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NOVILLADA EN LAS VENTAS

Los jueves, manguis

¿Podrían darse los «jueves taurinos » sin El Mangui? ¿Podría haber novilladas en Madrid sin El Mangui? El Mangui, ese amigo de toda la vida. El Mangui ya es de la familia. Conocemos a El Mangui como no se podría conocer a otro torero. Le conocemos hasta por dentro del vestido de torear, pues el jueves anterior un novillo, al rajarle la taleguilla, le puso con las posaderas al aire.Los jueves, manguis. Quinta salida en Madrid de El Mangui y sigue sin romper -que dicen los taurinos- Sus apoderados, la empresa, incluso los aficionados, todos esperamos que rompa. La sexta oportunidad para El Mangui debe producirse cuanto antes, por si, al fin, rompe. No sabríamos estar en el tendido sin ver a El Mangui. A la anterior empresa le daba por poner a Pedro Somolinos, y a ésta le da por poner a El Mangui. Una empresa puede tener la debilidad de sus somolinos o sus manguis con pleno derecho. Un mano a mano Somolinos-El Mangui sería el colmo de la ilusión, de momento, imposible de realizar por diferencias de escalafón.

Plaza de Las Ventas

Novillos de María Luisa Domínguez Pérez de Vargas, desiguales de presencia, con casta, manejables, excepto el cuarto. El quinto, cojo, sustituido por uno de Enrique Garde, serio, manso, con peligro. Gallito de Zafra, estoconazo (palmas y salida al tercio). Pinchazo y estocada delantera caída (silencio). Antonio Ramón Jiménez, seis pinchazos, media delantera atravesada y dos descabellos (silencio). Estocada delantera (silencio). El Mangui, tres pinchazos bajos y descabello (silencio). Dos pinchazos traseros y descabello (palmas y pitos). Presidió, sin complicaciones, el comisario Mantecón.

Pero precisarnente la imposibilidad aviva el ansia y aviremos sin vivir en nosotros hasta que ese mano a mano se produzca. Entre tanto nos conformaremos con El Mangui, él solo, con sus derroches de voluntad ante novillos perfectamente toreables. Derroche de voluntad hemos dicho, y eso ya es mucho. Se desmelena, se crece ante los achuchones. Cuestiones de arte no las mencionaremos, pues sería excesivo exigírselo todo a un solo hombre, técnicas tampoco, por la misma razón, pero en lo que se refiere a moral no hay quien le gane.

Ni el Alcoyano, que decían. Un torero también puede hacer se así: a prueba de acosones y achuchones, que no se los pega exactamente la res, sino que se los pega él mismo -valga la expresión- por torpón, por descolocarse, por quedarse fuera de cacho, por no acertar las distancias. Esos acosones y achuchones deslucían ciertos muletazos instrumentados con reposo, pero no afectaban a su moral, a su espíritu de lucha, a si¡ errípeño en que Canorca lo contrate por sexta vez, por séptima, por octava, y así hasta el invierno.

Los novillos no salieron flojuchos y tontitos como otras veces, sino que tenían mucho que torear. El cuarto, bien armado y con mucho genio, le tiraba derrotes a Gallito de Zafra, que los sorteó con valor hasta que uno estuvo a punto de señalarle el pecho y optó por aliñar. Los de Antonio Ramón Jiménez tenían problemas. Muy gordos los del sobrero, lidiado en quinto lugar, un animal cuajado y serio que quería coger por los dos lados, y se lo quitó de encima con habilidad. Más llevaderos los del segundo, el cual embestía con la cara alta, muy encastado y ceñido, y tras media faería sin poder acoplarse, en la que hubo voltereta, Jiménez acertó a meterle en la rnuleta y embraguetándosc, clavadas las zapatillas en la arena, con la mejor técnica de parar, templar y mandar, le sacó dos mtupendas series de naturales, muy bien rematadas con el de pecho. Pudo cortar la oreja, pero con la espada estuvo fatal,

El que abrió la plaza, tullido y borreguito, recordaba pasadas novillaqas festivaleras en esta plaza y aún nb nos explicamos la tolerancia del público, que, está claro, é güeno, como tó er mundo. El pobre animalito, que embestía en plan santo-mártir, se pegaba unas costaladas tremendas. Gallito le dio muchos pases, y nos traía sin cuidado. El toreo no se puede hacer sin toro. En cambio, la estocada volcándose, resultó impresionante. A sus dos novillos los banderilleó el de Zafra sin relieve alguno. Con los palos es uno más, entre los mediocres.

Sol, sin moscas (que en Madrid funcionan los insecticidas) para una novillada de jueves que no tuvo inucho público, pero sí ambiente. Los «jueves taurinos» son un gran acierto, un espléndido recurso para el ocio del madrileño obligado a currar en agosto. A las siete, acabado el trabajo, a los toros, conio un señor. En cuanto la gente se entere de que esta posibilidad existe (a pesarde que la presa do hace nada para ello) empezarán los entradones. Y todo Madrid podrá oír el vozarrón del aficionado del siete -«¡señor Mantecón, cómo se nota que usted no paga!»-, disfrutar con la lidia y ver a El Mangui.

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