Diversos sectores, beneficiarios directos de los incendios forestales
El rayo es la única causa natural que origina incendios forestales. Y su incidencia en el total de fuegos es mínima en la geografía española. A diferencia de Escandinavia o de la Unión Soviética, en que las descargas eléctricas producen del 20 al 30 % del total de los incendios; o de los bosques occidentales de América del Norte, donde se producen por esta causa del 40 al 60 % de los fuegos; o de los bosques australianos de la región de Victoria, donde el rayo provoca del 10 al 28 % de las quemas forestales, en España el rayo es el causante directo de sólo el 5 % de los incendios forestales.A partir de ahí es obvio que el 95 % de los 53.002 incendios forestales contabilizados en la geografía española desde el año 1961 hasta la fecha actual han sido originados por el hombre.
El trabajo de averiguar las causas de los incendios es arduo y, en un elevado número de ocasiones, inútil. Sólo el análisis de las circunstancias del fuego y la experiencia y el conocimiento de la población forestal son las guías para determinar el origen. Por ello, Icona cifra en un 40 %, aproximadamente, el porcentaje de incendios debido a causas desconocidas.
Bajo la denominación de «otras causas», que suman el 3% del global de incendios, se incluyen los fuegos debidos al tránsito de maquinaria por el bosque, caídas del tendido eléctrico, lanzamiento de cohetes o maniobras militares. En el último caso, el fuego no suele presentar caracteres de gravedad debido al personal abundante con que cuentan las unidades militares para sofocarlo.
Hace años, el ferrocarril constituía una de las causas más importantes en la generación de incendios forestales. La utilización de máquinas de vapor, que emitían partículas en ignición, provocaba fuegos en el trazado de la línea férrea; fuegos que eran mucho más perjudiciales cuando atravesaban una masa forestal. El esfuerzo realizado por Renfe para electrificar su red se ha traducido en el inmediato descenso de quemas forestales por esta causa. Si en el año 1967 se elevaba a un 3 % del global el porcentaje de incendios debidos al ferrocarril, en la actualidad es prácticamente nula la incidencia del mismo en la conservación de los montes. En Estados Unidos y Canadá, por ejemplo, la cifra oscila alrededor del 7 %.
Negligentes e intencionados
Los incendios debidos a negligencias y los que tienen origen intencionado son los más numerosos entre el cúmulo de posibilidades. Aquéllos tienen una incidencia del 30 %, y éstos aumentan cada día y se sitúan en la actualidad en otro 30 % o quizá más.
Las negligencias se desglosan en quemas de pastos, quemas para cultivo en fincas no forestales, quemas para cultivo en fincas forestales, explotaciones forestales, otros trabajos forestales, hogueras para comida, luz o calor y descuidos de fumadores. Las quemas con fines agrícolas y la presencia de fumadores son las más graves y las que arrojan mayores porcentajes de incendios entre las negligencias.
La primitiva práctica del empleo del fuego para cultivo está lejos de desterrarse por ser un sistema barato de abonado en tierras de minifundio agrícola. La realidad de que el campesino, aunque en contacto diario con el monte, no sea especialista en el dominio del fuego facilita ese 17 % de incendios debido a esta actividad de preparación del terreno.
Los fumadores son los causantes directos de un 19 % de los incendios forestales. Su presencia y descuido en el monte propician el origen de fuegos. Es destacable, no obstante, que el 50 % de las quemas forestales causadas por los fumadores comienza al borde de las carreteras debido a la costumbre generalizada de lanzar las colillas por las ventanillas de los vehículos en marcha. Los incendios intencionados comienzan a ser la gran tragedia de la geografía forestal española. Al ladrón que prendía fuego para provocar el abandono de los habitantes de un pueblo de sus casas y poder robar a su gusto y antojo, sucede en la actualidad un incendiario al que mueven motivos poco claros. ¿Cuáles fueron los que impulsaron a alguien -o varios- a prender fuego en tres puntos distintos próximos a Lloret de Mar y provocar un incendio que ha arrojado el balance humano más trágico en la historia forestal de España?
La realidad del incendio intencionado toma visos de gigantismo en el espectro causal de los fuegos forestales. En el año 1967 se produjeron incendios intencionados en un porcentaje del 13% del total; en 1968, l6%; en 1969, l7%; en 1970, l2%; en 1971, l3%; en 1972, l5%; en 1973, 20%; en 1974, 27%; en 1975, 28%; en 1976, 30%; en 1977, 29,9%; en 1978, 45%. Desde el día 1 de enero del presente año hasta el día 5 del presente mes se habían producido en España 3.202 incendios forestales, de los cuales 1.021 se consideran intencionados, lo que representa el 32% del total. El incendiario cuenta con venta as suficientes para hacer su detección prácticamente imposible. Elige lugar, hora y modo de provocar el incendio. En la sierra madrileña, hace dos semanas, se encontró en la base de un matorral un ingenio de madera que contenía una lupa en un extremo y una caja de cerillas en el extremo contrario. Es previsible que la concentración de rayos en la lente los reflejaría a la caja de cerillas, de tal manera que en un breve espacio de tiempo ésta ardiera y extendiera el fuego al combustible vegetal próximo. El autor material del ingenio y, por tanto, del incendio podría encontrarse en ese momento a decenas de kilómetros de aquel lugar.
La pregunta de quién se beneficia con el incendio forestal, con la devastación de todo un monte, admite bastantes hipótesis. La pregunta en contrario a quién perjudica la quema forestal, tiene una sola respuesta: a la sociedad en general.
En la historia de la geografía forestal española hay respuestas al quién y por qué se incendia una superficie de terreno. Han existido motivaciones de índole social, económica y hasta política. Se han dado desde las rencillas personales hasta la animadversión de ganaderos y pastores hacia las repoblaciones por lo que ellas significaban de mengua en los pastos. No han faltado las acciones incendiarias de los cazadores por la escasez de cotos o la disconformidad del vecindario rural ante intervenciones de la Administración central o local, que han juzgado nocivas para sus intereses.
En los últimos años, no obstante, se han sucedido circunstancias como el empleo de explosivos, la utilización de radiotransceptores, el envío de anónimos o el lanzamiento de octavillas, que fuentes de leona no dudan en calificar como la prueba de una «actuación premeditada de grupos organizados que pretenden crear malestar entre la población, aumentar la pasividad ciudadana y destruir riqueza».
Superficies quemadas
En función de la propiedad de aquellas superficies más afectadas por los incendios se pueden desprender hipótesis menos irracionales que las que apuntan al «destruir por destruir». Entre los años 1968 y 1975, el mayor porcentaje -54%- de superficies quemadas pertenecían a particulares; el 26% eran zonas consorciadas con Icona; el 16% eran de ayuntamientos, y el 3,6%, del Estado. En el citado período de tiempo, la superficie arbolada devastada por los incendios se repartió de la siguiente manera: bosques consorciados con Icona, el 43%; de propiedad particular, el 38,4%; de propiedad municipal, el 12,5%, y de propiedad estatal, el 5,8%.
Sorprende que en la región mediterránea el avance de los incendios tiene la dirección Norte-Sur. Hace años comenzaron a quemarse los montes de Gerona; el turno le llegó a continuación a Barcelona; después hizo el relevo Tarragona; el pasado año fue Castellón la provincia más perjudicada, y en la actualidad se quema la foresta valenciana.
Entre estas hipótesis se puede barajar la del promotor de una urbanización -por ejemplo- que no tendría ningún escrúpulo en quemar una zona boscosa para levantar allí sus viviendas. La falta de escrúpulos vendría dada por la dificultad que la legislación vigente pone para la tala de árboles.
Puede hablarse también del beneficio que reporta el incendio al industrial del papel, que adquiere su materia prima, la madera, con. menos costos cuando está quemada que recién cortada y con el mismo aprovechamiento industrial. Se pueden hacer cábalas además con el propietario de un bosque que desea plantar una especie distinta de la que actualmente tiene y ante la imposibilidad de talarlo decide su quema, con lo que incluso se asegura importantes subvenciones del Estado.
Son tres de las muchas hipótesis que admiten la realidad de los 53.002 incendios forestales registrados en la superficie geográfica española en los últimos diecisiete años.
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