Mesa redonda en torno al "Diccionario de Filosofía" de Ferrater Mora
Con un nutrido público, se celebró el pasado lunes, en el pabellón de la Feria del Libro, la mesa redonda que presentaba la última edición, corregida y bastante aumentada, del Diccionario de Filosofía del profesor José Ferrater Mora, que publica Alianza Editorial, en la que el propio filósofo consideró «una edición hermosa y cuidadísima». Coordinados por Angel S. Harguindey, actuaron en la mesa José Luis L. Aranguren, Javier Muguerza, Fernando Savater, Emilio Lledó, Carlos Paris y el propio autor, por orden de intervención.
Contra lo que de la organización de la Feria podía esperarse, al plantel de filósofos respondió un público animado y predominantemente joven, además de una importante representación de la profesión filosófica. El resultado es que el aula en que se comenzó a celebrar la mesa redonda se llenó a tope, pasando los más animados a ocupar la moqueta verde, que fue adquiriendo aspecto de campus en las buenas épocas.Después de que Angel S. Harguindey hubiera afirmado la vitalidad infatigable de José Ferrater Mora, su curiosidad inveterada por tantas cosas y, sobre todo, sus aficiones por el cine -el profesor Ferrater escribe, rueda, monta y pasa sus películas-, comenzó el profesor Aranguren poniendo en relación el trabajo realizado con el diccionario y la labor, diríamos más personal, más originalmente filosófica, del profesor Ferrater Mora. El carácter abierto, universalizador y crítico del diccionario se corresponde, según el maestro Aranguren, con la actitud filosófica de José Ferrater, radicalmente distinta de la suya propia, dijo, dado que él, Aranguren, prefiere cerrar en cada obra el capítulo que mereció su reflexión, olvidar lo pasado y superado y entrar en nuevos temas; mientras el profesor Ferrater, según su colega, gusta de volver la vista atrás, retomar su historia, reflexionar una y otra vez sobre ella.
En ese momento, unos calurosos aplausos hicieron notar que el aula contigua, más amplia y supuestamente dotada de micrófonos, se quedaba vacía, por lo que mesa y público se trasladaron allí. En olor de multitud siguió el acto, con la intervención de Javier Muguerza, que hizo una amplia, extensa, disertación sobre la que parecía ser columna vertebral de la filosofía de Ferrater Mora, el integracionismo. Consideró que bajo este epígrafe se encontraba, además de un posible corpus filosófico y de todo un método de reflexión y creación en este sentido, una actitud filosófica.
Si se menciona en esta crónica el reparo es porque el siguiente ponente, Fernando Savater -del que Angel S. Harguindey había anunciado que era el único que venía «a la contra», dadas sus posiciones de discusión con Ferrater-, empezó su parlamento mostrando su desacuerdo con Muguerza: integracionismo -dijo- es un nombre perfectamente útil y hasta hermoso, por ejemplo, contra el lema de las centrales nucleares, que debe ser, seguramente, desintegracionismo. Bajo una gotera de agua -que le sirvió para excusar la brevedad de su intervención-, comparó las mesas redondas con las películas de desastres («aparece una estrella del cine mudo, un par de jóvenes promesas y algún actor consagrado, pero sólo por un momento, antes que se les trague el tiburón o el terremoto»), y contó, a modo de homenaje, «los cinco minutos en que fue autor del diccionario», es decir, hasta que se deshizo el equívoco de la señora que le saludó como Savater Mora. Y contra lo previsto, no atacó para nada al profesor, que en cambio, en su propia intervención, mostró pública y humorísticamente su sorpresa.
El profesor Lledó, que al decir de Harguindey se diferencia de Ferrater en que no hace cine y no ha estado en América, hizo una defensa encendida del dIccionario, al que calificó como la más importante obra filosófica española, ese manantial fecundo del que, desde el niño de BUP al filósofo consagrado, todos pueden aprender algo. Por último, Carlos Paris, que al principio del acto parecía indeciso sobre si intervenir o no en él, se refirió a esa tarea, humilde pero segura, de la difusión de la cultura por parte de los intelectuales. En el terreno de la filosofia, el Diccionarío cubre, si n duda, este campo.
Por último, el propio profesor Ferrater Mora cerró el acto con ese humor gentilmente norteamericano, agradeciendo a su compañera, Priscila, la colaboración; al público en general, el acto de masoquismo que suponía aguantar a un grupo de filósofos durante esas horas de tiempo libre, y explicando, azuzado por algunas preguntas del público, ciertas posiciones propias. No contestó a la pregunta del joven articulista Alberto Cardín, preocupado por el equilibrio pasional del profesor, y quedó bastante perplejo por esos cambios lijigüísticos que nos invaden en relación con los jovencísimos, que, al decir de un profesor de BUP, pasan de filosofía. Intervino también, y cumplidamente, el poeta Alvaro Pombo. Acabó el acto cuando se cerró la Feria.
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