Martí Quinto
Si hubiera que poner dos ejemplos de precedentes inmediatos de la actual pintura valenciana, habría que citar los nombres de Martí Quinto y J. A. Toledo. Aunque de obra diferenciada entre sí, ambos se iniciaron en la Estampa Popular, dejaron de exponer durante algunos años y se reincorporaron cuando la pintura más renovadora de estas tierras en los setenta -Carmen Calvo, Joan Cardells, Miquel Navarro, Ramírez Blanco, Rosa Torres, etcétera-, empezaba a romper el anonimato.De breve experiencia expositiva y significativa obra, Martí Quinto ha conseguido, en esta década, realizar una de las aportaciones más peculiares de la llamada nueva pintura valenciana.
En su trayectoria anterior, próxima al realismo (recordemos la muestra de Val i Trenta, Valencia, 1975), Martí Quinto abordaba una cierta lectura del Giorgione, realizaba una serie de cuadros muy agresivos con referencias autobiográficas de carácter figurativo, y llevaba a cabo citaciones literarias en torno a la iconografía de Hernández, Lorca o Neruda.
Martí Quinto
Galería Cánem. P. Guimerá, 2, Castellón.
La reflexión biográfica de esta ocasión, Imágenes de la memoria, tiene un desarrollo formal mucho más elaborado, abandonando al mismo tiempo las connotaciones realistas de la etapa anterior, sólo presentes -en sus referencias representativas- en la utilización conceptual de unas persianas, la delimitación de un paisaje o el dibujo de un interior.
El paisaje en esta exposición no es el tema sobre el que se desarrolla la obra, sino la referencia al contexto biográfico del pintor. Se aborda el asunto, no desde el medio urbano de origen, sino desde las sensaciones sentidas en el estudio. Y Martí Quinto lo hace a partir de elementos tan significativos, para un pintor matérico, como el polvo y el fango, representativos en este caso, de un contexto social y cultural de un período determinado. El uso del cartón con preferencia al lienzo se hace en función de unas calidades cromáticas determinadas, de igual manera que la recuperación de las viejas persianas o su simulación con otros materiales, tiene su razón de ser en el aspecto testimonial de las mismas -espejo de un paisaje- y la textura original de este tipo de utillaje huertano.
Se trata, en definitiva, de un trabajo en el que la presencia del entorno urbano -el detalle ornamental de una casa de vacaciones, los elementos gráficos de un interior o la silueta desdibujada de un edificio- son antes productos de la imaginación o el recuerdo que la representación de un medio determinado.
Si la muestra se presta a lecturas distintas -las calidades matéricas de las persianas, el significante grafista de los dibujos, los elementos formales de los paisajes y las citaciones modiglianescas de los autorretratos (un homenaje tardío al artista italiano)- el pintor insiste que se trata en realidad de un todo unitario en el que emplea técnicas y conceptos diversos para terminar expresando la razón misma de la serie: las imágenes de la memoria.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.