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MUSICA

Presentación española del violonchelista Carlos Prieto

Entre el 28 de mayo y el 1 del mes en curso se ha celebrado en Oviedo la V Semana de la Música, organizada por la Universidad ovetense, patrocinada por la Dirección General de Música, el Departamento de Arte de la facultad de Filosofía y Letras, la Diputación asturiana y el Centro de Bellas Artes, y dirigida por Emilio Casares, profesor agregado de Historia de la Música en esa Universidad, a cuyo frente figura un melómano tan cualificado como el rector magnífico Teodoro López-Cuesta.La semana se dedicaba este año a El primer romanticismo y en su curso se han podido escuchar partituras de Schubert, Schumann, Mendelssohn, Beethoven, Chopin y Weber, con una extensión al romanticismo avanzado como supone la presencia de Dvorak. Actuaron la Coral de Santander (director, Lynne Kurzeknabe), el Cuarteto Hispánico Numen, las pianistas Gloria Emparán y Gisèle Gruss, la Orquesta de Cámara de Asturias (director, Benito Lauret), el violonchelista Carlos Prieto Jacque y la Orquesta Nacional de España (director, Antoni Ros Marbá), así como los conferenciantes Emilio Casares, María Antonia Virgili, Antonio Martín Moreno y Francisco Bonastre. De esta magnífica convocatoria sólo podemos dar cuenta crítica del concierto de clausura, a cargo de la Orquesta Nacional.

La Orquesta Nacional, con su director titular al frente, desempeñó bien su cometido en un programa de super-repertorio que se abía con la Obertura Der Frei schütz, de Weber, y se cerraba con la versión pulcra y cuidada, de admirable unidad musical en el engranaje de los cuatro movimientos, que Ros Marbá hace de la Sinfonía heroica beethoveniana. Los resultados, no obstante" mejoraron notablemente en el concierto de la capital asturiana, beneficiándose los músicos de la repetición del programa pero, sobre todo, de las muy superiores condiciones acústicas del teatro Campoamor con respecto a la sala gijonesa.

En el centro del programa figuraba como gran aliciente la presentación en España del violonchelista Carlos Prieto, mexicano de padres asturianos y músico de singular trayectoria amateur, compatibilizada con el gran mundo de las finanzas, hasta el momento de dar el paso vocacional de la plena dedicación al violonchelo. Prieto actúa con un fabuloso Stradivarius fabricado en 1713 y conocido como «el violonchelo de España», por haber permanecido más de un siglo en nuestro país, saliendo luego a Francia, Rusia e Inglaterra, hasta ser adquirido, en 1954, por un californiano de cuyas manos pasó a las de nuestro solista el pasado año.

La actuación de Carlos Prieto fue todo un curso de fina musicalidad. Su versión del Concierto en si menor, de Dvorak, muy ceñida a la partitura, evita en todo momento la gran dilocuencia y hasta huye del lícito «arrebato» romántico que tantas veces crea problemas de ajuste con la orquesta por la consiguiente fluctuación de los tempi; al escucharle, en fin, se diría que queda patente su amplia dedicación a los géneros camerísticos porque la búsqueda de la pureza y el escuchar «al otro» caracterizan su labor en todo momento Episódicos problemas de afinación -casi inexistentes el segundo día, al sentirse más «arropado» por la sonoridad del Campoamor- no empañaron el grande y justo éxito de Carlos Prieto, que alcanzó momentos extraordinarios al frasear los pasajes cantabile de los movimientos extraños, así como todo el hermoso adagio del Concierto, de Dvorak, pieza fundamental del repertorio sinfónico del cello y que, como tal, fue elegida por el músico

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