Contra el terrorismo
Mis años de clandestinidad primero, de exilio político más tarde y de irreductible combate antifranquista siempre; los actuales reportajes de prensa sobre mi reciente libro Contra estoy aquello y mis propias últimas declaraciones en Interviú, Mundo Diario, La Depeche du Midi, etcétera, acreditan cumplidamente mi personalidad antifascista y acción revolucionaria -e incluso mis solidarias afinidades con ETA- que, desde luego, he intentado hermanar a las corrientes de espíritu y lucidez necesarias al más noble nivel de tal trayectoria.Y si es claro que el exceso, la naturaleza infame del Régimen precedente justificaba de antemano toda suerte de violencias, no lo es menos que es preciso distinguir, hoy como siempre, la violencia que libera y es legítima defensa de la que sólo obedece a un prolongado contubernio llamado a comprometer el ejercicio de un derecho y una progresión social tan duramente conquistados.
Cuento entre los que lamentan y aceptan difícilmente que los verdugos de ayer se sustraigan, al socaire de la nueva democracia, a la justicia del pueblo. No obstante, los acendrados tonos de provocación de ciertos hechos recientes conducen a decir: ¡Basta! ¡Basta! a ETA si es la autora real de ciertos desmanes. Y ¡basta! a la siempre inmunda y acechante bestia nazi que aún vocifera sus odios nostálgicos de franquismos y ávidos de tiranías, aprovechando unos hechos a los que sin duda no es absolutamente ajena.
Llamada, pues, a los hombres y las mujeres de España a fin que su buena fe, su deseo de coexistencia e incluso su afán de orden no puedan ser sorprendidos por los que osan proponer la pestilencia fascista como solución posible a una situación de desorden que, desde luego, es preciso -y posible- superar, pero que encuentra su origen y persistencia en los decenios de ignominia y desorden autoritario cubiertos por el franquismo y por cuantos, actualmente, aúllan sus quejas hipócritas condenando unos excesos para mejor callar otros.
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