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Tribuna:SPLEEN DE MADRID
Tribuna
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Las páginas amarillas

Máximo, el gran Máximo, me lo dijo el otro día:-Déjate de páginas amarillas. Son ya páginas áureas.

Pero lo del oro está caro y peligroso. Quedémonos emboscados entre las hojas amarillas del árbol /periódico, en la copa frondosa del otoño oficial y sentimental, hasta donde me llegan los cheques de Barcelona, tan necesarios para una vida de anacoreta, las recetas de Ortiz Vázquez, que dan lucidez laica, mística y suiza al pensamiento, para escribir, las cartas de Feliciano Molina, desde Pedro Muñoz (Ciudad Real), denunciando de nuevo la contaminación y el veneno que una arbitraria fábrica de detergentes ha metido en el bello pueblo manchego, sonetos de Quevedo y dibujos de Alfredo, la revuelta de los fotógrafos deportivos contra el redicho Naranjito, la protesta de Jorge por el trasvase Tajo/Segura, postales suizas y anónimos venecianos, fotos sexy de la inolvidable Catherine, cartas incondicionales de María Flor de Lis Epifanio, pancartas de Güemes, el hombre de la Vaguada, que ya -ay- no es nuestra, porque no lo fue nunca, sino que dice que quiere ser francesa antes que capitana de la tropa aragonesa, avisos de los Piraña, aclarándome que ellos no se arrugaron en Vallecas (debieron ser los Pirámides, el rock/Vallecas es un mundo), la salvia de André Malby, en la que me baño todas las mañanas, como una reinona de Saba que escribiese artículos, el saludo de Vilallonga a su abrigo, desde Barcelona, la solidaridad del escritor soriano Francisco Amayas con mi denuncia del futuro puente sobre el cadáver fluvial de Machado, o sea el Duero, el abrazo caligráfico y emocionante de Jorge Guillén desde Málaga, el recuerdo casi marinero de Carlos Barral, como un capitán de barco de Melville que leyese a Melville, la invitación cubista para una muestra Braque, la petición de firmar libros en la Feria Latina/Aluche, el impacto de Pepe Martín en el último teleteatro, nota para un almuerzo con Joaquín Garrigues y la prensa de provincias, entradas para el Teatro Lliúre, cubata comunista del Comité Central o Komintern madrileño, un «no al divorcio» de mi señora, un abrazo de Cristino de Vera, el rumor de que hay epidemia de cólera en el Congreso PSOE y hasta el zorro y la víbora, que se me suben al árbol, tipo fábula, para pedirme un artículo a lo Samaniego contra el decreto del Medio Ambiente que decide la extinción de estos bellos animales, a más de la llamada de Victorita para el preestreno de Buero y la llamada de Sisita para el preestreno o bautizo de su niño (dos meses).

Las páginas amarillas. Aunque uno se esconda o le escondan, la gente le encuentra a uno, pero uno quisiera estar mucho más emboscado, como bien me dice Carmen Diez de Rivera, bella y convaleciente, rubia del sol rubio de otoño, porque cuando la muerte sigue matando militares, en España, y los militares dicen su verdad, no sólo a quien con ellos va, como Arnaldos, sino a todo el país, cual Milans del Bosch, tío de Sisita y tío-abuelo del niño que bautizamos en una democracia que al general no le gusta, cuando todo esto pasa y sigue pasando, con un civil inerme responsabilizado de la clase armada, como Azaña (pero que para nada es Azaña), entonces aquí puede pasar todo/nada/cualquier cosa.

Por las páginas amarillas corre el viento tibio de septiembre /octubre, el rumor de la vida y sus encuentros, todo lo que he resumido más arriba, una cotidianidad que es el vivir y quiere reanudarse, después del verano, establecer su tejido pacífico, tan zurcido ya de muertes negras. ¿Quién no nos deja vivir, qué mata la democracia, por qué la vida española, tan plural, del Fraga que pide pena de muerte a la víbora franciscana que pide derecho a la vida, ha de ser masacrada día a día? Democracia es todo lo que he enumerado aquí, todo lo que me busca, todo lo que buscamos por vivir y convivir. Hemos tratado, ingenuamente, de hacer una democracia en paz, con perfil de piel de toro, en mitad de la guerra de las galaxias, que es lo que está viviendo el Universo. Y en la guerra de las galaxias, o te alineas o te alinean. No sabemos en qué línea, pero nos están alineando golpe a golpe. Muerto a muerto.

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