Irán, a punto de quedarse sin prensa libre
Kayhan, el más importante de los periódicos iraníes (700.000 ejemplares de tirada en un país con 36 millones de habitantes y más de un 50% de analfabetismo), salió el pasado martes con sólo cuatro páginas. La redacción estaba en huelga, como protesta por el despido de veinte periodistas y tipógrafos. El comité islámico del periódico (responsable también de los despidos) fue el que aseguró la salida del periódico.Sus nuevos responsables aseguraron el martes que Kayhan seguirá fiel al «camino del Islam y la Revolución», ya que ha sido limpiado «de los elementos altivos y arrogantes, siervos del antiguo régimen».
El otro vespertino de Teherán, Etelaa´t (medio millón de ejemplares diarios), que bajo la presión de los comités se ha alineado también por el «camino del Islam», podría conocer próximamente las mismas dificultades. El martes se puso a favor de sus colegas reducidos al silencio, pidiendo al ayatollah Jomeini que se oponga a «los nuevos censores islámicos».
De vuelta a Irán, el pasado febrero, el ayatollah Jomeini, apoyado por su primer ministro, Mehdi Bazargan, había anunciado que la prensa sería completamente libre y que la censura impuesta por el régimen del sha ya era sólo un triste recuerdo.
Efectivamente, la censura oficial ya no existe, pero en cambio se han multiplicado las ocupaciones de periódicos, los insultos telefónicos, las amenazas de muerte, los anatemas proferidos por algunos dirigentes religiosos y los carteles callejeros pidiendo el boicot de los periódicos recalcitrantes.
Este tipo de presión parece haber dado resultado: Etelaa´t se ha alineado en parte con el movimiento islámico y Kayhan se ha impuesto una especie de autocensura para escapar al asedio constante de los «manifestantes islámicos». Sólo Ayandegan resistió valientemente todas las presiones, manteniendo contra viento y marea su línea política independiente. Convertido en el símbolo de la libertad de prensa, era el enemigo número uno a abatir. Con este motivo, todo ha sido dispuesto para que sus redactores sean acusados de «agentes de la Savak», «corrompidos» y «comunistas disfrazados».
Ahora todo está en orden: Ayandegan ha sido cerrado y el izquierdista Peygham Emrouze ha sido obligado a mantener su redacción en la más absoluta clandestinidad para evitar el cumplimiento de las amenazas.
El ministro de Información del Gobierno Bazargan, lejos de luchar contra las presiones de los comités, lanzó a principios de mes un comunicado en el que afirmaba que ciertos periódicos habían violado «todas las fronteras de la libertad y el profesionalismo».
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