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Laos pone en alerta a sus tropas, mientras China refuerza su frontera con Vietnam

Con vistas a la apertura, el 12 de noviembre, del debate sobre Camboya en la Asamblea General de las Naciones Unidas, Vietnam y Laos están desarrollando una amplia ofensiva diplomática para impedir que prospere una petición de retirada de las fuerzas vietnamitas de Camboya, presentada por los países de la Asociación de Países del Sureste Asiático (ASEAN), integrada por Tailandia, Indonesia, Singapur, Filipinas y Malasia.

Vietnam y Laos -que están siendo secundados en sus esfuerzos por Nicaragua, Granada, Angola y Afganistán- intentarán obtener la aprobación de una resolución, en la que se precise que «los problemas de Kampuchea (ex Camboya) y de los demás países del sureste asiático deben ser resueltos por ellos mismos, sin injerencias extranjeras». Por otra parte, el secretarlo de Estado vietnamita para Asuntos Exteriores, Nguyen Co Thach, reiteró ayer que las tropas de su país «no perseguirán a los jmer rojos en territorio tailandés». Por último, China se dispone a acoger a unos 6.000 refugiados indochinos instalados provisionalmente en territorio tailandés.La noticia de la puesta en estado de alerta de las fuerzas armadas laosianas y, sobre todo, la confirmación del sensible reforzamiento de los efectivos militares chinos en sus fronteras con los países de Indochina parecen haber despejado ahora también las dudas de quienes, en Hanoi, se negaban a creer en la posibilidad de una segunda «Iección» china a Vietnam, informa, desde Hanol, la agencia France Presse.

Los medios vietnamitas bien informados contestan con un «se lo advertimos» a todas las preguntas relativas a la evolución de la situación y recuerdan a este respecto las múltiples declaraciones, advertencias y llamamientos que las autoridades vietnamitas vienen lanzando desde hace varios meses.

Los círculos diplomáticos socialistas comparten evidentemente esta postura y no disimulan su irritación ante el hecho de que los «capitalistas» hayan tardado tanto tiempo en comprenderlo.

De hecho, los diplomáticos de los países no socialistas admiten ahora que existe realmente el peligro de una nueva guerra, aunque no coincidan con Vietnam y sus aliados del bloque socialista en la inminencia de esta amenaza.

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No obstante, hay pocas divergencias por lo que a la localización geográfica de un posible ataque chino se refiere. La mayoría de los observadores coinciden en que, de

producirse, sería en el norte de Laos, puesto que una intervención directa china en Camboya parece excluida de antemano y el ataque contra Vietnam, ya sea por tierra, aire o mar, se presenta problemático, en vista de las «precauciones» adoptadas por Hanoi a raíz de la primera «lección».

Los que opinan que la guerra es inminente, se basan en la intensidad de los preparativos chinos en las fronteras y también en la urgencia que tiene Pekín por 4acer algo» antes de que Tailandia se vea arrastrada, sin quererlo, a una guerra que no es la suya. Consideran también que la «Intransigencia» vietnamita en cuanto al problema camboyano ha hecho que la opinión pública mundial se sienta predispuesta a acoger con espíritu favorable cualquier prueba de fuerza china encaminada a «hacer justicia».

Por el contrario, los que creen que la guerra no es inminente, se basan en consideraciones diplomáticas. Según ellos, no pasará nada mientras el presidente chino, Hua Guofeng, no haya terminado su visita a Europa, ni antes de que se haya celebrado en las Naciones Unidas el debate sobre Camboya, previsto para el próximo 12 de noviembre.

¿Por qué China, conocida por su paciencia y la importancia que atribuye a la elección del momento «Oportuno», iba a lanzarse ahora en una aventura, si dentro de un mes, como máximo, podrá hacer valer, apoyado por una votación de la ONU, que no hace más que poner en práctica lo que la mayoría de las naciones son incapaces de hacer?, se preguntan estos observadores.

Si la ONU, cosa altamente probable, condena casi unánimemente la presencia de las tropas vietnamitas en Camboya, China estará en condiciones de poder «liberar» al pueblo jmer con la bendición, o, al menos, la comprensión de la gran mayoría de los países no pertenecientes al bloque socialista.

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