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FERIA DE SAN ISIDRO: DECIMOSEPTIMA CORRIDA

Esplá pone en la cumbre el tercio de banderillas

Plaza de Las Ventas. Decimoséptima corrida de feria. Toros de Pablo Romero, de gran trapío y preciosas láminas, casi todos ovacionados de salida; mansos, se venían abajo. Fue bueno para la muleta el tercero y destacó por su nobleza el segundo. José Antonio Galán: Dos pinchazos a cuerpo limpio -sin utilizar engaño-, de los que sale encunado y revolcado, rueda de peones y media estocada; la presidencia le perdonó un aviso (más pitos que aplausos; pasa a la enfermería). Luis Francisco Esplá: Pinchazo, estocada caída aguantando y perdiendo la muleta y tres descabellos (vuelta con algunas protestas). Media estocada baja, rueda de peones y descabello (ovación y saludos). En el sexto vuelta al ruedo al acabar el tercio de banderillas. Dos pinchazos y cuatro descabellos (aplausos y saludos). Antonio Chacón: Tres pionchazos, balonazo y rueda de peones (algunas palmas). Estocada desprendida, rueda de peones y seis descabellos; la presidencia le perdonó un aviso (silencio). Presidió el comisario Del Río, sin acierto. Parte facultativo: Galán sufre contusión en el pie derecho, con distensión ligamentosa y probable fractura. Pronóstico reservado. Hubo una excelente entrada, aunque no se llegó al lleno de días anteriores.Estamos ante un diestro, Luis Francisco Esplá, que ha traído a la fiesta variedad y torería. Es, justo, lo que echábamos en falta. Digamos que es muy flojito como lidiador y vulgarcillo como muletero, pero en el segundo tercio, que ya parecía muerto, tiene una personalidad y una gracia que arrebata, y lo convierte en un espectáculo de primera magnitud. Sencillamente, en sólo dos tardes ha puesto en la cumbre el arte de banderillear.

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No hemos dicho -y quizá debimos empezar por ello, pues es casi insólito- que cuando acabó de banderillear al sexto hubo de dar la vuelta al ruedo. No se justificaba demasiado en aquella precisa ocasión, pues a ese toro lo banderilleó con gran espectacularidad, pero las reuniones fueron menos auténticas que en los anteriores. De todas maneras, la vuelta al ruedo premiaba una tarde de triunfo con los palitroques. Era una delicia ver cómo les andaba Esplá a los toros, para colocarlos en el terreno adecuado o para encelarlos, con perfecto conocimiento de terrenos y querencias.

De nuevo -como en su primera tarde de la feria- hizo el giro ante la cara de las reses, entró varias veces de frente desde mucha distancia y en carrera vertiginosa: también clavó de poder a poder. Los pares que colocó en el primer toro fueron extraordinarios, y en el cuarto puso la plaza boca abajo cuando a la salida de un quiebro reunió a topa carnero y clavó arriba.

La estampa de la torería inconfundible era Esplá cuando, en el sexto, salió a banderillerar con las manos atrás, y en los medios dio unas vueltas reposadas alrededor del toro para fijarlo. Colocó cuatro pares a toro pasado (tres y medio en realidad), y terminó el tercio adorrándose ante los pitones y con dos desplantes: uno de pie, que remató arrojando la montera a los brazuelos de la res, y otro rodilla en tierra. Naturalmente, aquello fue la locura, cayeron flores y, sombreros a la arena y el torero tuvo que dar la vuelta al ruedo.

Un éxito grande, en fin, el que obtuvo Esplá ayer con las banderillas, tanto más meritorio e importante cuanto ha resucitado este tercio en decadencia. y lo ha hecho con garbo y torería. La pena es que lidió muy mal -a salvo un quite por faroles y el toreo a una mano- y que con lá muleta devolvía, muletazo a muletazo, el éxito que momentos antes el público le había otorgado sin reservas. Su primer toro admitía mejor faena que los medios pases que le instrumentó, aunque al final dio unos preciosos ayudados y kikirikíes para llevarse al toro desde los med los al tercio. El cuarto era un pablorromero apabullante de presencia, manso, violento y crecido pese a que le habían zurrado de duro en varas, y se lo quitó de en medio como pudo. El último se agotó tanto durante la brega y el tercio de banderillas, que acabó derrotado y absolutamente distraído, y no lo pudo encelar. De cualquier forma, el éxito había sido tan grande en el segundo tercio, que cuando abandonaba la plaza era torero predilecto del público de Madrid.

La corrida de Pablo Romero, tremenda de presencia, con casi todos los toros ovacionados de salida, resultó mansa y se venía abajo. A pesar de ello tuvo dos ejemplares nobles, que fueron segundo y tercero; sobre todo aquél, un cárdeno claro que tomó de maravilla la muleta. Pero la muleta era de Antonio José Galán y, por tanto, sirvió para muy, poco tanta boyantía. Galán más bien destorea, se vale del pico para citar y escurre el bulto, de todo lo cual sale un mejunje que descompone al toro más bueno y al público más santo. Una vez más repitió el alarde de entrar a matar sin muleta. Lo hizo dos veces, en las dos pinchó, y de la última salió tan maltrecho que acabó en la enfermería. La gente esta vez no le agradeció el alarde, sino que más bien se lo reprochó.

Se oía «¡Menos circo y a torear!». Realmente, era como pedir peras al olmo.

Con una clarísima querencia a chiqueros el que abrió plaza, Antonio Chacón se cruzó demasiadas veces en esa querencia durante la faena de muleta y tuvo numerosos achuchones. Instrumentó una tanda de derechazos de muy buen corte, pero eso fue todo. El problema que planteaba el pablorromero no era de embestida, que la hacía noble, sino el ya señalado de su referencia constante al toril, y no lo supo resolver el diestro. En la última parte del trasteo, al ejecutar un pase de pecho sufrió un gañafón terrible que le rajó la taleguilla de abajo arriba. Su otro toro -el quinto- era reservón y de media arrancada, y tampoco pudo hacer otra cosa que estar voluntarioso.

Hoy se celebra la última corrida de esta feria de San Isidro, en la que ha salido el toro y que, por tanto, a muchos toreros los ha puesto en su sitio. Pero en esta movida general algunos han subido muchos enteros en su cotización. Entre ellos está Luis Francisco Esplá, que vino sin cartel y ahora lo tiene, e importante, gracias a su arte con las banderillas. En esta suerte, ninguno de los matadores en activo puede hacerle sombra. Claro que éstos, con los palos en la mano, son enanitos, y de dar sombra, nada.

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