Toda una señora corrida de toros
Uno aún no está curado de espantos y le hacía ilusión presenciar la corrida inaugural de la temporada. Toda la semana pasada por agua, mirando al cielo: ¿se dará, no se dará? A la afición le sucedía igual. Los toros tienen tanto tirón como siempre, y la gente llena las plazas en cuanto le ofrecen el menor aliciente válido. La Fiesta necesita, antes que nada, renovación profunda a nivel empresarial; que la organicen gentes con ilusión e ideas, sin perder nunca la referencia de base, que es la autenticidad del espectáculo.¿Será Canorea esa gente de ilusión e ideas? Quizá. Por lo menos montó la corrida inauguran con un cartel distinto al que nos servía habitualmente la anterior empresa, a manera de aceite de ricino, y ofreció unos toros magníficos que dieron emoción y variedad a la corrida. Este fue el argumento del espectáculo: el juego de los toros. Toda una señora corrida de toros la de Murube, encastada de principio a fin, con mucho que torear y que lidiar, con bravura en alguna ,res, con nobleza cabal alguna otra. Y, además, espléndida de presencia, seria, con cuajo, bien armada; incluido el sobrero, que llegó a mejorar la hermosura de sus hermanos de camada, pues tenía una estampa arrogante y bellísima que no nos cansábamos de admirar.
Plaza de Las Ventas
Toros de José Murube (el tercero, sobrero, en sustitución de uno cojo, devuelto al corral) muy bien presentados, con casta, que dieron juego interesante. Raúl Aranda: metisaca, dos pinchazos, estocada corta, rueda de peones y dos descabellos; la presidencia le perdonó un aviso (algunos pitos). Tres pinchazos y estocada (silencio). José Antonio Campuzano: pinchazo, caído, rueda de peones y dos descabellos (ovación y saludos). Bajonazo trasero (división cuando saludó por su cuenta). Paco Alcalde: estocada corta (bronca). Pinchazo y estocada caída (palmas).
Precisamente por la lámina de los toros, por su viveza, por la emoción que impusieron en todos los tercios, la corrida supuso un verdadero disfrute para los aficionados, y diversión creciente para el público en general, turistas incluidos. El colmo, el disloque, el summun, habría sido que los diestros acertaran a torear bien. Mas no se llegó a tanto. Hubo incluso quien no supo torear, ni bien ni mal, pues sencillamente no toreó. Es el caso de Paco Alcalde. A su primero, el sobrero-cuerpo que, además, tenía una casta admirable, no lo quiso ni ver y lo trasteó pinchándole las orejas.
Al otro lo vio un poco más y fue para su mal, porque puso en evidencia cuán escasito anda de técnica y de valor. A ambos los banderilleó, con muchas facultades y poco acierto, salvo en un par espectacular, en que se metió por los adentros, hizo que el toro le persiguiera y le ganó la cara en los medios.
Pero puestos a medir méritos y responsabilidades, tampoco se va de rositas Campuzano, el cual desaprovechó al más boyante toro de la corrida, que fue el segundo. Le dio algunos buenos derechazos, la mano muy baja, también un soberbio de pecho, pero el murube era de faenón, de acabar con el cuadro, de poner boca abajo la Monumental, y nada de eso ocurrió. Una faenita afectadita y aseadita, y gracias. Con el quinto, a salvo tres o cuatro naturales correctos, no pudo, porque no mandaba en los muletazos y la fiera tenía una casta y una bravura que te desbordaban.
Lo mejor, de la tarde lo hizo Raúl Aranda, aunque fue con cuentagotas: un par de verónicas, dos derechazos, unas chicuelinas. Es torero el aragonés, quién lo duda, pero está sin sitio y hasta parece que ha perdido el sentido de la lidia. A sus dos toros los picaron de horror, lanzazo va y viene en cualquier sitio; en los medios o en el tercio, lo mismo daba. Ambos tenían casta.
Al primero quizá le equivocó Aranda el terreno y no se atrevió a aguantar las fuertes embestidas. En el otro, de mucho genio, no se confió en absoluto.
Quedaron mal los toreros, de acuerdo, pero hubo espectáculo y se divirtió el público. Los aficionados, por su parte, estuvieron a sus anchas. Como siempre, llovió, y a pesar del frío hubo una magnífica entrada. Con sol habría sido un tacazo. La gente quiere toros, a nada que le pongan un cartel en condiciones; a la vista está. Canorea ya ha hecho las primeras dianas. La cuestión está en que siga con la misma puntería, temporada adelante, y si necesita colaboración, la tendrá. Osá, que si hay que echarle una novena a san Diodoro, se echa y en paz.
Babelia
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