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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Episodio en Líbano

LA POSIBILIDAD de que se consolide el supuesto Estado Libre de Líbano sobre una franja del sur del país, en la frontera con Israel, depende de que la operación haya sido programada y preparada en Tel-Aviv, con la anuencia de Egipto -más o menos clandestina-, o que, en realidad, no sea más que un acto individual del ex comandante Saad Haddad, expulsado ya del Ejército por su aventurismo al frente de las falanges cristianas; o que, aun siendo así, recibiera la ayuda de Israel, como la izquierda musulmana denuncia ya. Parecería lógica la versión de una operación israelí -aunque oficialmente los israelíes están desmintiendo cualquier sospecha de participación- para asegurarse contra cualquier ataque árabe en esa zona como respuesta a los acuerdos con Egipto. Un Estado Libre de Líbano le protegería al mismo tiempo contra los musulmanes de Líbano y contra una maniobra envolvente siria.La forma en que la proclamación irregular del Estado Libre se ha producido es particularmente grave: con un ataque a las fuerzas de las Naciones Unidas -«cascos azules»-, que precisamente tienen como misión conservar la neutralidad o condición de «tierra de nadie» del territorio fronterizo. Si se confirma que las fuerzas de Israel han disparado su artillería, desde su propio país, contra los soldados del Ejército regular libanés que trataban de conquistar el territorio secesionista -y que, según las noticias de Beirut, avanzan fácilmente-, el tema tendría una consideración aún mayor.

Podría sospecharse que el establecimiento de este Estado. fuera el principio de una especie de guerra de reconquista, por parte de los derechistas cristianos, de todo el territorio nacional: Haddad ha explicado que el resto de Líbano -es decir, todo el país menos su territorio- está «en manos del extranjero»: es decir, de la llamada Fuerza Arabe de Pacificación -unos 40.000 soldados sirios, según fuentes israelíes- y de palestinos. La alusión a que Beirut «sigue siendo la capital de Líbano» indica que la vocación del Estado Libre no es sólela de instaurar un determinado régimen en esa franja de territorio, sino la de llegar a un dominio del país. Lo que se sabe con certeza es que las fuerzas militares del ex comandante y su material militar son escasos e incapaces de contrarrestar por sí mismos las operaciones del Ejército regular libanés y de las tropas sirias, además de la hostilidad de los palestinos; quizá no sean suficientes siquiera para controlar a la población musulmana -libanesa y palestina: un 60% de la totalidad- que vive en la franja independizada. Se puede suponer que Haddad cuenta de antemano con el apoyo de Israel, o piensa contar con él a partir de un hecho consumado. Si es así, estaremos ante un episodio trascendental dentro de la guerra civil e internacional que arrasa Líbano desde hace años y con un acontecimiento de primer orden dentro del conflicto del oriente árabe, ya desestabilizado por la paz y los acuerdos entre Líbano y Egipto, al que ayer llevó Sadat a las urnas para que legalizase y ratificase los tratados. De otra forma, la aventura tendría un rápido final.

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