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Hafizullah Amin asume el control total del poder en Afganistán

El nuevo presidente de Afganistán, Hafizullah Amin, en una alocución por radio de veinte minutos, anunció el lunes por la noche que el país queda bajo la dirección colectiva del Partido Demócrata del Pueblo y del Consejo Revolucionario, en lugar del Gobierno de una persona. Asimismo, proclamó, que Afganistán desea continuar sus relaciones fraternales con los países comunistas, pero que también desea lazos amistosos con sus vecinos islámicos, Pakistán e Irán. Amin acumula también la jefatura del Gobierno, la cartera de Defensa y la dirección del partido en el Poder.

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El domingo, Radio Kabul anunció que Nur Mohamed Taraki había solicitado la dimisión por motivos de salud, y que el comité central del Partido Democrático del Pueblo, reunido bajo la presidencia del miembro del buró político y secretario del comité central (también ministro de Asuntos Exteriores) Sha Wali, decidió aceptar la dimisión tras discusiones de cuatro horas. A continuación, el Consejo revolucionario aceptó también la dimisión, y los dos órganos supremos eligieron al primer ministro Hafizullali Amin para sustituir a Taraki.Pero fuentes diplomáticas, tanto en Moscú como Islamabad -la capital del Pakistán que sirve de base de operaciones a la rebelión islámica contra el régimen apoyado por la URSS en Afganistán- ponen en duda la dimisión voluntaria de Taraki, y la consideran más bien culminación de una serie de luchas por el poder en las que Hafizullali Amin, representante de la línea dura del partido, se ha abierto camino hasta la suprema dirección del régimen.

Hafilzullali Amin está considerado como doctrinario marxista, convencido de que un Gobierno basado en la clase obrera no puede ser contrario y despectivo con la voluntad popular. Además ha demostrado su rigor implacable, no sólo con los enemigos declarados, sino con los aliados ocasionales y «compañeros de viaje».

Amin fue becario en la Universidad de Columbia, y alguna vez ha declarado que se volvió socialista por su experiencia en Estados Unidos. Taraki, de 62 años, que, por el contrario, adquirió su nacionalismo izquierdista y su odio al feudalismo en Bombay, centro del movimiento independentista indio, donde trabajó para una compañía frutera en los años treinta, estuvo, como Amin, en Estados Unidos de agregado de prensa, en 1953, pero muy pronto perdió su puesto por sus críticas a la corrupción y el nepotismo del rey Zahir Sha, y tuvo que ganarse la vida como traductor a destajo, en especial para la embajada de Washington en Kabul.

En 1966 lanzó el semanario Jalq (Masas), que antes de ser prohibido publicó el manifiesto del Partido Democrático del Pueblo, que marcó el comienzo del movimiento izquierdista radical en Afganistán. Es entonces cuando se le une Hafizullah Amin, que hasta la crisis actual se mantuvo como segundo imprescindible de Taraki, si bien hace tiempo iba recortando su poder efectivo y reduciéndole a «padre» y «símbolo» de la revolución de abril de 1978, que derrocó al presidente Daud, quien a su vez había concluido con la monarquía en 1973.

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Rebelión islámica

A Hafizullali Amin se le atribuye la orden de liquidar físicamente a Daud y a unos setenta familiares y allegados, así como la represión, sin contemplaciones, contra toda oposición, en especial clero y disidentes musulmanes, que cayeron a centenares tras la revolución de abril.Amin, mostró su rigor también con el ala rival del JaIq de Taraki y Amin, la Parcha (Bandera), que tuvo representantes en el primer Gobierno posrevolucionario. Amin, entonces ministro de Exteriores, logró que salieran del Afganistán, como embajadores, y una vez fuera les declaró «reos de alta traición».

Lo que provocó sobre todo la rebelión islámica -presentada por las nuevas autoridades como una reacción de los feudales despojados al entregar la tierra a los campesinos, pero inspirada sobre todo en motivos religiosos islámicos, que han arrastrado a las masas piadosas, a pesar de los beneficios de la revolución- fue el modo con que Hafizullah Amin forzó las reformas económicas y sociales, siguiendo el modelo soviético y atacando prejuicios tan arraigados como la situación de la mujer musulmana, a la que ha querido liberar e incorporar a la industrialización por la fuerza.

Desplazamiento de los militares

Entre tanto, Amin iba apartando del poder a los héroes militares de la revolución de abril que pudieran hacerle sombra. El primer ministro de Defensa de la revolución, Abdul Jalid. que puso las fuerzas aéreas a disposición de los revolucionarios, fue detenido y se cree que ejecutado. Amin reducía asimismo los poderes efectivos de Taraki, al que arrebató la jefatura del Gobierno en julio pasado.En la reorganización del Gobierno en esa fecha acumuló la cartera de Defensa, cambiando al teniente coronel Mohamed Aslan Watanyar, héroe de la revolución de 1973 contra la monarquía, y que dirigió en abril de 1978 el asalto al palacio del presidente Daud, al Ministerio del Interior, de donde desplazó a otro héroe revolucionario popular, el mayor Sharyan Mazduryar, que dirigió los carros de combate en el mencionado asalto, para trasladarlo al Ministerio de Fronteras.

La rebelión islámica fue extendiéndose hasta afectar a veintitrés provincias, de las veintinueve que tiene Afganistán, dejando guarniciones sitiadas y aumentando de modo peligroso las deserciones en la tropa, apoyo principal del régimen. Ello suscitó un enfrentamiento entre los «halcones» de Amin, dispuestos a emplear a fondo el armamento soviético para aplastar la rebelión, y los moderados, cuya cabeza visible es, o era, el ministro de Obras Públicas, Dastagir Panisheri, preocupados por la pérdida de popularidad del régimen, y que se inclinan al compromiso con el clero islámico.

En estas circunstancias, el viernes 14 se anunció la purga definitiva de Batanyar y Mazduryar, seguida por tiroteos y explosiones en el palacio presidencial, donde murieron al menos cuatro altos dirigentes, entre ellos el jefe del gabinete y guardaespaldas de Taraki, Sayed Daud Tarum, que fue enterrado el domingo con honores de héroe.

Fuentes diplomáticas de Kabul han llegado a indicar la posibilidad de que en la lucha perecieran también los dos ministros cesados y el propio presidente Taraki, pero hasta la noche del lunes no se han podido confirmar tales rumores. De otro ministro cesado, el de Comercio, Abdul Qudus Ghorgandi, se asegura que huyó para pasarse a la guerrilla. Kabul es un hormiguero de tropas apoyadas por carros de combate.

Respecto a la actitud soviética, parece que los acontecimientos llegaron un poco por sorpresa, pues Taraki estuvo en Moscú al regreso de la cumbre de La Habana y se entrevistó con Brejnev antes de seguir el día 10 ruta a Kabul.

La televisión de la URSS hizo a última hora de ayer un elogio del nuevo presidente afgano, de quien resaltó su amistad hacia la Unión Soviética. Según los observadores en Moscú, el cambio en la dirección afgana puede suponer una acentuación de la tendencia prosoviética en Kabul.

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