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Reportaje:El resurgir de los nacionalismos en Francia/ y 9

El problema de las minorías no puede solucionarse con simples arreglos, según Ricardo Petrella

Jean Monet, uno de los «padres» de Europa, escribía en sus memorias: «Nosotros no hacemos coaliciones de Estados, sino que unimos a los hombres». En Europa se hablan cuarenta lenguas y existe un número superior de culturas regionales, muchas de ellas esterilizadas o rechazadas. El fenómeno del resurgir de estos regionalismos, discutible sin duda, es una realidad patente. Para terminar la serie que hemos ofrecido sobre el caso particular ofrecido por Francia, el corresponsal de EL PAÍS en París, , mantuvo una conversación en Bruselas con Riccardo Petrella, ex director del Centro Europeo de Investigaciones en Ciencias Sociales y actualmente alto funcionario de las Comunidades Europeas. Riccardo Petrella, autor de El renacimiento de las culturas regionales en Europa, está considerado como una de las máximas autoridades en esta materia.

Pregunta. Del último cuarto de siglo a esta parte, el Estado-nación de Europa occidental es víctima de un doble asalto: por un lado, la construcción europea atenta contra su soberanía absoluta y, por el otro, la afirmación de las minorías nacionales mina igualmente su omnipotencia. ¿Qué significa este doble asalto?Respuesta. La afirmación de las minorías nacionales (de igual manera que la eventual Europa federal, pero esa es otra cuestión) pone en entredicho la validez de la supremacía del Estado-nación y de su modelo único, cultural, político, económico, social. Si miramos hacia atrás vemos cómo la historia de Europa es una historia de periferias y de centros que han intentado someter a esas regiones periféricas sin reparar en los medios y, en primer lugar, sin tener en cuenta que muchas de esas regiones periféricas son más antiguas y más específicas que la nación-Estado que las ha sometido. La lógica de todo centro (una lógica casi genital) consiste en imponer su autoridad y, a partir de ahí, su proyecto de sociedad. La diversidad marginal al centro debe ser eliminada. Sólo se tolera si se entiende que no es importante ni significativa. Por otra parte, el hecho de «ser diferente», de oponerse al modo de producción dominante, a las reglas del juego del centro, se ha convertido en sinónimo de retrógrado, de subdesarrollado, de arcaico. En el plano puramente político, la actitud del centro es más intolerante y totalitaria. La historia moderna de la Europa de los Estados-nación es la historia de una tentativa de uniformización. Esta uniformización se opera a todos los niveles y en todos los sectores: desposesión de la historia de las partes sometidas, periféricas, despersonalización de esas periferias sometidas, intento de destruir todo lo que las diferencia del centro: lengua, tradiciones, costumbres, modos de vida. Y, tercero, deteriorización de todo lo que pudiera alimentar acciones y comportamientos no alineados al modelo estándar y dominante del centro. Pues bien, el resurgimiento de las minorías culturales en Europa occidental es un atentado contra esta lógica centrista de los Estados-nación.

"El Estado-nación pierde influencia"

P. ¿Cuál es el destino del Estado-nación centralista?

R. En primer lugar cabe preguntarse si va a desaparecer el Estado-nación: no va a desaparecer en el espacio de una generación. Y se va a producir una evolución en doble sentido. Primero, el Estado-nación perderá influencia en la escena mundial. Segundo, desplegará todas sus posibilidades para obstaculizar la evolución de las aspiraciones regionales.

P. Respecto a la realización de la democracia en las sociedades occidentales, ¿qué significa el renacimiento de las minorías nacionales?

R. El renacimiento de esas minorías, como el nacimiento de todas las demás minorías (ecologistas, feministas, etcétera) representa una aportación fundamental a la realización de la democracia en nuestras sociedades. Esas minorías expresan la necesidad de afirmación de la realidad y de la iniciativa de los individuos y de los grupos en una sociedad respetuosa de todas las potencialidades. Son, en definitiva, un instrumento de lucha contra la tendencia actual, a la uniformización, que caracteriza a nuestras sociedades.

P. ¿Cómo analiza usted la doble tendencia que revelan las luchas de las minorías nacionales, autonomistas las unas e independentistas las otras?

"La amenaza de separación es inevitable"

R. Toda manifestación del «derecho a la diferencia» entraña un deseo de querer traducirse en términos de secesión y de separación del sistema político-cultural centralista. ' Constituye una ilusión creer que el problema de las minorías que lo son realmente puede solucionarse con simples «arreglos» operados por el Estado-nación. A mi modo de ver, en términos de evolución dinámica, la amenaza de separación es inevitable. Pero esta separación comporta reacciones y transformaciones violentas. Por ello, los autonomistas no pueden proclamar abiertamente sus motivaciones más profundas. Además, en el contexto actual de internacionalización de la economía, de interdependencia creciente, toda aspiración a la independencia da la impresión de conllevar un lado retrógrado e irrealista.

P. A propósito de esto último: ¿Es compatible el resurgir de las minorías nacionales con la integración europea en curso?

R. No sólo es compatible, sino que es una condición absolutamente necesaria para la realización de un proyecto europeo fundado en los principios fundamentales de nuestra civilización propia: participación, libertad, justicia, respeto de las diferentes componentes de la cultura europea. Ninguna Europa será posible si se construye en función de la supervaloración de algunos, es decir, en función sólo de las culturas que se consideran dominantes o principales, y apoyada únicamente en relaciones jerarquizadas y discriminatorias respecto a las minorías, pero la verdad es que la única Europa posible y deseable, es decir, una Europa federal fundada en los principios de democracia territorial, por desgracia aún no se perfila en el horizonte.

P. Actualmente el Estado-nación centralista es el instrumento político del que se sirve la estructura económica multinacional para su desarrollo. ¿En qué medida afecta el resurgimiento de las minorías nacionales a este aparato productivo?

R. Los mecanismos económicos actuales, fundados en la supremacía de la producción de la oferta, se desarrollan en función de su necesidad de expansión: se producen bienes y servicios para que la máquina de producción se extienda. Y, de aquí, la estandarización, por el contrario, la diversidad cultural, económica, política, social, que implica el renacimiento de los nacionalismos regionales comporta una reorientación de la producción de la demanda. Para que esto último se realice es necesario reducir la talla de las empresas. Reorientar el desarrollo tecnológico, es decir, explotar la tecnología, no para reformar las tecnologías pesadas, sino para multiplicar el uso de las tecnologías intermedias en Europa y desarrollar las tecnologías apropiadas para el Tercer Mundo. Todo lo que acabo de exponer, naturalmente, es tanto como la transformación de nuestras sociedades en sociedades socialistas, pero que no tendrían nada que ver con los socialismos del Este europeo.

P. ¿Quiere usted decir que los movimientos regionalistas son una nueva forma de acción política?

R. Así es: los movimientos regionalistas representan nuevas fórmulas de procesos políticos. Y esto, por todo lo que se deduce de lo que le expuse y, también, por la pérdida de credibilidad de las instituciones políticas tradicionales. Los partidos políticos únicamente se movilizan para las elecciones. Su obsesión son los votos, vengan de donde vengan, y esto les obliga a recortar constante y gravemente sus proyectos de transformación de la sociedad.

P. ¿Cómo valora usted el proceso autonómico español?

R. De una manera general, me ha sensibilizado muy favorablemente. España, hoy, en este aspecto, ha superado a países como Francia e Inglaterra. Ahora bien, por otro lado, los cambios proyectados por las autoridades de Madrid sufren limitaciones considerables. Uno de ellos: la vulgarización o generalización de autonomías regionales. Quiero decir que al conceder esas autonomías a toda las unidades interiores, sin que las condiciones objetivas para ello estén lo bastante maduras, han vaciado en parte de su significación a esas autonomías. Puede decirse que han sido una aspirina para calmar el dolor.

"No hay solución sin Estado vasco"

P. ¿Qué juicio le merece, en particular, el problema vasco?

R. Así como Cataluña nunca ha sido un peligro grave para el Gobierno central, y estimo que su caso tendrá solución en el marco del Estado español, en el caso vasco me atrevo a anticipar que no hay solución sin Estado vasco. Todas las razones, históricas y presentes, aconsejan pensar lo antedicho. Esto no quiere decir que el País Vasco francés consiga su independencia inmediatamente después, porque no reúne las condiciones necesarias de diverso orden.

P. ¿Cree usted que el fenómeno minoritario de Europa del Oeste se reproducirá en el este del continente?

R. Efectivamente, pienso que en la URSS y en los demás Estados del Este estallarán los nacionalismos.

P. ¿Cómo ve, de cara al futuro, la evolución de estas minorías regionales?

R. Las fuerzas de transformación de nuestras sociedades van a frenar los regionalismos. Eso que los Estados-nación presentan como una crisis económica puede recuperar el proceso de ruptura que entrañan las aspiraciones regionales, salvo en casos como el vasco y el irlandés, Haría falta dar una batalla mucho más importante que la que se desarrolla actualmente. En caso contrario, todo puede ser devorado.

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