El debate público sobre el Estatuto de Guernica
EL PROYECTADO debate, a transmitir por radio y televisión; entre dirigentes del PNV y portavoces de la coalición Herri Batasuna. es una noticia positiva en sí misma y un ejemplo para la vida pública de todo el país. Uno de los lados más débiles de la nueva democracia española ha sido la tendencia a que los conciliábulos en la cúpula de los estados mayores de los partidos sustituyeran la discusión sobre los grandes temas del presente y del futuro, a la vista y al alcance del oído de los electores. Los debates en, Televisión pactados de antemano y los monólogos hilvanados por turno en declaraciones a la prensa nunca podrán reemplazar satisfactoriamente unas discusiones públicas que no servirían sólo para que cada partido expusiera su postura a propósito de cuestiones determinadas, sino que podrían ser un poderoso estimulante para la participación popular en la cosa pública.Todavía está fresco el recuerdo de la obcecada negativa del presidente Suárez a aceptar el desafío de Felipe González para un cara a cara antes de las elecciones legislativas; y en los últimos días, los dirigentes de los partidos catalanes han decidido construir un muro dé silencio en tomo al señor Rojas Marcos con el discutible argumento de que los demagogos no tienen derecho a participar en un debate. ¿Por qué esa firme resistencia de los líderes políticos a las discusiones ante amplias audiencias y sin pactos previos sobre el contenido de las intervenciones? Esa negativa actitud es todavía más grave si se tiene en cuenta que los avances tecnológicos ofrecen la posibilidad de que los espectadores sean millones. Los medios de comunicación, especialmente la televisión, podrán servir de canal tanto para la retransmisión en directo de los grandes debates parlamentarios como para programas cara a cara en directo sobre cuestiones de especial trascendencia. El programa económico del Gobierno está dando motivo a un goteo de declaraciones críticas, desde la derecha y desde la izquierda, cuya validez y acierto, a su vez, sólo podría ser contrastada en una discusión múltiple. Tampoco el programa energético ha cancelado, como demuestra el revuelo organizado en Badajoz por el anuncio de la construcción de la central de Valdecaballeros, la desconfianza, los temores y los rechazos de los ciudadanos directamente afectados. En problemas que tan directamente nos concierne a todos, y que el lenguaje especializado de economistas y físicos no logra aclarar, sería indispensable una presentación pública de las diferentes opciones y alternativas a cargo de los líderes políticos. Y no sólo en forma de exposiciones aisladas, sino de manera polémica, para que cada cual pueda criticar y responder al adversario. Cuando se contemplo la grisura y trivialidad de los programas de Televisión, y se recuerda su pérdida de audiencia en los últimos meses, se confirman las sospechas de que la infrautilización de ese poderoso medio no se debe tanto a la incompetencia de sus gestores como al firme propósito del poder de considerar como especialización profesional de unos centenares de individuos lo que nos pertenece por derecho propio a todos los ciudadanos.
Ciertamente, esos debates tienen sus peligros, especialmente el descenso desde la lucha de ideas hasta los ataques personales y la manipulación demagógica de la opinión mediante mentiras y falsedades presentadas como hechos ciertos. La clase política en su conjunto puede sucumbir a la tentación de defender sus intereses corporativos ante un tribunal que puede juzgarles sin la protección que siempre otorga el aura del poder. Sin embargo, los objetivos a cubrir justifican sobradamente, afrontar esos riesgos.
El debate entre los vascos partidarios y enemigos del Estatuto de Guernica es un síntoma, por lo demás, de una mayor salud en la vida pública de esa comunidad en lo que a la defensa de los principios y el compromiso con las ideas se refiere. Los líderes del PNV, partido claramente hegemónico en las urnas, no han hecho remilgos para aceptar el desafío de Herri Batasuna, pese a las ominosas intimidaciones que se derivan de la convergencia política entre esta coalición electoral y la violencia de ETA. Aunque buena parte de las alusiones y referencias a la historia vasca y a los valores que se defiendan en el debate pueden ofender a los sectores de la opinión pública española que se empecinan en monopolizar la definición y el pasado de nuestra comunidad histórica desde criterios ultracentraslistas y ultrarreaccionarios, creemos que sería de gran utilidad que la proyectada controversia fuera contemplada en televisión o escuchada por radio en el resto de la Península. Los sentimientos antivascos, que comienzan a penetrar peligrosamente en las capas populares y los medios democráticos del país, sólo podrán ser combatidos mediante el conocimiento de lo que los vascos realmente defienden y pretenden. No sólo más de un tercio de la población que vive y trabaja en Euskadi, vascos según la definición del Estatuto y de las proclamas de Herri Batasuna y de ETA, son de origen andaluz, extremeño o castellano. Además, el nacionalismo vasco no es un bloque monolítico de ideas y sentimientos, sino que encierra una pluralidad de tendencias y corrientes imposibles de reducir a un estereotipo. Para comprender esa realidad, lo primero que hay que hacer es conocerla, y debates como el anunciado constituyen una oportunidad excepcional para empezar esa tarea.
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