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Atraco de dos millones en un restaurante, con secuestro del propietario

Tres individuos, de edades comprendidas entre los dieciocho y los veinte años, atracaron la madrugada del jueves a José Melgar Hernández, dueño de dos restaurantes, según manifestaciones hechas ayer a EL PAÍS por la propia víctima del suceso. La acción fue precedida de secuestro. Aunque el botín no ha sido evaluado todavía con exactitud, podría cifrarse en más de dos millones de pesetas, en dinero efectivo y monedas de colección.A las cuatro de la madrugada del jueves, Antonio Melgar volvía a su casa después de una jornada de trabajo normal; en sus restaurantes suele servir banquetes de bodas, bautizos y comuniones, y el día había sido de tono medio. Todo hacía pensar que el único trámite que aún tendría que cumplir sería estacionar su coche en el garaje particular, con puerta automática, de que disponen los vecinos de la torre de viviendas en que reside.

Pero una vez que logró encuadrarlo en la plaza de aparcamiento, un individuo que empuñaba una pistola se le aproximó por detrás y le encañonó; inmediatamente apareció otro. A la luz del local, Antonio Melgar calculó, a pesar de la sorpresa, que los dos asaltantes tendrían unos diecinueve años, y por la brusquedad de sus movimientos y expresiones parecían estar muy nerviosos. Uno de ellos le señaló el asiento trasero del coche y le conminó a que se tumbase boca abajo en él.

En la calle, se les aproximó un tercer individuo armado de una navaja. Antonio Melgar, al que habían atado las manos a la espalda, pudo comprobar que abrieron el garaje usando el llavín especial que para ello se precisa. De ello dedujo que conocían perfectamente su itinerario habitual.

Unos minutos después, el coche se detuvo, y Antonio Melgar se vio ante uno de sus dos restaurantes, precisamente el que regenta en la calle de Cáceres, junto al paseo de las Delicias, lo que confirmaba que el golpe habría requerido una amplia preparación previa. Durante el viaje, el que esgrimía la navaja había ocupado un asiento junto a él, y había estado enfocándole con una linterna, quizá para hacerle perder la noción del espacio, y amenazándole continuamente.

En el interior, siguieron profiriendo amenazas de muerte a Antonio Melgar, entretanto se apoderaban de los efectos de valor que había en el local. En todos sus movimientos demostraban conocer los lugares exactos donde era necesario buscar: oficina, caja inferior, paquete de monedas, panel-llavero de pared, como si hubieran dispuesto de un plano.

Aunque la acción fue muy rápida, Antonio Melgar hubo de cambiar dos veces de posición: primero, le obligaron a ponerse cara a la pared, lo que él interpretó como un deseo del posible jefe de no ser reconocido. Uno de los delincuentes se cubría la cara con un pañuelo rojo, y otro con uno negro; en cambio, el navajero iba descubierto.

Una vez que se hubieron apoderado del botín, ataron de pies y manos a Antonio Melgar y escaparon. La víctima tardó unos treinta minutos en incorporarse, antes de marcar el teléfono de la policía. Los agentes se presentaron cinco minutos más tarde. A pesar de la pérdida económica, Antonio Melgar se considera un hombre afortunado cuando recuerda que el navajero hizo varios amagos de puñalada y que tuvo una pistola en el cuello.

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