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Irlanda desea jugar un papel en Europa

En la galería de ventas del centro comercial, en el corazón del barrio obrero de la capital irlandesa, Joe Fox hizo campaña con un pequeño magnetófono en la mano, a modo de bloc de notas. Sus amigos distribuían octavillas y pegatinas a los compradores, colocándoselas en la cesta de la compra, y sobre todo a los niños, algunos de los cuales ya llevaban en sus blusas y gorras el emblema de su principal rival. Fuera, el eurobus, con los colores del Fianna Fail -el partido gubernamental-, estacionado a unas decenas de metros de los coches cubiertos con los emblemas del Fine Gail, la formación centrista derrotada en las elecciones generales de 1977.

Por otra entrada del centro comercial una bandera laborista ondeaba al viento. Claramente, en materia de campaña europea, las tres principales formaciones políticas irlandesas hacían esa tarde una especie de super Mercado Común.Aunque la campaña europea irlandesa se parezca mucho a una campaña electoral tradicional -caso probablemente único entre los nueve- es porque hoy los irlandeses designarán también, junto a los diputados comunitarios, sus consejeros municipales. «Preparamos dos elecciones en una», explica Fox mostrando la papeleta de su equipo. Por una cara, la lista de los candidatos europeos; por la otra, el equipo municipal propuesto a los votantes de Dublín.

Con relación a sus adversarios, los candidatos del Fianna Fail tienen una razón para llevar su campaña a bombo y platillo. Este doble escrutinio, el primero organizado desde su victoria, tiene la característica de un mid-term test, una especie de voto de confianza -o de desconfianza- con respecto a Jack Lynch, a poco más de la mitad de la legislatura, ya que el Gobierno irlandés está actualmente frente a serias dificultades internas.

Su política fiscal se encuentra con un descontento creciente en los medios rurales (en los que habitualmente el Fianna Fail tiene fuertes apoyos electorales), donde ha cosechado en algunos meses la censura general de los ciudadanos contribuyentes.

Huelgas y racionamiento de gasolina

Otro aspecto de descontento Popular, por tanto otra preocupación para los candidatos gubernamentales: la huelga de correos, que dura ya cuatro meses sin que ninguna iniciativa pública pueda desbloquearla. Esta huelga afecta especialmente a la población. En una isla en la que la mayor parte de las familias, por la emigración, tienen parientes en el extranjero (especialmente en Estados Unidos), la falta de correo y la imposibilidad de hacer cualquier llamada telefónica no automática provocan el sentimiento de estar aislados del mundo. Esto sienta bastante mal en plena campaña europea.

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Las dificultades encontradas por Irlanda en materia de aprovisionamiento de petróleo han llevado al Gobierno de Dublín a racionar la oasolina durante un mes. Esta decisión podría comprometer la estación turística y contribuye, en todo caso, a enrarecer un clima político sobre el cual -planean varios conflictos sociales, además del de correos, que provocan negros presagios y que los rigores de un invierno demasiado largo y rudo han contribuido a deteriorar.

Se dice en Dublín que Garret Fitzerald, ministro de Asuntos Exteriores en el anterior Gobierno y que sigue a Lynch en sondeos de popularidad, fundamenta sus grandes esperanzas sobre un eventual retroceso electoral del partido gubernamental. Irlanda no escapa al proceso -general entre los nueve- tendente a hacer aparecer el escrutinio del 7 de junio tanto una elección de política interior como un voto propiamente europeo.

Sin embarqo, los eslóganes se parecen todo y los electores irlandeses. que desearían determinar su decisión sobre criterios europeos exclusivamente, corren el riesgo de hacerlo mal. «Demos a nuestro país una voz sólida en Europa» propone el Fianna Fail. «Dad a Europa lo mejor que tenemos, votad al Fine Gail», pide con más seguridad que modestia la formación centrista.

En cuanto a los laboristas recurren a la misma prudencia verbal que sus compañeros británicos. Prefieren hacer campaña por «el laborismo en Europa». más que por Europa, formulación que ha sido juzgada ambigua en Londres.

Por otra parte, los irlandeses, cuvo nacionalismo sentimental no les impide tener conciencia respecto a la superficie no sólo geográfica. sino también económica y política de su país, están felices del papel que a veces Dublín juega entre los nueve.

A pesar de que no se predica la supranacionalidad, se plantea a veces. Si no se puede ser los primeros en Europa, al menos, los europeos más originales. Así, el candidato del Fine Gail, Myles Stauton, por la región de Connaught, dice: «Si soy elegido, seré el diputado de la circunscripción más pobre y más occidental de Europa.»

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