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Ataque frontal a los sindicatos del ministro de Industria británico

Los sindicatos británicos, con su actual politización, constituyen uno de los seis «venenos» a los que el ministro de Industria, Sir Keith Joseph, achaca los males que padece la economía británica.Los otros cinco «venenos» son: un excesivo gasto público, unos impuestos directos todavía demasiado altos, el igualitarismo, las nacionalizaciones a ultranza y lo que Sir Keith describe como «una cultura destinada a desprestigiar a la empresa privada».

Las declaraciones del ministro de Industria, uno de los «halcones» del Gabinete que preside Margareth Thatcher, va a contribuir, sin duda, a enrarecer todavía más el clima de desconfianza existente entre el Gobierno y los sindicatos y que puede derivar hacia un claro enfrentamiento el próximo otoño.

La afirmación hecha por Sir Keith Joseph se produce cuando el Gobierno y los sindicatos están a punto de iniciar unas delicadas negociaciones sobre la limitación del derecho de huelga y las votaciones sindicales secretas.

La reacción laborista no se ha hecho esperar. El líder de la oposición, James Callaghan, ha manifestado que este tipo de declaraciones sólo contribuyen a fomentar a lucha de clases.

Aunque algunos de ellos pueden ser resueltos más fácilmente, resuelta muy difícil hacer frente a un movimiento sindical politizado cuyos miembros se asocian con el luddismo. Los luddites o luddistas eran los miembros de una secta se trata de trabajadores que se dedicaba a la destrucción de la maquiaria textil en Nottingham, a principios del siglo XVIII, cuando fueron incorporados a la industria los primeros telares mecánicos. Los luddistas temían, como ocurrió, que la nueva técnica produjese un aumento del paro, y desde entonces el término se aplica en Gran Bretaña a cualquier persona que se opone a la introducción de nueva tecnología.

Para sir Keith Joseph, en algunas ocasiones «hay que ser el arcángel san Gabriel para conseguir la cooperación de algunos sindicatos». La mitad de las acciones del sector privado está en manos de las mutualidades laboristas, por lo que, según el ministro británico de Industria, las huelgas políticas lesionan principalmente los intereses de los propios trabajadores, de sus familias y de todos los pensionistas del país.

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Resulta particularmente interesante el ataque que Sir Keith Joseph lanza contra el establishment británico, al que acusa de crear en el país una mala conciencia en torno al mundo de los negocios.

«La cultura antiempresa privada significa que nuestro establishment; es decir, la Iglesia, el sistema educativo, las universidades, los funcionarios y los partidos políticos creen y propagan la idea de que dedicarse a los negocios está mal visto.»

El ministro de Industria no cree que los planes económicos del Gobierno tengan éxito a corto plazo. «El declive de la industria británica», dijo, «viene arrastrándose desde hace décadas, y sólo al término de los cinco años de mandato del Gobierno conservador se podrá apreciar el necesario cambio o giro de la economía».

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