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Reportaje:

La escena española, del olvido a la renovación

Conclusiones de las Jornadas de Teatro Clásico de Almagro

Los participantes en las II Jornadas de Teatro Clásico de Almagro -cerca de cincuenta, entre los que se encontraban investigadores, críticos, autores, directores y actores- han llegado a una conclusión clara y además unánimemente compartida: no habrá renovación y despegue de la precaria situación teatral española, si no es a través de los propios hombres de teatro y a través del hecho teatral presentado al público, pero la creación teatral necesitará también, cada vez más, y sobre todo en lo relacionado con nuestros clásicos, de unas bases científicas y de la ayuda conjunta de profesores, investigadores y críticos.

Parece que, por una vez, tanto teóricos como prácticos del teatro se han puesto de acuerdo en considerar el hecho teatral como una tarea colectiva en la que no exista una dicotomía práctica-reflexión crítica, como da la impresión de que se encuentran en tantos otros campos de la cultura.«El actor es un elemento esencial el más importante», diría José Luis Gómez, «pero no sabéis bien la falta que nos hacéis, vosotros especialistas, porque el actor necesita disponer de los máximos datos posibles para interpretar correctamente y de una forma pluralista y enriquecedora el hecho teatral; el actor necesita preparación.»

«Creo que estas jornadas», sintetizaría Alberto de la Hera, director general de Teatro, «han servido, entre otras cosas, para tender un puente entre todas las personas interesadas en el hecho teatral. Ahora vamos a empeñarnos, también con hechos, a continuar por este camino.»

Naturalmente, en las jornadas se han suscitado fuertes polémicas derivadas de las distintas formas de entender la interpretación del teatro clásico español y el fenómeno del teatro en sí. Al final no ha quedado muy claro, tras profundas discusiones, de qué manera se puede relacionar el teatro con la universidad. También han quedado varios interrogantes en el aire sobre los problemas de adaptación de los clásicos.

En la línea de relacionar el teatro con la universidad se situó la intervención, en la última de las sesiones, del crítico y profesor Andrés Amorós, quien propuso la creación de un Instituto Universitario de Teatro, como un «lugar de encuentros entre los hombres de teatro y los investigadores, abierto a todas las prácticas teatrales y en el que coexistieran», refiriéndose ya a los clásicos, «montajes a la letra junto a otros innovadores, aunque dando siempre más importancia a estos últimos». ¿Y por qué esa necesidad de investigación sobre el teatro clásico español? Andrés Amorós se ha respondido: «Porque el teatro clásico español es una de las aportaciones máximas a nuestra cultura y porque supone una de las cotas más altas del teatro mundial.»

Ante el dilema de adaptar o cambiar, Andrés Amorós se inclina por lo segundo, aunque hay que mantener siempre el espíritu de la obra. «Ese espíritu de los clásicos también hay que descubrirlo muchas veces, porque desde la escuela nos han presentado a los clásicos como una losa, la gente piensa sólo en el culto a la monarquía, al honor y a la religión, con lo que se ha conseguido una visión tópica del Siglo de Oro. Por eso ha sido tan clara la caída del público del teatro clásico.»

Adaptación de los clásicos

La adaptación de los clásicos, vista desde la óptica del actor, también presenta numerosos problemas, como señaló en su ponencia la actriz Nuria Espert, codirectora también del Centro Dramático Nacional. Una de estas dificultades, y no pequeña, es el verso. «¿Cómo se dice el verso? ¿Cómo los poetas? ¿Como Manuel Dicenta? ¿Como los rapsodas profesionales? No lo sé. Y si yo, que he hecho toda mi vida teatro clásico, no lo sé, cómo se sienten tan seguros esos que sólo afirman: "El verso hay que decirlo bien." Pobre revelación, en la que todos estamos de acuerdo, pero que no nos ayuda.» A pesar de todo, y precisamente a raíz de estas dificultades, Nuria Espert confesaría: «Creo en el teatro clásico, en su valor intrínseco, en su frescura con la que nos transmite a través de los siglos un tesoro y un mensaje que pueden servir de punto de apoyo para nosotros, sus desasidos sucesores. Además de estudiar el momento histórico, sus circunstancias, sus debilidades, sus renuncias personales o sociales, además de musicar de una manera distinta, la octava real, el soneto, el romance y la redondilla, hay que encontrar el interruptor que convierta a nuestros clásicos en luminosos y vivos.»Las jornadas de reflexión, en las que han intervenido destacadas figuras del teatro en casi todas sus facetas, como son José Antonio Maravall, Francisco Ruiz Ramón, José María Díez Borque, José Manuel Rozas, Francisco Nieva, Luciano García Lorenzo, Francisco Rico, José Osuna, José Luis Gómez, José Monleón, Xavier Fábregas, Andrés Amorós, Ricard Salvat, Carmen Martín Gaité, César Oliva, Nuria Espert y José Martín Recuerda, entre otros, presentan por lo menos otras dos facetas. Una de contacto directo con representaciones teatrales de obras clásicas adaptadas al presente y otra de presentación de proyectos futuros de trabajo en distintos organismos teatrales que de alguna manera intentarán llevar a la práctica algunas de las sugerencias que tienen el origen en lo que se ha tratado estos días.

Teatro en vivo

Los asistentes a las jornadas han tenido la oportunidad de ver, sentir y juzgar diariamente representaciones de obras clásicas tales como Historia de los amores de Rampín y la lozana, sobre la obra La lozana andaluza; El perro del hortelano, de Lope de Vega; Los malcasados de Valencia, de Guillén de Castro; La dama duende, de Calderón de la Barca; Don Duardos, de Gil Vicente; La dama boba, de Lope de Vega, y Rinconete y Cortadillo, de Miguel de Cervantes, en los marcos inigualables de la plaza Mayor, el convento de los Dominicos y el Corral de Comedias de Almagro.Quedaba así facilitado el contacto de los estudiosos y especialistas con la viva y actual representación de los clásicos. En algunos casos esta dialéctica del contraste superó la simple reflexión y el simple comentario, para adentrarse en el debate razonado. Este es el caso de la obra La dama boba, de Lope de Vega, interpretada por el Teatro Estable Castellano. Los congresistas pidieron a su director, Miguel Narros, que les explicara, en sesión extraordinaria, porque las jornadas habían concluido, las variaciones y adaptación que había introducido.

El espíritu de estas jornadas de Almagro se va a alargar, por otra parte, en un intento de hacerlo operativo en varios frentes que, esquemáticamente, se refieren a los programas actuales, a corto y medio plazo anunciados por el director general de Teatro: próximas jornadas internacionales de teatro de Sitges (19 al 28 de octubre), en el XII Festival Internacional de Teatro de esta localidad; labor de investigación del recién creado Centro de Documentación Teatral, con sede en El Escorial; preparación por el Centro Dramático Nacional del Centenario de Calderón (1981) con obras y actos dedicados a este autor clásico; actividades del CNINAT para promocionar el teatro entre los niños; apoyo investigador del CSIC; jornadas de teatro en Sevilla; intercambios teatrales con Latinoamérica (próximos coloquios hispano americanos de teatro) y reedición de la revista Primer Acto, cuyas gestiones, encargadas a José Monleón, van muy avanzadas.

A todo esto hay que añadir la invitación que ha hecho la codirectora del Centro Dramático Nacional, Nuria Espert, a todos los profesionales del teatro a «crear un seminario vital y riguroso, a fin de reencontrar, si es que existe, nuestra tradición perdida, y si no aparece, o no existe, o no está, a inventar juntos la manera española de representar a sus clásicos.

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