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"El genuino sabor americano", un paseo por la música de nuestro siglo

¿El genuino sabor americano? ¿Cuál es realmente el sabor americano de esta serie de discos, lanzada a vuelo de campanas? Uno, despistado como anda, no sabe si ese sabor viene dado por la compañía de discos: RCA, la compañía de cigarrillos que pone el eslogan y apoya al lanzamiento: Winston, la selección realizada por la yanquifilia de Angel Alvarez o la música e intérpretes que cabalgan por estos surcos. En todo caso son doce álbumes de música americana que, claro, contienen de todo.El primero de ellos se titula (todos tienen una distinción) Tradicional. Es un elepé del actor-cantante Paul Robeson, que se lanza por los senderos de la música negra (gospels, spirituals) bien que matizados por el suave encanto de la balada americana y blanca. Bonito para espíritus sensibles.

El segundo es el Blues, uno de los discos menos felices de esta colección, tal vez por falta de material de la casa. Hay cosas majas de Sleepy y John Estes, Sonny Boy Williamson o Lonnie Johrison, pero el disco no se aguanta frente a recopilaciones corno la Historia del Blues, de Paul Oliver (CBS).

Siguiendo el orden adjudicado, llegamos a Dixieland. Exceptuando a Armstrong y a Mugsy Spanier, el resto de los intérpretes no son lo que puede llamarse grandes estrellas, pero esta música es tan optimista y marchosa que raramente resulta aburrida.

Lo más genuino, por aceptado, es el doble elepé dedicado a Big Bands. Aquí sí que están muchos de los que fueron. Los nombres de Tommy Dorsey, Glenn Miller, Benny Goodman, Count Basie, Duke Ellington o Lionel Hampton llenaron en blanco y en negro toda una época de la música americana y mundial. Además de ello, la selección es buena y tanto los nostálgicos como los redescubridores de pasadas glorias pueden encontrar bastante de lo que buscan. Bien, francamente bien. Y de esta manera, rápida y concisa se llega a los tomos seis y siete, o lo que es igual: el sabor del Jazz (que puede continuarse con el de Bin Bands, claro). Por lo general, las antalogías jazzeras son los peores discos que puedan encontrarse: suelen ser cortas, tópicas y absurdas. Sin embargo aquí hay unas cuantas cosas interesantes, como la versión de King Porter Stomp, de Gil Evans, la de Music, de Cleo Laine, o las apariciones sorprendentes de la Toshiko Akayosi-Lew Tabacking Band (mejor Bing Bands del pasado año) o la siempre increíble, brutal y desgarrada Nina Simone. Cosa rara, el disco se ha salvado precisamente por su falta de pretensiones.

El número ocho ha sido adjudicado al rey de los crooners: Bing Crosby. El mayor vendedor de discos hasta la llegada triunfal de Elvis y Beatles fue capaz de empalagar la sensibilidad de unas cuantas generaciones de americanos. Sin embargo, su estilo tranquilo, suave restaurante- película - d e - amor-y-lujo debía hacer vibrar al personal. Bing Crosby dominaba lo suyo, pero lo suyo pasó hace mucho, arrumbado junto a su misma situación estético-sociológica.

El 9 es Waylon Jennings, perdón, el Country. El disco es bueno porque sí, porque Jennings, junto a otros cuantos locos, supo hace mucho salvar a esta música, tan maleada como el flamenco. Waylon Jennings rescata títulos de Buddy Holly o de Johny Cash, se pasea por el country contemporáneo como por su casa y es cierto: él ha ayudado a construirla. Desde la cárcel, desde donde se ,encuentre, éste es un tipo que merece respeto y que hace estupenda música. Y además el repertorio es bueno.

El 11 es Folk o Woody Guthrie. ¡Por fin! El tipo que abrió el camino para Seeger, Dylan y todo lo demás ha tenido un patético maltrato en nuestro país. Sólo el hecho de que se edite este elepé ya merece la pena la serie.

Y el último es Hollywood. Ginger Rogers, Fred Astaire, Marlene Dietrich, Marilyn Monroe, Harpo Marx... Muchos de ellos no sabían cantar, pero resultan enternecedores.

Había dejado el diez para el final. Se trata de uno de los grandes discos de la historia del rock: la Sun Collection, de Elvis Presley. Un disco bárbaro con las primeras grabaciones de este hombre. Se necesitaría una crítica aparte, ya que el disco contiene tantos elementos sobre la génesis del rock and roll que en sí mismo es un tratado. Este si es fundamental.

En conjunto y corno puede apreciarse, la serie tiene altibajos. Hay para todos y unas cuantas cosas importantes. Cada cual escoge o no, pero esos cuantos discos están en la calle.

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