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XXXVIII FERIA DEL LIBRO

Sobre el sexo que tiene la literatura

Debate literario-feminista de mujeres escritoras

La célebre polémica sobre el sexo de los ángeles no fue casi nada en comparación con el debate en torno al sexo de la literatura y sus secretas relaciones con el feminismo, que se desencadenó el miércoles por la tarde en la Feria del Libro, en el primer encuentro de escritoras que registran las crónicas, organizado por la editorial Alfaguara en colaboración con la Librería de Mujeres.«Ha sido un acto redondo, un bonito acto», decía la gente a la salida. Y, hasta ahora, también el más brillante y concurrido de los que se han celebrado dentro del programa de actividades de la feria, margen de los montajes pedagógico-lúdico-festivos dedicados a los críos.

El éxito de la mesa redonda estuvo en que allí nadie iba a sentar dogmas, como en el caso de los ángeles, sino sacar a flote el mayor número de teoría y opiniones sobre el tema. Y opiniones hubo para todos los gustos. El grupo de escritoras convocadas -sólo Esther Tusquets y Ana María Moix fallaron- cubría por su variedad de orígenes y tendencias la gama completa del arco iris, aunque las posturas se polarizaron alrededor de dos tonos antagónicos del violeta.

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Por una parte, Marta Pasarrodona enarboló el morado pendón vindicativo, para defender la interrelación histórica entre los movimientos de reivindicaciones femeninas y el acceso de la mujer al mundo literario.

A continuación habló Carmen Martín Gaite, portadora de otro tono de morado en el color del conjunto que vestía, pues todo el mundo sabe que Carmen pasa bastante de feminismo.

«La situación femenina de encierro, opresión y sosiego es idónea para escribir. Aparte de los problemas a la hora de editar, si se tienen ganas de escribir lo único que necesita una mujer es un lápiz, papel y soledad, sobre todo, mucha soledad.»

Monstserrat Roig, que no en vano se sentó en el centro de la mesa, aunque al principio se resistía, vino a conciliar los términos en su lúcido castellano de catalanaparlante.

«Hay que deslindar lo que son problemas de creación de la ayuda que ha supuesto el feminismo para las escritoras. Gracias a las aportaciones ideológicas del movimiento feminista ahora escribo mucho más serena, relajada y con menos resentimiento que cuando empezé a hacerlo. »

Rosa María Pereda, en plan disolvente afirmó: «No creo que el feminismo tenga nada que ver con la literatura y tampoco creo en una cultura feminista. Para mí sólo hay una cultura y una literatura que es de hombres y mujeres, aunque de unos y unas más que de otros. »

«En el momento de plantearme una novela», dijo Lourdes Ortiz, «no pienso explicítamente», soy una mujer y voy a escribir como tal. «En principio creo que el mundo de las letras no tiene por qué ser diferenciado según los sexos. »

Rosa Chacel, con ese aire suyo de firmeza angelical en el que ni los años ni la enfermedad hacen mella, apuntó más o menos en la misma dirección: «Me parece que el feminismo es un tema social de gran importancia y escasa relación con la literatura más allá del enriquecimiento que toda liberación social trae consigo. No hay diferencia intelectual entre hombres y mujeres, porque el mundo intelectual está concebido por el hombre. Por eso yo siempre he seguido la escuela de los grandes maestros, porque era la única que existía. »

Alguien citó entonces a Virginia Woolf como ejemplo de gran maestra y Rosa Chacel respondió: «¿Virginia Woolf?... No, no la conozco mucho. No sé inglés y, por otra parte, me siento mucho más próxima a Homero que a Virginia Woolf.»

El escritor Alvaro Pombo, camuflado entre el público abrió el coloquio con una pregunta que nadie arriesgó a responder: «¿Existe una relación ontológica entre femeneidad, marginalidad y el hecho de escribir? y señaló el peligro de que el feminismo fuera a destruir esa marginalidad inherente a la creación, lo que rápidamente suscitó un múltiple diálogo. A propósito de un comentario sobre la incompatibilidad de la escritura con el papel doméstico que la sociedad asigna a la mujer, Pombo volvió a intervenir para si ningún recato confesar: «Les tengo que decir que yo fui señora de la limpieza durante bastantes años. »

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