Machado, Alfonso Guerra y Rosa María Pereda
No me extrañaría nada que, hablando de Antonio Machado con Alfonso Guerra, la que esta carta firma, que casualmente también firmó la entrevista, sufriera un pasmo, lapsus o trastrueque de notas. La verdad es que una no es especialista en Machado ni en Hernández, aunque a los dos los tiene muy leídos, y que la cosa de la primavera y Las muchas prisas de la profesión acarrean estos errores. Ah, la república de los sabios y de los políticos no perdona un posesivo más o menos. Y no perdona tampoco otras muchas cosas. Por ejemplo, que Alfonso Guerra, con esa fama de terrible, sea un personaje encantador y culto, divertido y bien hablado, uno de esos raros políticos que ha leído más de un libro y que no anda por la vida confundiendo las cosas. Por eso, y por un error que seguramente es mío, atacan tanto al señor Guerra. Y otra cosa: hoy me consta que en la presentación del libro citó expresamente a Miguel Hernández. Que al escribirlo yo sentía que los versos no eran de Machado, pero me confié en un razonamiento redondo y hermoso -que lo hubiera sido más si fuera suya la cita- y que hubo por mi parte despiste y cierta fascinación estética, no mala voluntad.