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Tribuna
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Una paranoia no crítica

Hace aproximadamente dos semanas se emitía, en el estupendo programa Imágenes, de la segunda cadena de RTVE, el último reportaje de una serie dedicada al pintor Dalí. En él, su directora -Paloma Chamorro- nos dejaba perplejos al informarnos sobre sus infructuosas gestiones para encontrar alguien que se aviniera a denostar públicamente al genial surrealista catalán. ¿Cómo?-nos preguntamos alarmados-, ¿ya no queda ni un átomo de buena conciencia en el país? ¿Es posible que el anarco- fascista, el A vida Dollars, el cató lico- blasfemo, el payaso - que - nos -toma - el - pelo, siente impunemente sus posaderas en la academia francesa, y, sobre todo, tenga una plaza en su pueblo como si se tratara de los hermanos Quintero?No preocuparse: mientras haya «mala conciencia» la habrá «buena», tal y como el Poder exige la oposición, y el Gobierno su alternativa. Así, reciente todavía el fracaso en la caza -y captura del anti-daliniano confeso Rosa Imbert, militante del PSC-PSOE, solicitaba del Ayuntamiento socialista de Figeras la sustitución del nombre de la plaza de Dalí, por el de plaza del Teatro. i Bravo! Es mucho más de lo que se pedía; ni juicio, ni crítica, ni denuesto: depuración, simplemente. Un decreto y ipaff, no existe, borrado, que ahora nos toca a nosotros. Benjamín anunciaba que con la revolución se dispararía contra los relojes; nuestros socialistas -los de Figueras, vamos- prefieren ponerlos a su hora.

Pero hagamos memoria porque de depuraciones se trata: en 1923 es expulsado, por primera vez, de la Escuela de Bellas Artes de Madrid, a la que había accedido de manera irregular al no ajustarse el dibujo presentado a las medidas propuestas por el tribunal; en 1926, segunda y definitiva expulsión de la citada Escuela; en 1934 es condenado por el movimiento surrealista, con lo que su dificultad para integrarse en escuelas, movimientos u ortodoxias de cualquier especie alcanzaría niveles internacionales. Dalí, que es avispado y sabe de la imposibilidad de sustraerse a sus deseos -eso, tan español, de la real gana-, explicó así su expulsión del surrealismo: «En verdad, la mascarada de ese proceso era tanto más paradójica cuanto que, sin duda, yo era el más surrealista del grupo -el único, quizá- y, sin embargo, me acusaban de serlo demasiado. Unos clérigos, prisioneros de la escolástica, intentando refutar a un santo... ¡Historia tan vieja como las religiones! »

En efecto, con él llegó la paradoja. Véase si no la curiosa nómina de fiscales y abogados en sus numerosos pleitos. C. Rivas Cherif, por ejemplo, denunció a los «profesores-podencos» que le expulsaron de la Escuela de Bellas Artes: «Dalí», escribe, «no tomó parte en la protesta, pero es un indeseable. Tal vez los señores profesores tengan razón. Quizá contribuyan, con su rigor, a probar la tenacidad de un artista en su vocación libre de trabas.» Cuando, en otra ocasión, dibuja blasfematoriamente un Sagrado Corazón con el lema Parfois le crache par plaisir sur le portrait de má mére, en medio del escándalo, similar al organizado con Le chien andalou con agresión de los jóvenes monárquicos franceses, le defiende Eugenio d'Ors, afirmando que «lo que a la pureza estética estorba es precisamente la maternidad, no la escupitina». Todavía Giménez Caballero, recordándole en el París de los treinta, le ve «rojo chillón » hasta en el color de su provocativa camisa...

¿Para qué seguir? Angel González García, en un magnífico artículo titulado expresivamente Todavía tiene enemigos, señalaba algo que, al parecer, a todo el mundo se le escapa, especialmente al que está cargado de buena conciencia: la crítica a Dalí no puede venir por la moral, sino por el estilo; esto es, se trata de una cuestión de mayor o menor intensidad en la representación. El peligro de Dalí será, en todo caso, «aburrir», y, mal payaso, «acabar cualquier día de bongosero en la orquesta de Xavier Cugat». Por el momento, no se lo permitirán los socialistas de Figueras: el divino Dalí, como el degenerado aristócrata Sade, seguirá animando la revolución desde sus mazmorras al grito de « i Franceses, un esfuerzo más para ser republicanos! » En cualquier caso, permítasenos una propuesta que hegelianamente concilie, con la marcha de la historia, a los concejales socialistas de Figueras y a los cinco mil ciudadanos cripto-fascistas que se les oponen; para no caer en una paranoia no crítica, póngase de inmediato plaza del Teatro de Dalí.

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