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La feria del libro periférica es un fracaso

La Feria del Libro de Otoño en las barriadas periféricas, a los cuatro días de su inauguración, está resultando un fracaso no solamente por las escasas ventas realizadas en las casetas, sino también por prácticamente nula participación e interés vecinal que ha despertado el certamen.

GARCIAEn lo cinco puntos periféricos en los que se han instalado las casetas feriales (Latina, Carabanchel, Villaverde, Canillas y Vallecas), la afluencia de personas interesadas en el libro es mínima. Tanto es así que, excepto en Vallecas, los libreros han decidido abrir solamente a partir de las seis de la tarde. Con todo, lo más vendido son tebeos y cuentos infantiles, «de un precio no superior a las 35 pesetas», y, como excepción, el libro de Felipe González Socialismo es libertad.Las actividades culturales que paralelamente se realizan en las casetas periféricas consiguen diariamente despertar un interés algo mayor que los libros expuestos. Sin embargo, no se llega al éxito obtenido en otras convocatorias semejantes. La media de asistencia a este tipo de actos no sobrepasa las cincuenta personas.

La feria periférica había sido anunciada por sus organizadores como un intento de descentralización del certamen anual del libro.

Para ello, el Ayuntamiento puso a disposición de los libreros de los barrios diez casetas en cinco barriadas. El precio del arrendamiento de la caseta ha sido de mil pesetas, y en los distritos donde el número de libreros sobrepasa (Latina y Carabanchel) la cantidad de casetas disponibles, la adjudicación se ha hecho por sorteo. En los distritos donde no había suficientes libreros para cubrir las casetas -en Vallecas sólo hay tres librerías- se ha cubierto el cupo con editoriales y libreros de otras zonas.

Muchos son los factores que podrían presentarse como responsables de este inicial fracaso de la Feria del Libro de Otoño. Alguno de ellos ha sido puramente fortuito y accidental. Concretamente, en Villaverde, los niños destrozaron los días anteriores completamente las casetas y hubo que volver a construirlas. Sin embargo, el mayor obstáculo de la feria ha sido el hecho de que la muestra coincida con la venta del libro de texto. Las familias tienen que desembolsar una importante cantidad de dinero para estos libros y son pocas las que todavía disponen de presupuesto para comprar otra clase de libros. Luego, la falta de propaganda del certamen, la escasa ayuda editorial para las casetas, son otros temas que denuncian algunos.

El simple recorrido por las cinco miniferias de la periferia puede llegar a ser desalentador. En Hortaleza está instalada en la carretera de Canillas. Allí, las diez casetas alquiladas por el Ayuntamiento -formica, aglomerado de madera, cartones y alambres- aparecen como un islote poco apetecible para los viandantes. Algunas personas jóvenes se aproximan a los puestos y, tras una ojeada rápida, se van sin comprar nada.

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En Carabanchel la han instalado en el Camino Viejo de Leganés, en el cruce con Alejandro Sánchez. A las seis y media de la tarde solamente había abiertas seis casetas. Al igual que en otros puntos, los vendedores explican que solamente hicieron ventas interesantes durante el fin de semana y que quienes más cosas piden son los niños.

Al contrario que en otros barrios, Vallecas no es la primera vez que cuenta con feria del libro propia. Esta es la cuarta vez que los tres únicos libreros que hay en Vallecas, para más de medio millón de habitantes, han montado sus tenderetes junto a dos editoriales (Labor y Sopena) y otros libreros de Madrid. La única esperanza de éxito de la feria estaba en este barrio, tanto por su tradición ferial como por la habitual participación vecinal en este tipo de certámenes. Francisco García, de la librería Bulevar, explica las razones de esta falta de interés ciudadano: «Nos hemos encontrado con que las fechas del certamen coinciden con la época de mayor venta de libros de texto. La gente ha hecho un desembolso económico importante y no tiene dinero para comprar más libros.»

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