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Carter apela a EEUU para que respalde su programa energético

Un James Carter más candidato que presidente, con aire populista y un desacostumbrado buen humor, atacó ayer, en una rueda de prensa televisada, la cuantía de los beneficios de las compañías petroleras multinacionales y pidió al pueblo norte americano su apoyo para la aprobación de un impuesto extraordinario que disminuiría sustancialmente.

En su primer encuentro con los periodistas de Washington en casi dos meses, Carter quitó durante unos segundos su mirada de los compañeros de la prensa y la fijó ostensiblemente en las pantallas de televisión para decir: «Necesito la ayuda de ustedes. Su voz ha de ser oída. Que todos aquellos que deseen la aprobación de mi impuesto sobre los ingresos marginales de las empresas petroleras lo hagan saber, por favor, a sus representantes.»Explicando que la única financiación posible para su gigantesco y, según muchos, utópico plan energético es la confirmación por el Senado del impuesto en cuestión, que detraería para el Estado un 60% del dinero adicional que las transnacionales obtendrán de la supresión de los controles sobre los precios de la gasolina, el presidente intentó ejercer presión ante un Capitolio que no mira sus proyectos con excesivo agrado.

Ambas Cámaras han comunicado al titular de la Casa Blanca, esta misma semana, que «debe tomarse las cosas con calma», y que después de las vacaciones de verano ya habrá tiempo para estudiar el programa presidencial para la reducción de la dependencia energética respecto del mundo árabe.

Como penúltimo paso de una disputa en la que legislativo'y ejecutivo llevan enzarzados varios meses, el Congreso recortó, pocos minutos antes de la aparición televisada de Carter, su propuesta para el racionamiento de gasolina, autoconcediéndose el derecho a vetarla.

James Carter reaccionó acusando de nuevo al Capitolio de «timidez política», y pidiendo dramáticamente al pueblo norteamericano que defienda a su «líder de la energía» en la lucha por sacar adelante sus ambiciosos proyectos.

Contestando a las preguntas de los periodistas washingtonianos, el presidente revivió la tesis planteada en su discurso de hace diez días, insistiendo otra vez en la «crisis de espíritu, confianza y destino» de Norteamérica y en la «necesidad de devolver a la gente la perdida confianza en las instituciones de Gobierno», pretendiendo, según los analistas políticos de la capital, convertir un problema de imagen personal en un problema de Estado.

«El sermón del padre me pareció muy bueno; pero, como todos los sermones, estará olvidado en veinticuatro horas», comentó un prestigioso columnista, mientras la prensa de la costa este analizaba la postura de Carter coincidiendo en la idea que el ex gobernador de Georgia «acaba de darse cuenta de que él mismo es su mayor enemigo, y ha decidido presentarse a la reelección enfrentándose al propio James Carter antes que a nadie más».

La rueda de prensa examinó casi exclusivamente temas de política doméstica, y sirvió para que Carter repitiera que la lucha contra la inflación es su objetivo prioritario, que la unidad de su Gabinete ha salido reforzada de la crisis ministerial y que no tiene en la cabeza ninguna medida monetaria de reforzamiento del dólar.

«Hamilton Jordan no va a ser jefe de Gabinete, porque eljefe de Gabinete lo voy a ser yo. Hamilton Jordan tampoco va a ser el jefe del Congreso, porque el Congreso es, en este país, un cuerpo independiente», dijo solemnemente el presidente en un esfuerzo por desmentir los rumores de que la mafia georgiana se ha hecho con las riendas del poder, gracias a la influencia que los paisanos de Carter ejercen sobre él desde que guiaron su campaña electoral de 1976.

En el único comentario de política internacional que surgió anoche, James Carter comentó: «Es un error pensar que cualquier cambio evolutivo que se produce en el hemisferio es fruto de la secreta y masiva intervención cubana. Lo que ocurrió en Nicaragua es que el pueblo perdió la confianza en Somoza. Estados Unidos se esforzó, sin intervencionismos, en permitir que los nicaragüenses digan lo que quieren y se oiga su voz.»

Cuando un Periodista le preguntó a Carter si no sería mejor que abandonara la carrera por la reelección, el titular de la Casa Blanca explicó que anunciaría su decisión a finales de año, y contestó con inusual agudeza: «El senador Jackson predijo que me ganaría en 1976, y se equivocó. También se equivocará esta vez, cuando dice que Kennedy será el nominado, y no yo. »

James Carter vino anoche a repetir su actuación de hace diez días, cuando regresó a Washington, después de su encierro en Camp David, para hablar a la nación a través de la televisión. Su actitud fue la misma, y sus preocupaciones y planteamientos político-económicos, también.

Congresistas, senadores y opinión pública están de acuerdo en que la imagen del «nuevo Carter» es mucho mejor, pero también lo están en que todo se viene abajo cuando el presidente pone manos a la obra. Una encuesta hecha pública hoy indica que todos los puntos que el líder del ejecutivo ganó con su último sermón los perdió a los dos días con la forma en que llevó a cabo su reestructuración de Gabinete.

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