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Jomeini ordenó ayer liberar a las mujeres y a los negros retenidos

La orden del ayatollah Jomeini de liberar a unos diecisiete rehenes de la embajada norteamericana en Teherán -todos ellos mujeres y personas de color- no había sido cumplida a primera hora de la madrugada (hora de Madrid) por los estudiantes islámicos que ocupan la representación diplomática desde hace catorce días. La esperada liberación, decretada por el máximo dirigente político y religioso de Irán, podría producirse «hoy», domingo, dijo anoche un portavoz de los estudiantes, aunque, al parecer, los captores querrían someter a los retenidos a una especie de «juicio», para determinar si espiaron o no, antes de ponerlos en libertad.Cumpliendo órdenes del ayatollah Jomeini, Syed Ahmad Jomeini, hijo del máximo líder religioso iraní, se desplazó a última hora de la tarde de ayer a la embajada norteamericana en Teherán para hacerse cargo de los rehenes «liberables».

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Jomeini tomó su decisión tras entrevistarse el viernes por la noche con Banisadr, ministro de Asuntos Exteriores y verdadero hombre fuerte del régimen islámico, en atención al respeto que merecen las mujeres, según los principios islámicos, y a la discriminación padecida por los negros en Estados Unidos. El ayatollah subrayó que los demás rehenes seguirán secuestrados hasta que Norteamérica conceda la extradición del sha.

A propósito de los restantes cautivos, un portavoz de los ocupantes de la embajada afirmó -empleando las mismas palabras que Jomeini-: «No los liberaremos mientras el sha no haya sido extradido. Ni la muerte del sha ni su salida de EEUU podrá provocar la liberación de los demás rehenes», concluyó.

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Se mentaliza a la población iraní cara a una guerra económica con EEUU

(Viene de primera página)

A primeras horas de la tarde, una vez que la población fue, conociendo las últimas noticias, varias manifestaciones convergieron frente a la fachada principal de la embajada de Estados Unidos. Entre ellas había dos muy nutridas: una de policías y otra de militares. Los primeros acudieron, con gran lujo de cláxones y ruidos de tubos de escape de sus motocicietas, adornados con flores ,para la ocasión. Los militares marchaban en formación, uniformados y sin armas, y entonaban eslóganes antiimperialistas.

Sobre los muros de la embajada se había improvisado un estrado desde el que se leían los mensajes de solidaridad de los sectores más diversos de la sociedad iraní.

El edificio sigue fuertemente vigilado por los Guardianes de la Revolución, armados con los subfusiles norteamericanos que, en su día, pertenecieron al Ejército imperial. Al otro lado de la verja (cerrada improvisadamente con una cadena y un candado), dentro ya del recinto diplomático, una joven vestida con chador negro está a la escucha de un pequeño radiotransmisor japonés, haciendo las veces de portero.

Los aledaños de la embajada tienen un cierto aire de romería. Abundan los vendedores de bocadillos y refrescos. Toda la calle, todas las paredes, está cubierta por cientos de pancartas. Muchas de ellas llevan dibujos más o menos ingeniosos: desde una estatua de la libertad que asa con su antorcha a la paloma de la paz hasta un gran cartel que representa una cajetilla de Winston cubierta por una gruesa tachadura roja y una breve leyenda que dice: «No al imperialismo.»

Anecdotario aparte, todo parece indicar que se está tratando de mentalizar a la población para que resista la «guerra económica» con Estados Unidos.

El ministro en funciones de Asuntos Exteriores, Banisadr, emitió ayer un comunicado en el que decía que sí «las cosas no serán fáciles para Irán, tampoco lo serán para Estados Unidos, ya que la economía del país de Carter no está exenta de problemas».

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