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FESTIVAL DE CINE DE MOSCU

Nuevos datos sobre "Que viva Mexico", de Eisentein

Parece difícil que el Festival Internacional de Cine de Moscú consiga superar la impresión producida por el estreno de la película documental Que viva México. En nuestra primera crónica de urgencia señalábamos que se trataba de un gran documental. Efectivamente, Eisenstein volverá a las pantallas, sin desmerecer en nada a su trabajo en La huelga, El acorazado Potenkim u Octubre. Pero junto a S. M. Eisenstein, justo es que se coloque el nombre de quien, a sus 76 años, ha sabido tratar el trabajo del maestro con la misma perfección, nos referimos a Grigori Alexandrov.

Alexandrov estuvo junto al gran director del cine soviético durante todos los años que marcaron la definitiva trayectoria del inigualable cineasta. Ahora nos muestra Alexandrov lo que aprendió en estos años de convivencia. Participó de la aventura americana, en los años treinta, con Eisenstein y Eduardo Tisse. Los tres fueron recibidos en la Paramount y tratados con especial interés. Dos pintores mexicanos, Diego Rivera y Alvaro Siqueiros, les sugieren que se haga una película sobre México, que patrocina el novelista americano Upton Sinclair, presidente de la Asociación de Amistad Américo-Soviética, quien consigue 20.000 dólares que entrega a los cineastas soviéticos, quienes marchan a descubrir México.Ciertamente lo descubren. Eisenstein queda enamorado del país y sufre profundamente las contradicciones que a lo largo del viaje puede observar. Los contrastes son brutales: la fertilidad y el desierto, el sentimiento azteca y el poder católico, la riqueza de pocos y la miseria de muchos, el matriarcado y el machismo. Todo se refleja en Que viva México, película realizada sin medios, sin actores y sin decorados.

Ahora, después de ver terminado y montado el gran reportaje humano, comprendemos que para Eisenstein los medios tampoco eran necesarios. Con dos cámaras de cine, han creado una historia sobre los orígenes de la revolución mexicana y la necesidad de la rebelión nativa contra los colonizadores, dueños de vidas y haciendas, donde el derecho de «pernada» era una institución y herencia hispana que terminaba con sangre, como bien se muestra en las imágenes del director soviético.

Junto a imágenes idílicas, plenas de lirismo, sobre las costumbres de los indígenas, merece señalarse una corrida de toros, cuyas imágenes sólo tienen comparación con las líneas que escribió Herningway sobre la fiesta nacional. No es fácil expresar más al natural la verdad de una corrida de toros. Eisenstein lo ha conseguido a través de unos planos perfectos, sin recurrir a la clásica cogida del diestro.

Que viva México, se incorpora ya a la historia del cine, después de que el museo de Nueva York restituyera a la URSS 65.000 metros de película, de un total de 70.000 metros que quedaron en poder de Sinclair Lewis, quien requisó el trabajo de los soviéticos y se opuso a que fuera enviado a la URSS para su montaje. Según Alexandrov, Sinclair, esperaba entonces ser gobernador de California y temía a las influencias capitalistas si se enteraban de que estaba comprometido con un filme de propaganda revolucionaria.

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