Jardiel
No sabemos si animado por quienes abominan de él o por quienes lo reverencian, Jardiel lleva poco a poco su pintura hasta unos límites de crispación que le ponen a uno los pelos de punta. Cuadros como La bola o Bebé y pistolero son tan insufribles, tan enfáticamente triviales, que al fin van a tener razón los que ven en Jardiel una complicada industria de escalofríos, ajena casi por completo a la pintura. Un admirable ejemplo de autofagia.
Galería Heller
Claudio Coello, 13
Babelia
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