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Tarradellas ocultó a las autoridades y a la familia el lugar de enterramiento de Francesc Maciá

Por un lado, el tema parece configurar una novela gótica. Pero, dada la personalidad del presidente Maciá y la responsabilidad personal de Tarradellas en tan increíble historia, resulta un drama político, revelador de los derroteros de la actual política catalana. «En cualquier país europeo», manifestó a EL PAÍS un alto dirigente socialista, visiblemente indignado, «el proceder de Tarradellas con relación a los restos mortales de Maciá le habría costado el cargo. Tarradellas ha engañado a la familia Maciá, al pueblo de Cataluña y al Ayuntamiento de Barcelona.»La historia arranca el pasado 21 de diciembre, fecha en que EL PAÍS reveló que, según informaciones directas y responsables de destacados dirigentes catalanistas del período republicano, el cuerpo de Maciá no se hallaba en la que pública y oficialmente era considerada su tumba. Tanto la hija del presidente Maciá, María Maciá, como Josep Andreu Abelló, actualmente senador socialista y durante la guerra civil presidente del Tribunal de Casación de Cataluña, confirmaron plenamente la información. Quedaba claro que el traslado lo había efectuado en secreto Josep Tarradellas, la víspera de la caída de Barcelona en manos de las tropas franquistas. El propio Tarradellas se lo notificó al presidente Companys, cuando éste se encontraba reunido con el señor Andreu Abelló.

El escándalo reside en que Tarradellas no hubiese hecho nada para que, pasado ya todo peligro de profanación de la tumba, el cadáver del presidente Maciá volviese a la tumba vacía, que era objeto de homenajes populares. La familia Maciá se mostró ya entonces quejosa de la actitud evasiva y dilatoria de Tarradellas y deseosa de solucionar tan delicado problema familiar.

Narcís Serra, al acceder a la alcaldía de Barcelona, expresó el deseo de solucionar el problema. Poco después del cambio municipal, el director general de Enseñanza de la Generalitat, Jordi Maragall, visitó oficialmente al concejal socialista Solé Sabarís para manifestarle, según informó este último a EL PAÍS, que Tarradellas había comunicado al consejero de Cultura, Pere Pi-Suñer -en quien se da la circunstancia de que está casado con una nieta de Maciá-, que el cuerpo de éste se encontraba en el interior del panteón Collaso Gil. Este panteón es ahora propiedad municipal. La última persona enterrada en el mismo fue José Collaso Gil, alcalde de Barcelona, entre 1894 y 1897, y 1909 y 1913, que falleció en 1923.

Desde aquella visita de Maragall, que representaba a Pi-Suñer, y siempre a instancia de la familia Maciá, el Ayuntamiento empezó a preparar el traslado del cuerpo a su tumba oficial. El alcalde visitó de forma privada tanto el panteón Collaso como la tumba que se creía vacía. Serra ordenó que se pintara y limpiara la tumba y sus proximidades y acordó también que el Ayuntamiento en pleno acompañara el cadáver en el acto de traslado, oficialmente fijado para el próximo día 10. Infructuosamente, Serra intentó que el presidente de la Generalitat se sumara a los actos. Las respuestas siempre fueron evasivas. Tampoco hubo manera de concretar la devolución a la familia del corazón de Maciá, que Tarradellas guarda en el interior de un recipiente con líquido conservante, para que fuera enterrado junto con el cuerpo.

El acto de ayer era una mera formalidad, pero al abrirse las ocho tumbas y el osario que se encuentran en el interior del panteón Collaso se comprobó que no figuraba en su interior el féretro del presidente Maciá. La sorpresa fue enorme. El concejal socialista presente en el acto profirió frases irreproducibles para calificar la actitud de Tarradellas. La familia Maciá quedó atónita. «Siempre que veníamos a visitar su tumba oficial», afirmó la nieta de Maciá, «nos deteníamos un momento ante el panteón Cofiaso Gil, por creer que en su interior descansaban realmente los restos del presidente.»

Ante la sorpresa, los responsables municipales y la familia Maciá acordaron abrir la tumba oficial de éste. Levantada la losa y abierta una trampilla interior, apareció el féretro del presidente Maciá. Para lograr una total certeza, se abrió el ataúd. El cadáver, muy descompuesto, pese a que había sido embalsamado, aparecía cubierto por una bandera catalana. A pesar de que el rostro estaba desfigurado, podían apreciarse las facciones más características del líder catalán. Era posible un reconocimiento formal. Junto al féretro se hallaba una pequeña urna de cinc con las vísceras extraídas con motivo del embalsamamiento, exceptuando, claro está, el corazón.

La reacción en contra de Tarradellas fue unánime. Todos los asistentes coincidieron en destacar que todo se hubiera evitado si el actual presidente provisional de la Generalitat hubiese dicho lo que sabía.

Resultaba, en definitiva, que el cadáver de Maciá no se había movido de su tumba, en contra de lo manifestado por Tarradellas en las postrimerías de la guerra civil al presidente Companys, en presencia de Josep Abelló, con el argumento de que el traslado se había efectuado para evitar una posible profanación.

Para que la confusión resulte aún mayor, hay que añadir que pocas horas antes, ya de madrugada, el consejo ejecutivo de la Generalitat había acordado lo que sigue: «A propuesta del muy honorable presidente (Tarradellas), el consejo ha encargado al consejero de Enseñanza y Cultura, señor Pere Pi-Suñer, la organización de los actos para el traslado de los restos de los presidentes Francese Maciá y Lluis Companys y de Pau Casals a su sepultura definitiva.»

Diversas fuentes políticas de la máxima solvencia intentaron anoche, a requerimiento de EL PAÍS, hallar una explicación a tan fantástica forma de proceder por parte del presidente provisional de la Generalitat. Algunas explicaciones se limitaron a analizar críticamente la estructura de la personalidad de Tarradellas, mientras que otras consideraron que detrás de toda esta serie de medias verdades y de faltas claras a la verdad se esconde el deseo de Tarradellas de hacer realidad un pequeño «Valle de los Caídos», del que informó ayer este periódico.

El proyecto de mausoleo de Tarradellas se habría presentado bajo la apariencia de justificar el trasladó de los restos mortales de Maciá, pero, en realidad, la principal intención sería la de construir la propia tumba del actual presidente de la Generalitat, absolutamente en la línea de lo llevado a cabo por el general Franco. Su ubicación estaba prevista en la finca de Font Martina, en la montaña de Montseny, propiedad de la Diputación

En este sentido es de destacar que se encuentra parado el proyecto de construcción de un monumento a Maciá, para el cual hace ya meses una colecta popular recogió cinco millones y medio de pesetas. Los organizadores de la colecta manifestaron que el proceso fue parado por Tarradellas. Existe la posibilidad de que éste pensara conjugarlo, en el momento que considerase oportuno, con el proyecto de mausoleo. Pero ahora, el Ayuntamiento ha tomado en sus manos la idea y el monumento se alzará en un futuro inmediato en la actual plaza de Calvo Sotelo, que será rebautizada con el nombre de Francesc Maciá, paralelamente al cambio del actual salón de Víctor Pradera por el nombre de Lluis Companys.

Ahora, con el descubrimiento de todo esto, la versión tarradellista del «Valle de los Caídos» se viene abajo. Pero los hechos tienen otras repercusiones políticas, que pueden ser de importancia, si se recuerda el carácter sentimental del pueblo catalán. «Al presidente Maciá», afirmó una fuente socialista, «le debemos agradecer el haber ganado una batalla después de muerto, ya que lo políticamente destacable de todo lo sucedido es la pérdida de credibilidad personal por parte de Tarradellas.»

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