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La fiesta de San Isidro

La romería de la Casa de Campo no alcanzó la asistencia esperada

La romería popular de San Isidro, en la Casa de Campo, tuvo escasa concurrencia durante el día, debido en parte al fuerte calor, pero a partir de las siete de la tarde aumentó la afluencia de público, que se hizo masiva a últimas horas de la noche. La ausencia de actos organizados por las asociaciones de vecinos y los partidos políticos, que el año pasado contribuyeron a crear un gran festejo popular, quizá explique también la corta asistencia de público en las primeras horas de la jornada.

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En este mayo de 1979, la afluencia de público fue bastante importante, aunque, hasta las siete de la tarde, no llegó a ser multitudinaria. El día fue muy caluroso en todo momento, lo que, unido al puente laboral y la celebración simultánea de festejos en los barrios madrileños, restaron asistencia a la romería de la Casa de Campo.Desde primeras horas de la mañana se observó una constante, aunque no demasiado numerosa, afluencia de público, que se sumó a los cientos de personas que utilizaban las instalaciones de footing y las que contemplaban la competición de piragüismo en el Lago.

Las posibilidades de diversión que se ofrecieron a los madrileños en lo que debía ser su fiesta central fueron pocas y pobres. Tan sólo una docena de asociaciones de vecinos montaron sus puestos de comidas y bebidas, y sólo algunos partidos (destacaba la ausencia de PCE y PSOE) instalaron sus tenderetes de propaganda o, simplemente, de diversión. También se notó la ausencia del colorismo que la rama de los acratapasotas imprimen a las fiestas a las que acude masivamente.

Las familias aprovecharon para comer en la hierba, escuchar música, tomar el fresco o jugar a las cartas. Los más osados se atrevieron a jugar al fútbol, y no faltó quien se puso el bañador para tostarse. A partir de las seis de la tarde llevaron a sus niños a ver el guiñol, al Parque de Atracciones o a pasear. Como muestra del calor reinante hay que señalar que la piscina municipal de la Casa de Campo cerró sus taquillas a media tarde, ante la imposibilidad de admitir más gente.

Los de la compañía de El Gayo Vallecano montaron su caravana particular con música de tambores, flautas, bailes y disfraces. Otro grupo espontáneo de jóvenes tocaba sus instrumentos y bailaba. Perdidas por las esquinas de la Casa de Campo se escuchaban las notas de algún que otro organillo. Por la mañana hubo una pequeña aparición de gigantes y cabezudos, y poco más.

La fiesta se animó algo a partir de las siete, cuando los jóvenes que deambulaban se fueron agrupando alrededor de un par de escenarios, por la zona del pinar de las Siete Hermanas, donde tocaban un par de conjuntos. Esta zona fue siempre la de mayor afluencia de público, y sólo fue superada, a partir de las diez de la noche, por la atracción de los fuegos artificiales que se celebraron en el Lago.

En suma, mucha gente, tal vez menos de la esperada, que no pudo disfrutar de una gama variada de diversiones, porque no existieron, y se limitaban a pasar un agradable día de campo, lo que tampoco está mal.

Lo que falló absolutamente fue la organización del tráfico. En cambio, el Ayuntamiento acertó al poner a disposición del público miles de envases de plástico conteniendo un litro de agua cada uno, que fueron sustituidos por camiones cisterna cuando se agotaron las bolsas. También se instalaron casetas de WC, de madera, situadas en las cercanías de las plazoletas. Por último, la Cruz Roja montó dos puestos de socorro para la prevención de accidentes.

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