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CIENCIA

La Asociación de Forenses promueve la discusión de la ley de Trasplantes

La nueva ley de Trasplantes de Organos, aprobada por el Congreso el pasado día 27 de julio, está pendiente de su aprobación por el Senado. El ciudadano de a pie comenta: «Cuidado, amigo, si entras a un hospital: puedes salir sin ojos.» Indudablemente hay exageración y confusionismo. Por esto y por otras razones la Asociación de Médicos Forenses va a celebrar una mesa redonda en torno al tema los días 16 y 17 de octubre en el Colegio Oficial de Médicos de Madrid. Informa Jesús de las Heras.

«A esta mesa redonda queremos que asistan también juristas», dice el encargado de la organización de este acto, José Antonio García Andrade, forense de Madrid. «Y será preciso eludir», puntualiza, «las disquisiciones políticas o religiosas, a fin de enjuiciar el tema en su estricto plano médico y jurídico».La cuestión es, en su opinión, que «el confusionismo existente sobre los trasplantes de órganos se ha visto aumentado con el texto de este nueva ley, resultante de los anteproyectos socialista y centrista».

La frontera de la muerte

El problema lo presenta como complejo y mixto: «No podemos seguir importando órganos y hay que abordar la cuestión desde un punto de vista doble: el médico y el legal.»La nueva ley, en un intento de avance para poder disponer de órganos trasplantables, llega a determinar que el cadáver de un fallecido podrá ser utilizado para extraer órganos con fines de trasplante siempre que el difunto no hubiera hecho en vida mención expresa de lo contrario. Y fija una serie de medidas previas, de tipo médico y legal, para determinar el fallecimiento y correspondientes garantías legales.

La Asociación de Médicos Forenses pretende ir más lejos. Apurar más las garantías y, al mismo tiempo, «poner al día criterios fundamentales sobre la muerte y la agonía», matiza García Andrade.

«La frontera entre la vida y la muerte era muy sencilla de establecer hasta hace poco. En las novelas policiacas, ya se sabe, se llama al forense y él establece la hora de la muerte de la víctima, las 5.40, así de preciso, pero esto es mentira. »

«La muerte», dice García Andrade, «no es un acto, es un proceso». Y añade: «Clásicamente se entendía por muerte el paro cardíaco. Pero ni el paro del latido cardíaco ni el del latido cerebral son suficientes para que hoy podamos asegurar que se ha producido la muerte. Hay una serie de procesos vitales que van más allá».

«Si empezamos a hablar de proceso de muerte y no de acto, la frontera se nos va más allá. Y en esa frontera podemos tener a una persona durante horas, días, semanas, meses. Pero cuando empieza el proceso de muerte, y es irreversible, estamos en presencia de la muerte. Ahora bien, mientras esto no esté aclarado científicamente, nosotros estamos atados.»

Otro aspecto de la cuestión viene de lo que se ha dado en llamar socialización de la muerte. «Antes, el cadáver sólo servía para un rito (con independencia de connotaciones religiosas), pero no se puede prescindir del derecho de la persona a disponer de su propio cuerpo: hay gente que quiere donar y gente que no».

«Es necesario dar garantías a la población de que no se le va a despojar de sus órganos en cuanto se descuide», precisa. «Tiene que haber una figura intermedia e independiente entre el donante y el receptor, y el forense sería la más idónea.»

Así, las tesis de la anunciada mesa redonda se centran en la necesidad de ampliar las donaciones, determinar el proceso de muerte irreversible, garantizar el respeto al derecho individual de disposición del propio cuerpo, establecimiento de una figura legal garante y una no menos necesaria revisión de la distanasia o prolongación de la agonía.

Este último punto aborda la problemática derivada de prolongar artificialmente la vida de un enfermo. Según José Antonio García Andrade, en este tema incide también el derecho individual «a una agonía natural».

«Generalmente, el mejor donante es el cadáver judicial, esto es, el de una persona muerta por trauma. Suele ser una persona de órganos sanos. Pero el cumplimiento de la autopsia exige un tiempo que suele hacer iservibles los órganos utilizables.» «Debido a estas dificultades, entre otras, resulta que hay que buscar los donantes entre los enfermos clínicos. A muchos de éstos se les mantiene artificialmente con vida, pero son auténticos vegetales. »

Finalmente, en la citada mesa redonda se tratará también de la necesidad de concretar los órganos trasplantables.

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