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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Guinovart

Las exposiciones de Josep Guinovart no acostumbran a distinguirse por su sosiego o tranquilidad ambiental. Su obra es, por lo general, un desgarro existencial que sale tumultuosamente al exterior sin atender a refinamientos ni esteticismos. En apariencia, y algunos lo han visto así, es un producto artístico en bruto, donde mena y ganga coexisten estrechamente ligados. De aquí que, comúnmente, la crítica analice sólo el primer nivel de su obra, siempre más ostentoso. El testimonialismo, la explosividad plástica de sus formas, la intensidad de su gama cromática, son algo así como un «puñetazo en el ojo» que alcanza todos los rincones de nuestro campo visual. Pero, a medida que pasan los años y que Guinovart va profundizando en su propio lenguaje, ese «músculo» que descubrió Joan Miró en sus trabajos se ve cada vez más contrapuntado por una particular sensibilidad que, sin caer en sensibilismos gratuitos y fáciles, da mayor protagonismo a sutiles refinamientos que atenúan o compensan la fuerza desaforada de ese expresionismo, más «noucentista» que germánico, que ha caracterizado la última etapa del pintor catalán.Una exposición por partida triple, aunque tenga capítulos distintos y subclasificaciones, supone una presencia de obra realmente comprometedora que facilita el análisis comparativo y pone en situación difícil a aquel que corre el riesgo de descubrir sus propios altibajos.

Josep Guinovart

Galerías Joan Prats y Trece. Fundació Joan Miró. Barcelona.

Tres exposiciones sincronizadas que aun siendo el mismo autor andan por distintos caminos pese a que se dirigen a un mismo final, la aproximación a la realidad. Sin caer en un naturalismo ingenuo, pero aprovechando todo los recursos vitalistas de su sensibilidad, se ha lanzado a potenciar aquellos elementos de la naturaleza que exaltan o fomentan una fruición directa de lo natural. En lugar de copiar la naturaleza se apropia de la metodología del approach, de manera que dentro de una erótica sontagniana consigamos sentir y vivir los resortes más naturales de la realidad. Como se propuso en su día Velázquez, en ningún momento quiere imitar la naturaleza, sino captarla en una imagen directa, transmitírnosla sin representarla. Este camino, el de trasladar a la materia y a los colores la impresión de una presencia natural, es el que le ha aproximado a Agramunt, pueblo leridano donde pasó su infancia, asimilando granos de trigo, rastrojos, pajas, sacos y demás referencias agrícolas; a la dureza paisajística de la guadalajareña Hita con sus yermos parajes; al contraste de arena y color propios de los pueblos norteafricanos (Marruecos y Argelia); o a la viva coloración y las gamas iluminadas de las costas mediterráneas, que consiguen su máxima exaltación en la serie «Tres días de azul y de viento», realizada en Alcari (Mallorca). Cada uno de estos parajes da título a las distintas series que a la manera de ambientes se hallan situadas en las galerías Joan Prats y Trece. Entre el gran montaje y el cuadro de soporte y superficie manipulable, cabe situar las distintas experiencias guinovartianas que por su fuerza envolvente nos hacen vivir en un contacto sinestésico la relación directa con la obra y lugares que la han motivado.

Pese a la abundante presencia de arcillas, arenas, troncos, piedras, paja y demás elementos naturales o artificiales, no se deja llevar por la fuerza inherente de los materiales; todo lo contrario, es él quien los domina y quien los pone en juego dentro de una determinada estética, de manera que llega a subvertir su propia esencia con continuas provocaciones, alteraciones y transformaciones.

Ya no es el realismo de tintes socialistas el que le mueve a incorporar parte de la realidad dentro de su propia realidad, sino esa aproximación reflexiva y sensible que nos permite descubrir toda una poética cargada de acentos líricos y exquisitos refinamientos que evidencian ese potencial creador que tanto le caracteriza y que es capaz de transformar cualquier elemento en producto artístico. El caso límite lo tenemos en la Fundació Miró, donde las planchas de fibrocemento han sido manipuladas por él en su fase de fabricación mediante cortes, pliegues, perforaciones, abombamientos y arrugas, y tratadas pictóricamente después, con el enriquecimiento de ocasionales grafismos y parciales coloraciones. Todo lo cual da como resultado un espléndido «environnement» que, no sin razón, ha denominado « Materia-soporte-estructura», precisamente la tríada de elementos que pone en juego en su triple exposición actual.

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