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Triunfalismo en la Generalitat y sentimiento de fracaso entre la clase política catalana

El fuerte abstencionismo, la incapacidad de la Generalitat para organizar un referéndum, el incremento de la decepción política, la aparición de un notable sector contrario a la autonomía de Cataluña y, en definitiva, un sentimiento de fracaso predominaban ayer entre la clase política catalana. Ello difería, como suele ser habitual, con el triunfalismo aparente de la Generalitat, también incapaz de intentar buscar el origen profundo de la falta de cohesión social que implica el voto de anteayer. En las declaraciones oficiales de los dirigentes políticos de muy primera fila también predominaba el triunfalismo, en contraste con las declaraciones pesimistas que estos mismos dirigentes formulaban off the record.

«El referéndum estatutario ha mostrado que la Generalitat posee una muy mala capacidad para enfrentarse al problema de la recogida de resultados de una votación. Si Martín Villa hubiese ofrecido por televisión, como hizo la Generalitat, unos porcentajes que totalizaban un 108% de votantes, todo el mundo hubiese puesto el grito en el cielo», afirmó el profesor de ciencia política de la Universidad Autónoma de Barcelona, Joan Botella, quien, junto con el también profesor del mismo centro Joan Marcet, expusieron a este diario sus criterios técnicos sobre el proceso electoral autonómico.Las críticas al proceso técnico del voto iban unidas a consideraciones ya abiertamente críticas a la campaña previa, formuladas por políticos de variada ideología. En cambio, por parte de la Generalitat casi todo se centraba en dar una gran importancia a la lluvia. «La abstención», afirmó el consejero Ortínez en rueda de prensa, «corresponde en parte a fenómenos imprevistos.» A continuación, Ortínez dio un aire casi catastrófico a la lluvia del jueves, lo cual no se correspondía con la realidad. Mientras, la oficina de prensa de la Generalitat facilitaba nada menos que un auténtico parte meteorológico, con desglose del agua recogida en numerosas zonas.

"El pueblo ha de estar dispuesto a mojarse"

Estas excusas meteorológicas llevaron al diputado de Coalición Democrática Antonio de Senillosa -partidario explícito del sí- a afirmar: «Cuando se habla tanto del tiempo siento una cierta vergüenza: un pueblo ha de estar dispuesto a mojarse. Si hubiese hecho buen tiempo, a lo mejor se hubiese dicho que la gente había aprovechado para ir a la playa.» Para Senillosa, el ganador de la consulta fue el inexistente partido PCA (Partido Abstencionista Catalán). Senillosa criticó también el censo utilizado. «Si hubiese votado todo el mundo, la suma hubiese sido del 103%. »

Para Rafael Ribó, miembro del comité ejecutivo del Partido Socialista Unificado de Cataluña (PSUC), la importante abstención «no es síntoma de una beligerancia contra el Estatuto, sino que hay que vincularla con la dispersión social y la falta de interés en la participación política». Ribó afirmó también a este diario que la abstención «no es consecuencia de una fuerte tasa de inmigrantes, sino de la falta de cohesión social en sectores de la población de Cataluña». En apoyo a esta última afirmación, Ribó subrayó que, curiosamente, hay fuertes porcentajes de abstención y también de no en zonas barcelonesas propias de la alta burguesía y en otras eminentemente obreras. Habría, pues, una incomprensión y un rechazo, superiores a lo esperado, por la derecha y por la izquierda.

Para los ya mencionados profesores Botella y Marcet, los resultados del referéndum en Cataluña «constituyen un toque de atención para los partidos que tienen incidencia en sectores de la población donde hay porcentajes importantes de inmigrantes».

Finalizado ya el proceso electoral desaparecieron las reticencias a enjuiciar muy críticamente la campaña más o menos informativa llevada a cabo por la Generalitat. «La campaña», afirmó Rafael Ribó, «ha sufrido la ley del péndulo. Ha tenido defectos de concepción y organización. En los últimos días aparecieron en el contenido de la campaña institucional de la Generalitat afirmaciones demagógicas y, sin duda, irresponsables. Por ejemplo, la afirmación según la cual el paro será solucionado mediante el Estatuto, el cual, precisamente, no da competencias decisivas en este orden.» Como conclusión, Ribó indicó que quizá hasta ahora se había pecado de optimismo, y que a partir de ahora debía considerarse que «el derecho al autogobierno no es algo que entre en la mentalidad de todas las personas de buenas a primeras, sino que debe necesitar un proceso de explicación. Cuando la comprensión del tema es ya clara, la idea permanece definitivamente ».

Dobles intenciones en la campaña

Otro dirigente de izquierdas, que rogó no ser citado, afirmó que en la campaña institucional de la Generalitat podía haber dobles intenciones, con el fin de deteriorar el futuro de la izquierda en Cataluña. «Los temas en los cuales hubo carteles con afirmaciones demagógicas, como que el autogobierno solucionará el paro», afirmó la fuente, «son, precisamente, aquellos en los que, dentro de la Generalitat, corresponde a consejeros de izquierda. A partir de hoy mismo la imagen de estos consejeros se deteriorará porque, obviamente, no podrán cumplir estas promesas demagógicas. Tenía que haber quedado claro que una cosa es la institución y otra la política concreta de las fuerzas mayoritarias o de las fuerzas que controlen la institución. »

Consideración muy específica requiere el inesperado 8% de no. Se trata de un voto muy militante y muy poco influido por ninguna campaña inmediatamente anterior a la votación. La única apreciable fue la de Fuerza Nueva, y fue extremadamente poca. Obedecería, pues, a una postura más bien instintiva, en cierto modo exasperada, deseosa de expresar un testimonio de rechazo.

Este hecho debería, en pura lógica, hacer reflexionar a las fuerzas autonómicas, que de manera en extremo simplificadora podían suponer que para obtener la integración de la inmigración bastaba adoptar una postura integracionista por parte catalana. La inoperancia de la Generalitat provisional y la ausencia de realizaciones sociales concretas, que han caracterizado sus dos años de existencia, no han servido para que los no catalanes de origen vean ventajas en la existencia de poder específico catalán. La ilusión que creó el «pucherazo» del referéndum estatutario del 2 de agosto de 1931 -en que hubo la falta de pudor de contabilizar sólo 3.200 votos en toda Cataluña- debería ser trocada por un conocimiento real de las dificultades que todo problema de afirmación comunitaria implica. Pero, por el momento, la vida política catalana tiende a cualquier cosa menos a adquirir profundidad y rigor.

Se ha culminado una etapa

Pese a todo, las cosas son ahora diferentes. Se ha culminado, por parte estrictamente catalana, una etapa. Ahora se inicia otra: la preelectoral, en la perspectiva de las elecciones al Parlamento catalán y especialmente la elección por el Parlamento autónomo del primer presidente de la Generalitat plena. Las diversas fuentes parlamentarias empezaron a expresar en la misma noche de recogida de resultados su preocupación ante qué actitud puede adoptar Tarradellas. Fuentes socialistas y de Convergencia indicaron que Tarradellas «estará entusiasmado con el fracaso parcial de la votación, ya que él puede decir que siempre guardó distancias con respecto al Estatuto. Hay que esperar cualquier cosa, siempre con el fin único de preservar su poder personal, el poder por el poder».

El unitarismo autonómico de estos años ha originado en el seno de los partidos un sentimiento tendente a aceptar cualquier cosa menos la victoria de un partido rival. De esta contradicción entre el unitarismo verbal y aparente y las divergencias reales surge una gran ventaja en favor de Tarradellas, quien se nutre más de la debilidad ajena que de la capacidad o la fuerza propias.

Tarradellas afirmó poco después de conocerse los resultados que había sido felicitado por el presidente Suárez, con quien había conversado por teléfono. «De esta conversación», afirmó el presidente de la Generalitat en rueda de prensa, «saco la conclusión de que empieza una nueva fase de negociaciones.» Como ya es bien sabido, el objetivo único y sistemático de las «negociaciones» de Tarradellas con el Gobierno es la búsqueda por parte de Tarradellas de fórmulas que permitan su único objetivo: continuar mandando sobre los partidos de Cataluña.

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