Un viaje difícil
EL VIAJE del rey don Juan Carlos a Marruecos se prepara en medio de un clima de creciente dificultad, debido a recientes iniciativas políticas del Gabinete de Rabat.En los últimos días, Marruecos ha continuado e incluso acentuado la racha de apresamientos de buques pesqueros españoles que se inició el pasado mes de febrero cuando, de manera un tanto inopinada, Rabat decidió romper el statu quo pesquero establecido verbalmente con España y comenzó a aplicar con dureza los términos exactos del acuerdo pesquero hispano-marroquí, ratificado por España en los primeros días de 1978 y pendiente de sanción del Parlamento del país vecino desde hace más de veinte meses. Una ratificación esta que debería quedar concluida para antes del viaje del Rey de España como hecho palpable de voluntad conciliadora marroquí y en justa respuesta a la anticipada aprobación del Parlamento hispano.
A estos hechos se les han sumado otros de importancia no menor: el comercio de productos españoles, de origen canario, que normalmente llegaban a El Aaiun (para el Sahara occidental, bajo administración marroquí), ha sufrido un reciente bloqueo administrativo por parte del país vecino; el gobernador de Gibraltar, William Jackson, ha visitado días atrás varias poblaciones marroquíes, lo que se considera, por parte española, un gesto inamistoso, que se vio incluso acentuado por el amarre de dos barcos de guerra del país alauita en el puerto militar de Gibraltar.
Estos hechos, que intentan ligar el caso gibraltareño al futuro inmediato de Ceuta y Melilla, se han visto apoyados con declaraciones de primeros dirigentes marroquíes, entre ellos el propio rey, sobre sus pretensiones anexionistas.
Mientras tanto, Marruecos afronta una dura crisis económica y social y un desgaste político y militar acentuado por la guerra del Sahara, que arriesga convertirse en un conflicto de mayor envergadura si las advertencias de «persecución en territorio argelino», realizadas por Rabat, se confirman en los próximos días.
El Gobierno español ha desarrollado, en los últimos meses, una política de comprensión ante el vecino del Sur. Se han querido mejorar las condiciones marroquíes del acuerdo pesquero, una delegación de altos funcionarios prepara actualmente en Rabat acuerdos de cooperación política, económica y comercial, y se ha reiterado, una y otra vez, el deseo de España de mantener buenas relaciones con todos los países del norte de Africa y propiciar una solución pacífica al conflicto del Sahara. Un desenlace que necesita algún tipo de entendimiento entre Argel y Rabat y que, a corto plazo, no parece tener otra salida que la reunión en la cumbre entre los jefes de Estado de ambos países, idea que apoya España.
La visita del Rey se enmarca, pues, en un panorama con múltiples dificultades, pero también con posibilidades de que produzca los frutos deseados: un acercamiento entre las políticas de los dos países, una mejora de las relaciones económicas y culturales y un entendimiento común en algunos de los problemas que afectan al Mediterráneo y al norte de Africa.
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