La posibilidad de una escisión continúa latente
El pleno del comité regional de Cataluña de la CNT estuvo reunido durante diecisiete horas, en el pasado fin de semana. Pese a ello, no fue posible superar la actual confrontación interna, con lo cual ésta continuará como hasta ahora, implicando nuevas pérdidas del afiliación, una agudización de las tensiones y a la espera de una escisión, que numerosas fuentes dan como segura. Paralelamente, se reunió también en Barcelona una plenaria nacional de regionales de la CNT que acordó reafirmar su intención de celebrar el quinto congreso de la CNT los próximos días 13, 14 y 15 de octubre.
Los temas básicos de la reunión del pleno de la regional de Cataluña fueron los expuestos en los artículos anteriores de esta serie: la posible exclusión de la CNT del sindicato de la construcción -principal punto de apoyo a la tendencia «pura» o «específica»- y la ratificación o no de la expulsión de unos doce dirigentes «reformistas» o «paralelos» integrados en los «grupos de afinidad anarcosindicalista ». Ambas cuestiones quedaron en tablas.Por un lado, veintiocho delegaciones del pleno se pronunciaron en favor de la exclusión del sindicato de la construcción, mientras veintinueve se inclinaban por su permanencia, once por algún tiempo de censura y unas seis por algún otro tipo de sanción que no fuese la exclusión. Asistían un total de 93 delegaciones.
También la ratificación o no de las expulsiones quedó sobre la mesa. Ambas cuestiones volverán a ser planteadas en la continuación del pleno, a celebrar el próximo fin de semana. Pero la anulación de las expulsiones aparece ya como prácticamente imposible. Con la ratificación de esas expulsiones los sindicalistas afectados serán los que podrian intentar el alejamiento de la CNT de algunos sindicatos, mientras que el grupo «puro» o «específico» acentuarían el carácter no sindical de la CNT, dando fuerza a las reivindicaciones de los sectores vivenciales -los «pasotas»- y marginales sobre los estrictamente obreros. El gran peligro de este proceso en ciernes para la propia CNT sería la conversión de lo que fue -y en cierto modo continúa siendo- una central sindical en un conjunto de grupos, o colectivos de carácter más libertario que anarcosindicalista sobre la base de grupos de este orden ya existentes, como son FIGA (Federación Ibérica de Grupos Anarquistas) y CLA (Comités Libertarios Antirrepresivos), que junto con otros configuran el denominado «frente «apache», que da fuerza al sector «puro» o «específico» de la CNT.
Todo este conflicto tiene su centro en Cataluña, donde la CNT, tanto hoy como en el pasado, tiene su mayor fuerza, con unas tres cuartas partes de la filiación total. Una filiación que, según diversas fuentes, podría situarse actualmente en alrededor de unos 50.000 trabajadores, es decir, un tercio de lo que fue hace dos años.
Como delicado telón de fondo de esta evolución está el tema de la violencia, que tan a menudo es hermana del proceso de conversión de grupos en grupúsculos. «No rechazamos la violencia -afirmó Luis Andrés Edo, de la tendencia «pura», a EL PAÍS-; creemos que la violencia es natural y positiva dentro de unas relaciones de opresión. Otra cosa distinta es programar esa violencia. El programarla ya es problema de estrategias. »
Los «reformistas» de los «grupos de afinidad anarcosindicalistas» presagian que los actuales derroteros son síntomas de una posible apar ición de actitudes violentas en la calle, las cuales, por otro lado, según informan, ya se dan en el seno de algunos sindicatos. «El pasado fin de semana -afirman-, en una reunión del sindicato del metal, un "puro" clavó un cenicero de metal a un compañero, causándole una herida que necesitó cinco pun tos de sutura.»
«Las navajas -manifiesta a EL PAÍS un veterano ahogado laboralista de la CNT, con un impecable historial antifranquistaestán en el orden del día. Ello es absolutamente contrario a la actitud pacífica que caracterizó a los grandes hombres de la CNT, como Peiró, cuyo pacifismo y humanidad eran consustanciales con una determinada manera de entendex la lucha social.» Otras fuentes se refieren a temas aún más delicados, siempre dentro de este preocupante capítulo. Precisan que una etapa de violencia puede ser casi obligada después del desencanto que producirá en los «puros» al ver que el predominio de sus actitudes radicales comporta una pérdida decisiva de su presencia en el seno del movimiento obrero. «La violencia -afirma una de las fuentes "reformistas"- es muy a menudo fruto de la frustración, pero lo grave del caso actual es que será una frustración buscada, ya que existe un vacío sindical para una central anarcosindicalista que nosotros intentamos cubrir.» El camino propugnado por los «específicos» (o «puros») lleva a la frustración y en consecuencia a la violencia.
Con ello puede volver a establecerse un paralelismo con lo sucedido en los años veinte y principios de los treinta. Fue entonces cuando la línea sindicálista moderna que presentaban Angel Pestaña, Joan Peiró, Marti Barrera y tantos otros tuvo que sucumbir ante el empuje de la FAI (Federación Anarquista Ibérica).
Ahora no es exactamente la FAI la protagonista de la radicalización, pero el proceso es comparable.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.