Abortaron por problemas de salud y falta de medios económicos
El próximo día 26, once mujeres van a ser juzgadas en Bilbao por supuestas prácticas abortivas. Seis de ellas han comparecido en una conferencia de prensa, antes de sentarse en el banquillo, para explicar las circunstancias en que adoptaron la decisión de abortar. , enviada especial de nuestro periódico, se entrevistó a solas con cada una de ellas. Los problemas económicos y la falta de salud son el común denominador que llevaron en todos los casos a la interrupción del embarazo.
Cuando seis de las once mujeres que el próximo día 26 van a ser juzgadas en Bilbao por supuestas prácticas abortivas entraron en la sala donde ha sido convocada la conferencia de prensa se produjo un momento de tensión. Las mujeres tienen que subir a una especie de mesa presidencial -así es como se ha dispuesto-, frente a unos treinta periodistas, y eso ellas, que han estado varios días temiendo este momento, querrían evitarlo a última hora, y algunas, las más tímidas, se niegan a subir, ante la desesperación de los abogados: «Pero, bueno, mujer, no te irás a arrepentir ahora, ¿verdad?» Y así es como comienzan a sentarse, entre risitas forzadas y haciendo de tripas corazón, porque sus abogados se lo han pedido, y si ellos lo han hecho -piensan las mujeres- «será porque nos va a beneficiar, y así es que, bueno, adelante».Y es que estas mujeres, que de pronto se han convertido en una causa de lucha en todo el Estado, que han movilizado a los partidos, a los colegios de abogados, a las asociaciones de vecinos; que han sido el origen del reparto de bofetadas en algún pleno municipal, y que se han colocado a la cabeza de las reivindicaciones feministas más inmediatas, no tienen muy asumido el papel de heroínas que les toca vivir. Todavía bullen en sus cabezas demasiadas contradicciones: por una parte, ellas querrían mantener el anonimato a toda costa, pero, por otro, se dan cuenta de que es prácticamente imposible desviar la atención de tantas personas, y además, si este bochorno -esta fue la palabra empleada por una de ellas para definir su presencia ante los periodistas- sirve por lo menos para que «a nuestras hijas no les toque pasar nunca por lo que nosotras estamos pasando, lo daremos por bien empleado».
Una a una, las mujeres van haciendo un brevísimo resumen de las circunstancias que las indujeron a abortar. El ambiente tenso que reinaba en la sala y la escasa facilidad de palabra de algunas de ellas hacen que sus versiones resulten confusas y atropelladas. Sin embargo, en entrevistas personales con cada una de ellas, EL PAIS obtuvo toda clase de detalles sobre sus casos. Sólo han pedido un riguroso anonimato, por lo que los nombres aplicados a cada caso son supuestos.
MARIA
"Si alguien supiera lo que tuvimos que pasar..."
A María también le dijeron los médicos que los anticonceptivos estaban prohibidos; así es que, en el mes de febrero, cuando venía el cuarto niño, con el marido recién operado de una fístula, sin dinero ahorrado («no sé qué íbamos a horrar con tanto crío y con el jornal de la fábrica») y con la letra del piso que la vencía en mayo, a María y a su marido se les cayó el mundo encima. María es una mujer regordeta, de unos 35 años, que ha roto a llorar dos veces mientras contaba su caso y después se ha disculpado por ello. Enciende un cigarrillo, muy nerviosa, esconde la cara con una mano y dice con voz entrecortada: « ¡Ay, Dios mío, si alguien supiera lo que hemos tenido que pasar! » El marido, convaleciente, tuvo que ir a descargar camiones «para poder traer algo a casa», y las 5.000 pesetas que le cobraron por abortar -fue el 9 de agosto de 1976- era dinero prestado.
ANTONIA
"El dinero no me alcanzaba"
La falta de medios económicos ha sido el motivo principal que indujo a la mayoría de estas mujeres a interrumpir su embarazo.
Antonia, una mujer menudita, que aparenta unos treinta años llevaba dos de casada y tiene dos críos. «Mi marido es camionero, apenas si gana para pagar el piso y mantener a los dos niños», afirma. A los tres meses de nacer su segundo hijo, Antonia tuvo una falta, y asegura no se lo pensó dos veces: «Me enteré de que había una mujer en el barrio que podía solucionarme el problema, y allí acudí. La operación fue muy sencilla; apenas me dolió, y después no he tenido ningún tipo de complicación.» A Antonia le cobraron 3.000 pesetas, y fue una tarde de enero de 1975 cuando decidió ya abortar. Después de aquello ya no ha vuelto a quedarse embarazada, y desde hace tres años toma anticonceptivos.
Un caso similar es el de Carmen, una mujer fuerte, muy decidida, que no baja la cabeza cuando habla, y que de cuando en cuando suelta alguna carcajada, síntoma de que ha superado el miedo y la vergüenza del principio. Cuando se quedó embarazada por cuarta vez desde que se casó (casi había parido un niño por año de matrimonio), su marido ganaba 11.000 pesetas mensuales.
CARMEN
"Me negaron los anticonceptivos"
«Yo estaba muy agotada, con los críos tan pequeños, pasaba muy malas noches, teníamos el piso sin pagar (en Basauri casi no existen los pisos de alquiler). La mujer del barrio se dio a conocer y me dijo que no me preocupase de nada, que no habría ningún peligro. Sólo me cobró ochocientas pesetas, y de esto hace ya siete años. Eran tiempos muy malos y yo no podía alimentar a un cuarto hijo, así es que aborté.» Cuenta que tampoco tuvo complicaciones secundarias y que en la Seguridad Social le negaron los anticonceptivos cuando los precisó, ya con tres niños. «Un médico llegó a decirme», explica, «que él tenía nueve hijos porque Dios se los había dado. ¿Cómo podía razonar yo a ese médico que mantenía muy bien a sus nueve hijos, pero que mi marido y yo apenas podíamos con nuestros tres niños? Así es que no insistí más y me marché. Tampoco acudí a médicos particulares. ¿Y con qué dinero iba yo a pagarles?» A los seis años del aborto, Carmen se quedó otra vez embarazada, «y entonces, como en casa las cosas nos iban mejor tuvimos el niño, y tan contentos».
AMELIA
"Había perdido los varones recien nacidos"
El caso de Amelia es particularmente dramático. En su decisión de abortar concurrieron dos hechos: su marido acababa de salir de la famosa huelga de Bandas, una de las empresas pioneras en la lucha obrera durante el franquismo; fueron cinco meses de paro en pleno 1966. «En casa no había ni qué comer y ya había tenido a las dos niñas.» Por otro lado, Amelia atravesaba un momento psicológico muy delicado. Desde que se casó se había quedado embarazada cuatro veces, las cuatro veces dio a luz, y por una enfermedad que tiene ella sólo le sobreviven las niñas, los dos varones que tuvo no llegaron a cumplir los diez meses, y su cortita vida la malvivieron en el hospital
Así es que cuando de nuevo se quedó embarazada, ella dice que le entró «una obsesión muy grande» porque el embarazo había comenzado muy mal, con los mismos dolores que cuando tuvo a sus niños varones, y repite una y otra vez su convencimiento de que esta vez le nacía un niño, otra criatura a la que hay que visitar todos los días detrás de un cristal mientras le sobreviene la muerte segura. También Amelia acudió a la mujer del barrio, que en este caso compartía además su mismo portal. «La conocía desde siempre, y sabía que ninguna mujer que se había puesto en sus manos había sufrido complicaciones; así es que un día subí a su piso y aborté.» Antes, cuenta Amelia, también había pedido anticonceptivos en la Seguridad Social y, como a sus compañeras, no se los prescribieron.
Por aquella paradoja de la vida, fue Rosa, otra de las mujeres procesadas en la misma causa, a la única que en «el Seguro» le facilitaron anticonceptivos, precisamente a la única que no los podía tomar, pues Rosa está enferma desde hace muchos años y «no los toleraba. Me ponía malísima».
ROSA
"Harta de traer al mundo niños enfermos"
Rosa es la que parece que lleva la voz cantante en el grupo, la que más habla, la que parece tener las ideas más claras. Ella resume su historia en pocas palabras: «Yo aborté porque ya estaba harta de traer al mundo niños enfermos. Cuando me quedé embarazada por primera vez, a los pocos meses de casarme, tuvieron que operarme de apendicitis a los ocho meses y medio de embarazo. Algo se complicó en aquella operación, porque yo después seguí con bastantes problemas. Después de un embarazo y un parto muy doloroso nació mi primer hijo, muy delicado, y tan enfermo que de la sala de partos lo trasladaron inmediatamente a la unidad de cuidados intensivos. Tardé varias semanas en conocerle. Después estuvo ocho meses con fiebres altísimas. Al poco tiempo me quedé otra vez en estado, embarazo complicado esta segunda vez, con varios cólicos hepáticos. Prácticamente, los nueve meses los pasé internada en Cruces. A los quince días del nacimiento de mi segundo hijo, éste empezó con unas hemorragias terribles, que le habían sobrevenido a consecuencia de mi enfermedad. El niño tiene ahora ocho años, pero desde que nació no ha estado completamente sano ni una sola vez en su vida. Ahora su salud se ha estabilizado bajo tratamiento que le están haciendo en La Paz, en Madrid.»
A los catorce meses del segundo parto, Rosa se quedó otra vez embarazada: «Mi salud estaba peor, y esta nueva criatura tampoco cuajó dentro de mí; así es que aborté, porque para traer niños al mundo que no hacen otra cosa que sufrir ellos y sufrir yo, para eso no los traigo.»
ANA
"No quería abortar"
Ana se quedó embarazada de su novio a los dieciocho años, cuando éste estaba haciendo la mili. Después de cuatro años y medio de noviazgo, Ana se encontró con este problema, y al principio intentó ocultarlo en la fábrica y en su casa. Cuando la situación se hizo insostenible, estalló; su familia se llevó un gran disgusto («Hija mía: qué dirá la gente de nosotros, qué vergüenza, Señor.»). A toda prisa intentan arreglar el casamiento, fijaron la fecha de la boda, y a última hora el novio se volvió atrás. «Fue entonces, al no poder arreglarlo con el matrimonio», cuenta Ana, «cuando mi madre empezó a ver la posibilidad de que me deshiciese del crío. Un buen día me dijo de ir a Bilbao a visitar a una mujer; yo no quería abortar, pero entre todos me convencieron. La mujer me decía: «Pero, hija mía, ¿qué vas a hacer con un niño a tus dieciocho años? Se acabó tu juventud.» Así es que intenté abortar, pero el embarazo estaba ya muy avanzado y no fue posible. Volví a mi casa, tuve el niño y me casé con mi novio. Todo quedó en un mal recuerdo.»
Sin embargo, a Ana se le piden también seis meses y un día de prisión, al igual que al resto de las mujeres acusadas de haber abortado.
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