La vida ciudadana se normaliza paulatinamente en Nicaragua
Al mes del triunfo del Frente Sandinista,y con grandes limitaciones económicas y de impresión, el prestigioso diario nicaragüense La Prensa, principal portavoz de la oposición contra Somoza, cuyos locales fueron destruidos a mediados de julio por la Guardia Nacional, fue de nuevo puesto a la venta el jueves. Su reaparición simboliza la paulatina normalización de un país que ha salido exangüe de una guerra civil.La huida del dictador y de buena parte de sus más íntimos colaboradores se produjo por la presión arrolladora del Frente Sandinista de Liberación Nacional y por la acción diplomática internacional, que en esta ocasión actuó de una manera coordinada, decidida y enérgica.
Treinta días después de la victoria sandinista, que debe interpretarse como la de todo el pueblo de Nicaragua, la nación de Rubén Darío asiste a la consolidación del nuevo Estado y sufre las consecuencias graves de la pasada guerra, sobre todo en el terreno económico. En ambos aspectos, un denominador común preside el nuevo camino nicaragüense: el entusiasmo y el optimismo.
La normalización de la vida ciudadana es evidente. A partir del próximo lunes, y en cumplimiento de las promesas hechas en los primeros momentos del triunfo, serán restablecidas algunas libertades públicas recortadas en virtud de las necesidades iniciales. Las emisoras de radio y televisión privadas volverán a emitir sus programas normales y podrán aparecer nuevamente todos los diarios.
Han desaparecido la mayoría de los controles que vigilaban el acceso a los diferentes barrios de Managua y la entrada a las principales localidades del país. Los responsables de la seguridad y el orden público del nuevo Gobierno consideran que ya no es preciso el despliegue armado de los primeros días, y que tampoco es necesario recortar la libertad de movimientos de los ciudadanos nicaragüenses. La circulación de personas y vehículos está restringida solamente a partir de las once de la noche. Aunque de cuando en cuando se produce algún incidente armado, protagonizado por francotiradores, el número de estos episodios se ha reducido al mínimo.
La principal tarea que enfrentan los nuevos gobernantes nicaragüenses es la de la recuperación económica del país. La guerra y la rapiña de los somocistas ha dejado a Nicaragua en la bancarrota, con unas reservas de escasamente tres millones de dólares, una deuda de 1.500 millones y unas necesidades inmediatas de otros 2.500 millones. Lo único que ha quedado en pie de la actividad productiva es la estructura agraria y ganadera, sobre la que se basan las esperanzas y las expectativas de los miembros del Gabinete. La ayuda masiva que diferentes naciones habían prometido a las nuevas autoridades no ha llegado todavía. Este hecho produce una inocultable amargura entre los nicaragüenses, conscientes de que la recuperación del país no será posible sin contar con manos amigas. Los recelos de tipo político están jugando un papel determinante en esta circunstancia: muchas naciones están esperando a ver el rumbo político que toma el Gobierno para suministrar aquella ayuda.
Aunque podría decirse que aún es muy pronto para hacer una evaluación realista de los planteamientos de la Junta de Reconstrucción del Frente Sandinista y del Gobierno, lo cierto es que los pasos dados hasta ahora revelan a las claras que la serenidad, el pragmatismo y la moderación presiden todas las decisiones emanadas del poder. El programa de gobierno, dado a conocer con mucha antelación por los cinco miembros de la Junta, se está cumpliendo sin desviaciones. Dicho programa, es preciso recordarlo, fue saludado y aprobado por la mayoría de las naciones interesadas en la caída de Somoza, incluyendo, a última hora, Estados Unidos.
No se han producido, como vaticinaban algunos agoreros, enfrentamientos entre las diferentes esferas del poder. El Frente Sandinista, conquistador de la victoria, ha depositado su confianza en la Junta y en el Gobierno de reconstrucción nacional, y está dejando en sus manos la dirección administrativa de la nación. Nada indica, por ahora, que algo distinto de la armonía sea el canal de comunicación entre los distintos sectores presentes en el nuevo Gobierno de Nicaragua.
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