Cuando "los argentinos" de derechas
HUBO UN tiempo en que los argentinos ocupaban los centros teatrales españoles con el beneplácito, la admiración y el homenaje de todos: desde Lola Membrives a Tranquilino y Esmeralda, pasando naturalmente por Celia Gámez, que vive ahora su jubilación en Buenos Aires. Eran los argentinos de la derecha. Lo cual no impedía el reconocimiento a sus méritos por parte de todos. Tenían buena prensa, se les dedicaban calles y a veces se pensaba en monumentos. Había, simultáneamente, una corriente de autores y actores españoles hacia Buenos Aires. Esta corriente no ha variado. Hay empresarios, autores y actores españoles en un gran número de teatros argentinos. Tampoco ha cesado la corriente hacia Madrid. Pero han cambiado, en algunos casos, los signos políticos de nuestros visitantes. Muchos huyen de un régimen que ha puesto en peligro no sólo sus trabajos, sino sus propias vidas. Otros escapan, simplemente, de una censura o de un ambiente que no es propicio para su trabajo. Y parece que este es el momento que las conciencias patrioteras eligen para repudiar a los argentinos y quejarse de lo que consideran su invasión. Ahora los argentinos -los uruguayos exiliados, los chilenos- son de izquierdas.Lo que se cita aquí de esa profesión y de esa nacionalidad es ampliable a otros muchos campos. Aquí tuvieron casa, amplia vida social y política, intervención económica importante, con el dinero traído de sus pueblos, personajes como Perón -y su esposa y su brujo-, como Batista o como Trujillo. Aquí se abrieron colegios mayores, matrículas especiales, becas y convalidaciones de títulos a los hijos de la oligarquía, y hubo una amplia oferta de protección social y puestos de trabajo a los huidos de Fidel Castro. Se creó una esfera de atracción para hispanoamericanos, con motivo de unas identidades de idioma, religión y cultura, pero con unas finalidades políticas determinadas.
Pero ahora se levantan los muros. Latinoamérica nos está enviando un exilio que desde muchos puntos de vista es enriquecedor, como lo fue para América el que llegó de España en la guerra civil y la posguerra. Hay unos directores de teatro que si tienen algo que aprender aquí tienen mucho que enseñar; hay actores de primer orden. Hay escritores, hay una excelente representación de una escuela psicoanalítica -los «psicoargentinos»- que allá pudo desarrollarse y aquí estuvo reprimida por motivos religiosos, políticos y hasta raciales. Y sin necesidad de referirse a esta «élite», hay gentes que estudiaron aquí y para los que hay obligaciones; hay miles y miles de huidos para los que tenemos una reciprocidad que ofrecer.
Este es el momento que se aprovecha para lanzar una campaña contra estos latinoamericanos que piden aquí ocasiones de desarrollar su trabajo.
Una triste historia esta para ser recordada, que algunos podían escribir como la historia del desagradecimiento de España. ¿Hasta cuándo?
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