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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El documento del Congreso y el discurso del presidente

EL PLENO del Congreso registró ayer dos acontecimientos dignos de comentario: la declaración de la Junta de Portavoces de la Cámara, respaldada por abrumadora mayoría, y la comparecencia del presidente del Gobierno, quien se solidarizó con el documento parlamentario y explicó la postura del Ejecutivo ante la crisis abierta por los crímenes que ensangrentaron Madrid el pasado fin de semana.El contenido de la declaración del Congreso ha estado a la altura de lo que las circunstancias exigían. Un documento de este género, firmado por los partidos con mayor implantación electoral, desde UCD hasta las fuerzas políticas de la izquierda parlamentaria, pasando por los nacionalistas catalanes y vascos, no podía ser más preciso e inequívoco. La condena de los actos de violencia, la solidaridad con las Fuerzas Armadas y de seguridad y el reconocimiento de que su serena actitud es una sólida garantía de eficacia en la lucha contra el terrorismo, el apoyo al poder ejecutivo y al poder judicial para que -de conformidad con lo previsto en las leyes- utilicen las medidas a su alcance para erradicar el terrorismo, el compromiso de coadyuvar en el marco de la Constitución a la más eficaz estrategia en la lucha contra la violencia y el llamamiento para que el pueblo español conserve su serenidad y ratifique su confianza en las instituciones democráticas constituyen los básicos renglones de este espléndido documento. Su principal valor reside precisamente en que ha sido suscrito, con honestidad política y con un elevado sentido de la responsabilidad ciudadana, por el partido del Gobierno, la minoría catalana, el PNV, los socialistas y los comunistas.

Tras la lectura de la declaración, resulta sorprendente e injustificable que Coalición Democrática le haya negado su firma por considerarlo, en palabras de Areilza, «ambiguo y equívoco». Esa forma de adjetivar no hace sino exportar hacia afuera, paradójicamente, el carácter «ambiguo y equívoco» de Coalición Democrática, que oscila entre el incondicional apoyo a la investidura del presidente Suárez y el intento de cortarle la hierba bajo los pies aprovechando, oportunista y demagógicamente, la conmoción producida en el seno de las Fuerzas Armadas por los crímenes terroristas. La no firma de Coalición y las últimas declaraciones de sus líderes delimitan de nuevo a este grupo con los perfiles de la derecha más involucionista.

No le falta razón al señor Fraga cuando protesta de la ausencia de debates en los plenos. Pero si su legítima petición de una vida parlamentaria más activa y transparente sólo sirviera para vender a la opinión el espejismo de que es depositarlo de la receta mágica para acabar con el terror, no habría más remedio que recordar su nada brillante trayectoria como ministro del Interior del Gobierno de Carlos Arias.

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En cuanto a Suárez, hay que decir que si no escatimara sus intervenciones en el Congreso y no rodeara sus escasas apariciones de un halo de expectación y misterio, su discurso de ayer en la Cámara hubiera resultado bastante satisfactorio. Todo lo que puede ser la rendición de cuentas de un presidente de Gobierno que no puede todavía anunciar éxitos en la lucha contra el terrorismo, pero que se compromete a realizar ese trabajo y da razonables esperanzas a sus compatriotas de que terminará por conseguirlo. Sin embargo, el suspense que suele preceder a sus parcas intervenciones ante el Congreso habrá producido una reacción de desilusión en aquellos ciudadanos que esperan del poder imposibles milagros. Su intervención no ha sido extraordinaria, porque ni el tema ni las circunstancias lo permitían. Pero el presidente, aunque se haya mostrado muy poco autocrítico en lo que respecta a los fallos del aparato de seguridad y de los servicios de inteligencia, ha dicho cosas interesantes y tranquilizadoras en otros terrenos. El compromiso formal de llevar adelante los estatutos de autonomía y las leyes orgánicas, su enérgico rechazo de cualquier solución de recambio al margen del Parlamento, la reiteración de su respeto al marco constitucional y al régimen de libertades y la atinada observación de que el terrorismo es la consecuencia del éxito del proyecto democrático y no de su fracaso merecían el aplauso que los diputados de la Oposición le regatearon ayer.

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