi, porque es un flipe de locazas, reinonas, principonas boquitas pintadas sobre el bigote marcial y corazones solitarios de drugstore sentimental y dancing. Pero de la pluma y el travestí, el popper ha pasado muy naturalmente al reino del sadoca y el masoca, de modo que el frasquito es ya como e barrilillo de ron de estos escuálidos perros San Bernardo que cualquier día se hundirán como flores inversas en la nieve ilesa de la coca («la nieve es un cegar», escribe Rosales).

O la adrenalina. Producto inyectable y farmacéutico, también para los insuficientes cardíacos, que el que puede se lleva de la farmacia de guardia, a punta de pistola de juguete, y luego camellea a un precio diez veces superior del que marca el Seguro. La adrenalina, inyecta da en sangre en la vena tersa del brazo joven y, cansado de nada, flipa como el popper, mucho más, trae ahogos místicos al corazón santo de una juventud que vive-muere la transgresión literaria de Bataille, y el suicidio como transgresión máxima. Así está el tema.

La dexldrina, el leodín, todas las anfetas, con su vertical caída, incorporan como folklore concéntrico el tarot, el continental, los juegos de cartas donde el naipe llega a tener una profundidad surrealista de sueño de Max Ernst. Hay una juventud madrileña que, sin dinero para el precio duro de la droga durísima, ha descubierto que casi todo flipa, el trip farmacéutico hecho en casa, cualquier estimulante-sedante deprimente, tomado en grandes dosis o mezclado con coñac de Rumasa, puede ser un paraíso artificial y barato, sub-baudeleriano.

Ha nacido una nueva alquimía del sueño desvelado, de la vigilia alucinada, una alquimia juvenil y medieval que se ilumina con la hoguera de Wagner y colaterales, hasta Mahler, o el Requiem de Mozart, o el ronco discurso de la trompeta difunta de Armstrong o la gritería de Janis Joplin, la muerta con más marcha de todas las muertas del rollo, incluido Jimmy Hendrix, que se inyectaba ya directamente en el cerebro.

Nunca soñaron los maudits tan ancho y vario discipulado en el mundo. Morin escribe sobre el paradigma-paraíso perdido y el personal reciente crea y encuentra sus paraísos artificiales a partir de una aspirina. Ludmilo la Ludmila va de camellear popper, etcétera.

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