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VALENCIA: SEPTIMA CORRIDA DE FERIA

Los moleros hacen desertar a Paquirri y Esplá

Paquirri y Luis Francisco Esplá estaban anunciados para la corrida de ayer en Valencia, con toros de Pablo Romero. Por una vez, el festejo tenía la expectación que produce una competencia sería, originada el día anterior. Esplá, un aspirante a figura, se había comido por los pies a Paquirri, que es figura estabilizada desde hace muchos años. La reacción del barbateño era previsible y cabía esperar de Esplá que nuevamente intentaría borrar a su compañero. Podía haber emocionante competencia en la arena y pasión en el tendido y esto producía una expectación grande, de la que tan necesitada está la fiesta.Pero no hubo competencia, ni emoción, ni nada; sencillamente porque Paquirri y Esplá no torearon. En una actitud que cuadra perfectamente con la moda ridícula de estos matadores de ahora, que, parece mentira, tendrán de todo, pero torería no, se cayeron del cartel. Resulta que los pablorromeros se habían inutilizado en el campo y la empresa dispuso para sustituirlos una corrida de Albayda, que pareció bien a ambos espadas Posteriormente -quizá en el reconocimiento veterinario-, los albaydas no valieron y en su lugar trajeron toros de Molero. Y tanto Paquirri como Esplá sacaron a relucir sus contratos: « El compromiso es lidiar los pablorromeros, y sólo esa divisa.» De manera que se quitaron de enmedio. Muy bien Tanto uno como otro -sobre todo Esplá, que aún no es figura y entre bastidores se comporta cual si lo fuera; es decir, que se lo tiene creído- han demostrado que valen muy poco, y la afición valenciana ya tomó nota. Se pueden ir donde les plazca, que nos da igual.

Plaza de Valencia

Séptima corrida de ferias. Toros de Molero, variados de pinta con trapío, escasos y sospechosos de pitones; mansos y flojos; con dificultades: excepto cuarto y quinto. El segundo se partió un cuerno. Ricardo de Fabra: pinchazo perdiendo la muleta, estocada y cinco descabellos. (protestas). Dos pinchazos y media (vuelta al ruedo). Julio Robles: estocada caída (silencio). Estoconazo (oreja). Manuel Sales: media y tres descabellos (silencio). Dos pinchazos, estocada y dos descabellos (silencio).

Ricardo de Fabra, el otro espada anunciado, se quedó en el cartel, y entraron Julio Robles y Manolo Sales. Ganamos con el cambio, pues, sin ir más lejos, Robles torea mejor que los astritos de la deserción y supo aprovechar el molero, que le salió noble. Sus lances a la verónica fueron buenos y también las series de derechazos y naturales, cuyo único defecto era que adelantaba innecesariamente el pico. Se volcó en la suerte suprema y consiguió un estoconazo; cosa rara en este torero, tan pusilánime siempre a la hora de matar. Su otro toro (el segundo) parecía bravo, remataba violentamente en tablas y acabó dejándose eÍn ellas un cuerno. Por la cepa se lo partió. Tomó con clase una vara y al último tercio llegó con las asperezas que eran consecuencia lógica de la grave amputación traumática. Un toro sin cuernos es como un jardín sin flores, y el. molero, consciente de ello, no podía embestir a gusto del consumidor. Robles se vio imposibilitado de hacer faena, pues además el público no se lo toleraba en aquellas circunstancias.

Los moleros, bonitos y variados de pinta, serios y a su vez cornicortos o escobillados de pitones, resultaron mansos y sin clase. Primero, tercero y sexto ofrecieron dificultades que no pudieron resolver Ricardo de Fabra y Manolo Sales, pese a que muleteaban voluntariosos. Sales se llevó una voltereta en el tercero, y a partir de ahí le vimos muy inseguro. Fabra, más centrado, logró algunos pases estimables, principalmente en el cuarto. Era este un toro precioso, por excepción bien armado, alto y serio, salinero careto, posiblemente cinqueño, noble. La pena es que no tenía fuerza y cayó varias veces durante la faena de muleta, en la que Fabra toreó con reposo, suavidad y gusto e instrumentó pases de pecho de especial hondura y belleza. Su error fue prolongar el trasteo, ya que el agotamiento de la res le obligaba a porfiar, y por añadidura mató mal. Se le escapó así un triunfo muy necesario para su momento profesional, que es crítico. Lo que le faltan son contratos y ha de ganarlos tardé a tarde con éxitos incuestionables.

En definitiva, la corrida se dio normalmente, sin Paquirri y Esplá, y seguramente resultó tan buena o tan mala como si hubieran estado presentes. Bien mirado no son gran cosa. Lo alarmante es, sin embargo, que por un quítame allá esos toros se caigan de los carteles, no ya pongamos por caso, en Madrid -plaza de afición exigente, en consecuencia de mucho compromiso-, sino en Valencia, y lo hagan desde la impunidad. Si los empresarios (quizá no sea descabellado pensar también en la autoridad) fueran como deben ser, ya habrían tomado cartas en el asunto. Pero mucho me temo que su mentalidad, más que de empresarios, es de taurinetes, y estas pillerías las comprenden e incluso las comparten, por aquello de hoy por ti mañana por mí.

Expectación por los miuras

Existe una gran expectación en Valencia por la corrida de Miura que cerrará la feria mañana, lunes Dámaso González, Julián García y José Antonio Campuzano, que sustituye a Manolo Cortés, componen el cartel. Los toros de Miura, una vez más, llenarán la plaza de un público atraído por la leyenda y el trapío de la histórica divisa sevi llana. Hoy, domingo, se celebra la penúltima corrida de feria, con to ros de Celestino Cuadri; actúan Dámaso González, Manzanares y Julio Robles.

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