Los intelectuales de izquierda, la política exterior y el PSOE
(De la Comisión Internacional del PSOE)Dividir a los intelectuales en «orgánicos» e «inorgánicos», en virtud de su integración o no en un partido político, condenando a los primeros y ensalzando a los segundos es un sofisma que no resiste un análisis coherente. Independientemente de que se esté a favor o en contra de la medicina privada, equivaldría a propiciar el libre ejercicio de ésta como el único válido profesional y cualitativamente y a rechazar como inválida y deontológicamente perniciosa la práctica de los médicos integrados en la Seguridad Social. Sin embargo, es evidente que, tanto en el caso de los intelectuales como en el de los médicos, de lo que se trata, desde una perspectiva de izquierdas, es de servir a la verdad. La verdad entendida en política como la lucha por la justicia social, el progreso y los derechos humanos -individuales y colectivos- y en tendida en medicina como su ejercicio competente, honesto y socialmente preocupado.
En su artículo, publicado en EL PAÍS («Política y rentabilidad: la lección de Guinea», 25-8-79), Juan Goytisolo salta de nuevo a la palestra en su calidad de intelectual «puro», no contaminado por su adscripción a partido político alguno. Ambos, él y yo, hemos polemizado públicamente a propósito del Sahara occidental. El, a favor de las tesis del expansionismo marroquí, y este modesto intelectual, atenazado por su militancia política en el PSOE, a favor de las del Frente Polisario. Lógicamente, nunca podremos ponernos de acuerdo. No obstante, considero sus argumentos sobre la cuestión saharaui, aunque viciados, respetables. No puedo decir lo mismo con los que expone en el artículo citado. No son respetables, al menos no todos, porque faltan a la verdad objetiva, esto es, la verdad que puede probarse documentalmente de modo satisfactorio.
El escrito de Goytisolo se sustenta en dos pilares fundamentales. Uno: los intelectuales que militan en partidos de izquierda, a quienes denomina «intelectuales orgánicos», no critican las situaciones mundiales que afectan a los derechos humanos que puedan resultar embarazosas para sus organizaciones. Dos: la izquierda española, y en concreto PSOE y PCE, enmudece en aquellos temas de derechos humanos que lesionan sus «intereses geopolíticos».
Nuestro independiente autor basa casi todo su artículo en la «lección» que el caso ecuatoguineano supone para la izquierda, a la que acusa de «ceguera política». Asombrosa e incomprensiblemente escribe nada menos que lo siguiente: « Durante años nuestra izquierda se ha negado a admitir que el genocidio de Macías no tenía nada que envidiar al de Somoza» (sic).
Inconvenientes de la inorganicidad
Uno de los inconvenientes de todo intelectual «inorgánico», estilo Goytisolo, es que al no estar incorporado a ningún partido no puede enterarse por los cauces orgánicos (aunque sí podría por otros, de pretenderlo) de determinados acontecimientos. Así, ignora que desde hace más de dos años el PSOE, a través de su primer secretario y de otros compañeros, ha ve nido expresando a las autoridades soviéticas y cubanas su profunda preocupación y desacuerdo por el sostén de unos y otros al régimen tiránico de Macías. Hasta cierto punto (sólo hasta cierto punto) es lógico que un intelectual inorgánico ignore esto. No lo es que desconozca las informaciones publica das en la prensa nacional acerca de reuniones conjuntas entre el PSOE y la, desgraciadamente muy fragmentada, oposición guineana, los comunicados conjuntos, las pro testas ante el Ministerio de Asuntos Exteriores por la contemporización con el régimen represivo ecuatoguineano, la defensa de los intereses de los profesores españoles expulsados de Guinea, la defensa de un estatuto del refugiado político (redactado por el PSOE), que desde hace muchos meses los socialistas propugnan. De todo esto puede documentarse Goytisolo, si lo desea, en la Hemeroteca Nacional y en los archivos de la sede federal del PSOE y del Grupo parlamentario Socialista.Aparte de ello, puede preguntar a alguno de los autores que él mismo cita, por ejemplo, Donato Ndongo Biyogo, buen escritor y patriota guineano. Con él y no sólo con él, el PSOE mantiene excelentes relaciones desde hace tiempo. Donato Ndongo y Leandro Mbomio, que representan tendencias diferentes en la oposición a Macías, asistieron como invitados especiales al último congreso socialista. Igualmente, podría Goytisolo consultar mi artículo de hace ya tres años («Guinea Ecuatorial: el fantasma que surgió del trópico.»), publicado en Triunfo (30-10-76) tan pronto como fue levantada la calificación de materia reservada que el Gobierno mantenía sobre toda información relativa a ese país. O enterarse de que en un acto público, celebrado en Madrid en mayo de 1977, «sólo el PSOE acudió a discutir con políticos de Guinea Ecuatorial».
Por todo ello, insisto en que es absurdo e incomprensible que Goytisolo escriba párrafos como el antes transcrito o como este otro: «La actitud del PSOE y PCE, tocante a Guinea Ecuatorial, ha sido de un desapego e indiferencia chocantes.» Salvo, naturalmente, que se trate de mala fe.
Por otro lado, está Goytisolo en su derecho de considerar insuficientemente radical la política del Partido Socialista en Oriente Próximo, pero no debería ignorar que el PSOE ha apoyado y apoya desde hace tiempo a la OLP ante la Internacional Socialista (lo que no implica solicitar la destrucción de Israel) y que ha potenciado la iniciativa que ha conducido al encuentro Kreisky-Brandt-Arafat. A pesar de que Juan Goytisolo asegura «recorrer las páginas de las publicaciones de los partidos de izquierda» no debe leer El Socialista, donde destacadamente y en su momento se publicó la condena de los acuerdos de Camp David. Pero dejemos a los palestinos porque lo que realmente reprocha a la izquierda nuestro autor es que no abra la boca en aquellos casos en los que los derechos humanos son conculcados por Moscú o sus aliados.
No quiere, por lo visto, tampoco enterarse Goytisolo de que el último secretario de relaciones exteriores del PSOE, Luis Yáñez, habló hace un par de años en Moscú, en público y ante los atónitos asistentes a un congreso internacional, en favor de los disidentes soviéticos ni de que, aproximadamente por entonces, publicó en este diario una carta protestando por las ejecucio nes de varios oficiales libios.
No le interesa, según parece, a Juan Goytisolo saber que yo mismo, quehe representado y represento al PSOE en contactos con autoridades argelinas, uní mi firma a la de un grupo de intelectuales, donde figuraba él mismo, en un manifiesto que solicitaba del régimen argelino la liberación de Ben Bella.
No le preocupa a Goytisolo darse por enterado, a propósito de otro de los temas por los que se muestra sensible, de que Felipe González y, numerosos dirigentes y militantes del partido encabezaron un documento de protesta y repulsa por el genocidio del pueblo eritreo a cargo del régimen etíope, apoyado por Moscú. Documento que fue entregado en la embajada de la URSS en Madrid. Ni que decir tiene que el representante para Europa del Frente Popular para la Liberación de Eritrea -con el que el PSOE mantiene contactos regulares oficiales- asistió igualmente a nuestro 28º Congreso.
Así pues, o Goytisolo no se entera o no quiere enterarse. Pone el dedo en cierta llaga, pero yerra al identificar al autor de la herida. El problema estriba en que existe un desinterés generalizado en la opinión pública por la mayoría de los temas de política exterior. Lo que es lamentable. Pero la responsabilidad no se puede achacar ni a los partidos de izquierda ni a los «intelectuales orgánicos». La responsabilidad es colectiva. Atañe a todos.
Eurocentrismo, no
No se trata del eurocentrismo de los partidos de izquierda (curiosamente tildados por la derecha de « tercermundistas »), aunque parcialmente se dé en ellos. ¿Es que acaso el ingreso o no de España en la CEE electriza a la opinión nacional? Hay que ser honestos y realistas: todavía la política internacional, los derechos humanos, en uno u otro confin, interesan a una minoría. No es tanto la despreocupación de la izquierda como la falta de información, la deformación y el chauvinismo, latente o no, que existe en amplios sectores sociales. En suma, la sociedad no funciona y hay que cambiarla. Pero, insisto, desde el poder y entendiendo por éste no sólo el Gobierno. Y está claro que los intelectuales «no comprometidos» no traerán por sí solos el cambio.Debe liaber intelectuales dentro y fuera de los partidos. Ambas categorías son utilísimas para el progreso y la transformación de la sociedad. En un partido democrático como el PSOE el papel del intelectual es rico porque la crítica es libre. El que otro sector de intelectuales se mantenga fuera de los partidos es igualmente saludable porque el pluralismo incluye también eso. La crítica a los partidos, a su política interna y externa, a su actuación e imagen públicas y a sus dirigentes debe ser realizada por todo tipo de intelectual. Pero el juego debe ser limpio y el intelectual «orgánico» o «inorgánico»no debe deformár los hechos o inventarlos. Ha de estar correctamente informado a la hora de criticar, y, si se equivoca, su primer deber ha de ser la autocrítica.
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