Una agradable recreación
La dama del expreso supone el rescate de una de las mentes más brillantes del cine de los cincuenta y los sesenta: George AxeIrod. Discípulo aventajado del gran Billy Wilder, con quien adaptó para el cine su obra teatral The seven year itch (La tentación vive arriba, 1955), comienzo de su deslumbrante carrera de guionista, AxeIrod escribió dos comedias tan modélicas como son Bus Stop (Joshua Logan, 1956) y Desayuno con diamantes (Breakfast at Tiffanys, Blake Edwards, 1961) y fue el máximo responsable, en su doble calidad de guionista y productor, de Encuentro en París (Paris when it sizzles, Richard Quine, 1964), El mensajero del miedo (The Manchurian Candidate, John Frankenheimer, 1962) y Cómo matar a la propia esposa (How to murder your wife, Richard Quine, 1965). Tras una carrera tan apabullante, Axelrod se eclipsó -o mejor: se esfumó- tras dirigir dos filmes nunca estrenados en España. Ahora, diez años más tarde, reaparece como guionista de un filme británico, producido por la Hammer, casa especializada casi exclusivamente en cine de terror, y que resulta ser nada menos que un remake de The lady vanishes (1938), penúltimo filme inglés de Alfred Hitchcock, estrenado aquí como Alarma en el expreso.Pocas cosas de esta Dama del expreso nos remiten al toque AxeIrod, a su elegante y nada superficial sentido del humor, su inteligente forma de ironizar sobre los sentimientos y su absoluto dominio del diálogo, características todas ellas que hacían de AxeIrod un guionista con auténtica clase. Ello se debe, fundamentalmente, a la exagerada esclavitud de esta nueva versión respecto del original. Aquí remake está tomado al pie de la letra: rehacer.
La dama del expreso (The Lady Vanishes)
Director: Anthony Page. Guión: George Axelrod. Fotografía: Douglas Slocombe. Música: Richard Hartley. Intérpretes: Elliot Gould, Cybill Shepherd, Angela Lansbury, Herbert Lom, Arthur Lowe, Ian Carmichadi y Jenny Runacre. Inglesa, 1979. Local de estreno: Amaya
Las modificaciones introducidas por AxeIrod se refieren, sobre todo, a la personalidad de los dos protagonistas. No en vano Axelrod cambia sus nombres, nacionalidad y profesiones, mientras mantiene intactos los de los demás personajes. La prudente inglesita en vísperas de matrimonio que interpretaba Margaret Lockwood se convierte en una enloquecida millonaria encarnada por Cybill Shepherd, y el músico que la ayudaba (Michael Redgrave) es ahora un periodista progre (Elliot Gould). Algunos afortunados retoques de diálogo y las lógicas modificaciones, al estar los nazis vistos desde después de la segunda guerra, constituyen las pocas innovaciones introducidas en este filme, que le viene demasiado grande al impersonal trabajo del director Anthony Page, pero que se ve, en cualquier caso, con agrado. Sobre todo si tenemos en cuenta la escasez de este tipo de cine.
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