También esta semana
Con respecto a muestras anteriores de su trabajo, Suárez parece empeñado ahora en huir de lo que tal vez fuera o pudiera haber sido el mayor riesgo de su pintura, lo que al mismo tiempo constituía su mayor peculiaridad. A saber, un cierto preciosismo, una cierta proprensión a emplear colores demasiado solemnes, negro y morado sobre todo, con acabado símil laca, en los que el dibujo gestual parecía un tanto teatral, por excesivamente premeditado, yendo todo ello de algún modo en contra de la lógica del estilo en el que su obra se hacía legible. Su pintura ha ganado, valga la paradoja, en pobreza material, ha perdido solemnidad, ha ganado en espontaneidad. No obstante, no acaban de entenderse muy bien esas prolongaciones que le han nacido a sus cuadros, quizá excesivamente anecdóticas, que no acaban de redimir, que no logran distraer la atención del anquilosamiento que sufren las superficies monocromas. Bien es verdad, todo hay que decirlo, que ese anquilosamiento le viene en buena parte impuesto por la proliferación del estilo, que convierte en monótonos hasta los gestos más sinceros.
Juan Suárez
Galería Ciento. Barcelona
Babelia
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